Cristina, la infanta que no quiere volver a España
Feliz por cumplir un año más, pero con su vida desbaratada. La infanta Cristina de Borbón celebra 55 años confinada, aislada y exilada
Feliz por cumplir un año más, pero con su vida desbaratada. La infanta Cristina celebra 55 años confinada, aislada y exiliada. Desde que su marido, Iñaki Urdangarin, entrara en prisión en junio de hace dos años, los días y las noches son lo que nunca imaginó para su vida. Desde marzo pasado la crisis sanitaria de la COVID-19 le ha obligado a permanecer en Ginebra sin excepción alguna; las graves diferencias con su hermano, el rey Felipe, han anulado su relación y apartado de la Zarzuela, y la condena penal de su marido por el caso Noos, su propia imputación y posterior responsabilidad civil, por la que tuvo que pagar 136.950 euros, la llevaron a un exilio forzoso que no tiene pinta de acabar por ahora. La infanta se queda en Suiza.
Este es un nuevo cumpleaños infeliz para aquella hermana de don Felipe con la que siempre se llevó mejor. Recién mudada a una nueva casa en Ginebra, ha pasado la crisis sanitaria que tan duramente ha golpeado a Europa con sus hijos menores, Miguel e Irene. Juan y Pablo, que estudian fuera, en Francia e Inglaterra respectivamente, pudieron reunirse con su madre para cumplir el confinamiento juntos. Este mes se cumplen los 2 primeros años de prisión para Iñaki. Han sido dos inviernos muy duros, yendo a ver a su marido al centro penitenciario de Brieva (Ávila). Lo único que ha tenido a favor han sido las condiciones de esas visitas secretas. Entra por un acceso diferente al resto de familiares y el protocolo es también diferente. Ellos son diferentes, pese a que resulte anacrónico, ilógico e incómodo cuando hablamos de delitos, cumplimientos y condiciones. Su obsesión es evitar a toda costa una sola imagen en las inmediaciones de la prisión. “No podría soportarlo”, me asegura alguien que la conoce bien. Y lo entiendo. Da vergüenza, pero la ausencia de imagen no borra la realidad, como los hechos no dejan de existir por mucho que se les ignore. Su marido está cumpliendo y ante eso, nada que añadir. Los dos permisos disfrutados han suavizado la pena. Ahora es tiempo de reflexión. Ante sus íntimos, la infanta Cristina siempre se ha confesado inocente: ellos no han hecho nada malo, les complicaron la vida, según ha defendido en conversaciones con íntimos. Ante el juez, repitió una y otra vez que confiaba en su marido y cuando la pregunta apretaba, recurría al no me consta, no me acuerdo.
Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin / Gtres
Llega la fase de pensar en qué hacer después de la cárcel. Urdangarin, condenado a cinco años y tres meses de prisión, podría conseguir el tercer grado el próximo año y con ello la posibilidad de disfrutar de un régimen en semilibertad. Su objetivo es solo pernoctar en el centro asignado. Mucho se ha especulado sobre un posible traslado de la infanta para estar junto a su marido cuando llegue ese momento. Portugal sonó fuerte como posible país de residencia. En 2015 trascendió que el Aga Khan, líder de los ismaelitas y amigo del rey Juan Carlos, quien ayudó a la infanta a salir de España al ofrecerle trabajo en Suiza en la Aga Khan Trust Foundation, trasladaba su residencia a Lisboa tras adquirir el impresionante palacio Henrique de Mendonça por 12 millones de euros, según publicó el diario ‘El Mundo’. Pero no, si algo tiene claro la infanta es que no va a dejar Ginebra. Allí seguirá trabajando a tiempo parcial para la red de la fundación en la ciudad suiza. Ni Lisboa, ni Vitoria, ni Madrid. La infanta no vuelve a España.
De su salida de La Caixa, entidad en la que ha estado trabajando en el Área Social desde que se incorporara hace ya 26 años, poco se sabe. El digital Vanitatis adelantó en enero que el patronato de la Fundación Bancaria La Caixa acordó su salida el pasado diciembre, tras un año de negociaciones con la hija del rey Juan Carlos. Todo en la infanta resulta oculto, tapado, extraño. Dar información veraz y clara, aunque sea escueta, ser más natural, le haría mucho bien, en mi opinión. Al final, todo termina por salir. Lo hemos comprobado esta semana cuando supimos que la Fiscalía del Tribunal Supremo investiga el papel del rey Juan Carlos en las supuestas comisiones millonarias por la adjudicación de las obras del AVE del desierto, entre las ciudades de Medina y La Meca en Arabia Saudí.
10 años de tormento para Cristina
La pesadilla para Cristina de Borbón comenzó hace una década, cuando en septiembre de 2009 se mudó a Washington con su familia. Fue la primera huida hacia adelante del matrimonio Urdangarin Borbón. Dos años antes, José Manuel Romero, conde de Fontao, asesor legal del rey Juan Carlos, aconsejó a Iñaki que buscara trabajo fuera de España y se alejara del tsunami Noos que se avecinaba. En realidad, el mal sueño de la infanta empezó cuando eligió el camino de la ambición desmedida. Algo impensable en una hija de Reyes que, como ella, ha disfrutado de las mieles del privilegio absoluto desde la cuna. Nunca le faltó de nada, vivía en la opulencia y siempre encontraba bien lustrado el suelo que pisaba. Pero encontró a su particular príncipe azul que resultó no ser lo primero, aunque sí deseaba serlo o por lo menos parecerlo. La infanta se enamoró perdidamente del apuesto balonmanista Iñaki Urdangarin, el hombre de su vida, con quien formó la familia que deseaba, cómo deseaba y dónde quiso, en su elegida Barcelona. Acabada su exitosa carrera deportiva en el FC Barcelona (1986-2000), Iñaki tenía que hacer algo con su vida y decidió lanzarse al mundo empresarial, previo paso fugaz por la prestigiosa escuela de negocios Esade. En tan sólo dos años obtuvo una licenciatura y un máster en Administración de Empresas y no porque fuera un superdotado, precisamente. Las cosas de Palacio suelen ir despacio, pero, a veces, vuelan por ser vos quien sos.
Luego, ya saben, el matrimonio se asoció con Diego Torres, exprofesor de la escuela de negocios, y su mujer Ana María Tejeiro. Se hicieron íntimos y amasaron día a día sus respectivas fortunas. En 2010 trascendía la presunta malversación de 6 millones de euros públicos (provenientes de los Gobierno Balear, la Comunidad Valenciana y el Ayuntamiento de Madrid) por parte de Urdangarin y su socio Torres en el Instituto Noos, una entidad constituida sin ánimo de lucro, al menos en el papel. El escándalo alcanzó a la infanta al formar parte de la junta de Noos y ser copropietaria junto a su marido de Aizoon, sociedad destinataria de los fondos considerados ilegales, con los que Urdangarin defraudó, además, a Hacienda. Hoy, ellos cumplen condenas de cárcel que han marcado sus vidas y las de sus familias para siempre. La infanta Cristina de Borbón cuenta los días, pero lejos de España.