POCOS AMIGOS

El círculo incondicional de Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin

Doña Cristina e Iñaki Urdangarin en una imagen de archivo (Gtres)
Doña Cristina e Iñaki Urdangarin en una imagen de archivo (Gtres)

El exilio (forzoso) de los exduques de Palma a Suiza en 2013 trajo consigo un aislamiento del que cuatro años después no han conseguido escapar. El cortafuegos establecido por Casa Real unido a la desconfianza que generó la imputación de Iñaki Urdangarin en su entorno más cercano dejaron al matrimonio completamente solo, sin aliados. Apenas un puñado de buenos amigos se mantuvieron fieles a la pareja. Unos se alejaron para cuidar el qué dirán, otros porque no confiaban en esa inocencia que proclamaba el exdeportista y otros simplemente porque la distancia hace el olvido.

Entre quienes sí juraron lealtad a la hija del entonces Rey de España y a su marido está el matrimonio formado por Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Pedro López Quesada. Ambos, íntimos de doña Cristina, le han vuelto a demostrar su fidelidad a la infanta tras el escándalo del caso Nóos invitándole a pasar junto a ellos la Semana Santa. En esta ocasión los exduques se han dejado seducir por su finca manchega, donde han disfrutado de unas jornadas tranquilas rodeados de naturaleza. En ‘La Toledana’, ubicada en la localidad ciudadrealeña de Retuerta del Bullaque, Cristina e Iñaki han reaparecido como si de dos estrellas de cine se tratase. Los vecinos les han pedido fotos y selfies y se han convertido en dos fieles más de las procesiones celebradas con motivo de la Semana Santa.

La finca de más de 2.000 hectáreas, famosa por ser uno de los cotos de caza más famosos de la región, se ha convertido por unos días en el refugio español de la infanta Cristina. Un lugar tranquilo donde ella y su marido han disfrutado de la compañía de una familia que siempre les ha demostrado que pueden confiar en ellos. Los Borbón-Dos Sicilias, con Cristina, Pedro y Victoria como principales valedores de esa amistad que mantienen con su prima, han sido en más de una ocasión el hombro en el que llorar que los Urdangarin Borbón han necesitado. Numerosas son las visitas de Cristina, conocida como ‘La diademas’, a Ginebra o sus jornadas de compras por Madrid acompañando a la hermana de Don Felipe por el centro de Madrid.

La infanta Cristina y Cristina de Borbón Dos Sicilias en una jornada de compras en 2015 (Gtres)

La infanta Cristina y Cristina de Borbón Dos Sicilias en una jornada de compras en 2015 (Gtres)

Para ambas Cristinas no ha habido decisión judicial que pudiera tumbar su amistad. Algo que tampoco ocurrió con Rosario Nadal, exmujer de Kyril de Bulgaria, quien en un discretísimo segundo plano ha sido otro de los paños de lágrimas de la infanta investigada. Fue ella quien ofreció cobijo a los exduques de Palma cuando tenían que declarar en Mallorca y se convirtió en su anfitriona en sus semanas más complicadas.

Al margen de ella y los Borbón Dos Sicilias, pocos amigos más han hospedado a los Urdangarin Borbón entre sus paredes desde que estallase el escándalo del caso Nóos. Cristina e Iñaki han tenido que refugiarse en sus familias, que, curiosamente, no siempre han podido ofrecerles ayuda, sobre todo en el caso de los Borbón, estigmatizados con este calvario que tanto daño he hecho a la Corona. Solo la reina Sofía, la infanta Elena y los Urdangarin Liebaert han estado a su lado pasase lo que pasase.

La infanta Cristina y Rosario Nadal en 2007 (Gtres)

La infanta Cristina y Rosario Nadal en 2007 (Gtres)

El resto de familiares y amigos han terminado por olvidarse de ese matrimonio que parecía idílico hace solo unos años. Uno de los que se alejó despacio, pero no sin ruido, fue el que fuera amigo íntimo de Iñaki y testigo de su boda. Esa unión que forjó el balonmano no pudo con la tormenta que desataron los emails de Urdangarin que hizo públicos Diego Torres. Algunas de las confidencias vertidas en esos correos electrónicos también se llevaron por delante años y años de amistad. De repente, Iñaki Urdangarin se quedó solo. Como Cristina. La pareja solo se tenía el uno al otro y un puñado de amigos que son los que hoy les dan cobijo español en su exilio suizo. Los días de vino y rosas ya son historia.

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