Ministra de Trabajo…pero en jornada glam: Yolanda Díaz se marca un Audrey Hepburn en Cannes
Yolanda Díaz se ha dejado ver en el Festival de Cannes 2025
Yolanda Díaz ha lucido un vestido rojo pasión en la presente edición del Festival de Cannes
Yolanda Díaz ha posado en Cannes como una estrella de la 'nouvelle vague'


Si alguien dudaba de la capacidad camaleónica de Yolanda Díaz, el Festival de Cannes 2025 ha disipado toda incertidumbre. Porque la vicepresidenta segunda del Gobierno no solo ha cruzado la alfombra roja como una auténtica diva hollywoodiense, sino que lo ha hecho con la soltura de quien ha cambiado los pasillos del Congreso por los de la Croisette. A golpe de moño italiano, escote estructurado y una pose de estrella consagrada, la ministra de Trabajo -sí, de Trabajo-, ha generado más titulares por su estilismo que por sus políticas laborales.
Luciendo un vestido rojo pasión que bien podría haber salido del guardarropa de Audrey Hepburn si esta hubiera optado por un toque algo más atrevido, Díaz ha desatado un torbellino mediático: admiración, sorpresa y no poca crítica. La pregunta que flota en el aire (y en los memes de X, antes Twitter): ¿qué hacía allí una ministra de Trabajo? ¿Estamos ante una confusión de carteras o frente a una nueva forma de «trabajar la cultura»? Yolanda lo ha justificado apelando al cine gallego, acompañando al director Oliver Laxe en la presentación de su película Sirât. «Feliz de acompañar a Oliver Laxe en la proyección de Sirât en Cannes. Los mejores deseos para la película, con la que el cine gallego está presente en la Sección Oficial del principal festival del mundo. Representas lo mejor de nuestra cultura», ha escrito en una publicación en su perfil de Instagram.
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Y hasta aquí, todo correcto. Pero cuesta no ver una cierta contradicción entre la imagen proyectada -glamour, escotes milimétricamente calculados, flashes de Hollywood-, y el imaginario clásico del sindicalismo y las luchas obreras. Porque una cosa es tener buen gusto, y otra es parecer que acabas de salir de una campaña de Chanel cuando representas a los trabajadores de una economía tensionada. Claro que esto no es nuevo. Díaz lleva tiempo cultivando una imagen cuidada, elegante, milimétricamente medida. Ha sido portada de revistas de moda, ha marcado tendencia con sus trajes de dos piezas y ha convertido su armario en un arma política. Pero en Cannes ha cruzado un umbral simbólico: ya no es sólo una ministra estilosa, es directamente una celebrity institucional. A medio camino entre una directora de Vogue y una ministra de Cultura no oficial.
Esto plantea una cuestión de fondo ¿Hasta qué punto puede o debe una figura pública del Gobierno prestarse a este tipo de eventos? ¿Es representativo o es escapismo sabiendo que las prioridades del país no pasan precisamente por la industria del cine internacional? No faltan quienes aplauden su audacia, su capacidad para reinventarse y colocar la política en escenarios menos grises. Díaz, dicen, es una política del siglo XXI, capaz de tender puentes entre mundos aparentemente irreconciliables: el arte y la administración pública, la estética y la ética. Pero también hay quien percibe en todo esto un cierto postureo estético, un afán de notoriedad en la era del like, donde la política se mediatiza hasta disolverse en imagen. Y en esa disolución, hay algo que chirría.
Yolanda Díaz en un evento en Madrid. (Foto: Gtres)
Mientras Yolanda Díaz ha posado en Cannes como una estrella de la nouvelle vague, la agenda política ha seguido su curso: huelgas en el sector público, protestas por la reforma laboral, negociaciones con la patronal estancadas. No se trata de pedir a los políticos que renuncien a la estética o a los gestos culturales, pero sí de exigir cierta coherencia. Al menos, que el decorado no se imponga al contenido.