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Análisis de personalidad

¿Es Isabel Pantoja una narcisista? Los expertos analizan su constante búsqueda de admiración

¿Es la cantante una mujer narcisista que busca proteger su imagen a toda costa?

¿O simplemente es una persona que ha aprendido a sobrevivir tras el personaje que ha construido a lo largo de los años?

Beatriz Romero y Luis Guillén Plaza, psicólogos, responden

  • Rosa Torres
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Parece mentira que hayan pasado ya diez años desde aquel 21 de noviembre de 2014, cuando Isabel Pantoja, la reina indiscutible de la copla española, ingresaba en la prisión de Alcalá de Guadaíra, en Sevilla, tras ser condenada por blanqueo de capitales en el marco de la ‘Operación Malaya’, uno de los mayores casos de corrupción urbanística en España. Sin duda, aquella entrada marcó un antes y un después en su vida personal, su relación con la opinión pública y, sobre todo, en su complejo carácter.

Hoy, una década después, su distanciamiento de sus hijos, su vida cada vez más aislada y su hermetismo emocional han llevado a expertos a plantearse una pregunta: ¿Es una mujer narcisista que busca protegerse a toda costa, o simplemente alguien moldeado por la tragedia y la fama? Para entender todas estas cuestiones debemos hacer un repaso por su vida.

La cantante Isabel Pantoja y su hermano Agustín Pantoja en la cárcel de Alcalá de Guadaíra. (Foto: Gtres)

Isabel Pantoja, ‘viuda de España’

En 1980, Isabel conoció al torero Francisco Rivera «Paquirri». Juntos formaron la pareja dorada de los años 80, un romance que fascinó a toda España y acaparó las portadas de los medios. Sin embargo, lo que parecía un cuento de hadas se truncó abruptamente. En septiembre de 1984, la tragedia golpeó cuando Paquirri murió tras una cornada en Pozoblanco. Isabel, con tan solo 29 años y un hijo recién nacido de seis meses, pasó de ser una estrella consagrada de la copla a convertirse en “la viuda de España”, un título que marcaría para siempre su vida personal y su identidad pública.

Pantoja y «Paquirri» en el día del nacimiento de su hijo Francisco José Rivera Pantoja. (Foto: Gtres)

Según Beatriz Romero, psicóloga y CEO de Consulta Despertares, la proclamación de Isabel como «la viuda de España» trascendió lo mediático para convertirse en parte esencial de su identidad. “La imagen de la viuda afligida salió en todas las portadas, y por eso se integró en el personaje de la Pantoja”, explica. Lo que comenzó como un símbolo de tragedia y resiliencia terminó por convertirse en un refugio emocional y una estrategia para afrontar el escrutinio público. “Esa dualidad entre Maribel, la mujer real, e Isabel Pantoja, el personaje, se convirtió en su medida de protección”, señala Romero. Este personaje no solo le permitió enfrentarse a la atención mediática tras la tragedia, sino que también le ayudó a mantener el control sobre cómo era percibida. Sin embargo, lo que en su día fue un escudo frente al dolor terminó transformándose en una barrera que la aísla de su entorno y la desconecta emocionalmente.

Pantoja durante el entierro de su marido, el torero Francisco Rivera «Paquirri». (Foto: Gtres)

Según Romero, «es posible que como medida de protección se haya creado ese personaje.» Porque, por un lado, está Maribel, y por otro, Isabel Pantoja.  Con los años, el personaje que Isabel construyó como una estrategia para protegerse del dolor y mantener su legado se ha convertido en un obstáculo. “Ha consumido por completo a Maribel”, señala la psicóloga. “Ese personaje es su escudo, pero también su prisión”, concluye Romero.

Los conflictos familiares

Este carácter hermético y controlador no solo ha distanciado a Isabel Pantoja del público, sino que ha tenido un impacto profundo en sus relaciones personales, particularmente con sus hijos, Kiko Rivera e Isa Pantoja, quienes han sido víctimas directas de la manera en que su madre ha gestionado las emociones y los vínculos familiares a lo largo de los años. Con Kiko, por ejemplo, la relación se ha visto deteriorada por acusaciones públicas de que su madre ocultó objetos personales de su padre, Paquirri. Con Isa, la situación ha sido aún más compleja y dolorosa. La joven ha señalado en varias ocasiones que se ha sentido desplazada y emocionalmente maltratada por Isabel, algo que la cantante nunca ha abordado abiertamente. En un episodio reciente, Isa reveló que su madre no solo no la felicitó por su embarazo, sino que también mostró una total indiferencia durante un momento de gran vulnerabilidad para ella, como cuando se sometió a una operación de apendicitis. Este silencio y falta de apoyo durante momentos críticos han sido una manifestación palpable del distanciamiento que parece haberse consolidado entre madre e hija a lo largo de los años, un distanciamiento que va más allá de simples desacuerdos y que refleja una desconexión emocional que parece difícil de revertir.

Pantoja con su hijo Kiko Rivera durante la Semana Santa de Sevilla. (Foto: Gtres)

Según la psicóloga Beatriz Romero, la artista ha cultivado la imagen de una madre soltera, abnegada y cariñosa ante las cámaras, un rol que ha sido cuidadosamente construido y proyectado al público. «Recordemos esas imágenes de Kiko, desde bebé, sobreexpuesto en los medios, generalmente por su madre, o a Isa subiendo a cantar durante una actuación de Isabel. Sin embargo, como nos relató su hijo Kiko, cuando las cámaras se apagaban, mamá ya no estaba. Los narcisistas suelen adoptar este tipo de comportamientos: ser madres perfectas, esposas perfectas, personas que rebosan simpatía y afecto hacia los suyos, pero esto no es más que una imagen cuidadosamente cultivada para ser admirada», explica Beatriz.

Por su parte, el psicólogo Luis Guillén Plaza, del centro Psicopartner, señala que la tía de Anabel Pantoja podría haber adoptado una postura de distancia emocional como una estrategia para protegerse del dolor y la decepción. Esta necesidad de mantener el control sobre sus emociones y las de los demás, según Guillén Plaza, podría estar alimentada por el «rol de autoridad» que Isabel ha asumido en su familia, convirtiéndose en la figura central a la que todos deben rendir cuentas, especialmente durante los años en que fue la responsable de sacar adelante a su familia. Un aspecto clave en su carácter, que también comparte Beatriz, y es que Isabel ha sido durante mucho tiempo el sostén económico de todo el clan Pantoja, lo que ha incrementado aún más la carga emocional sobre ella.

Chabelita junto a su madre durante el día de su confirmación. (Foto: Gtres)

Por otro lado, Guillén Plaza explica que este distanciamiento emocional podría estar relacionado con lo que se conoce como «apego evitativo», un mecanismo de autoprotección desarrollado para evitar el dolor emocional y, al mismo tiempo, para reducir la vulnerabilidad.

La ‘Operación Malaya’: el golpe más duro

Como decíamos, se cumplen diez años del capítulo más oscuro de la vida de Isabel. Pero la historia comenzó en los años 2000, cuando su relación con Julián Muñoz, entonces alcalde de Marbella, la implicó en la trama de corrupción urbanística conocida como la Operación Malaya. Esta investigación destapó un esquema de sobornos y blanqueo de capitales en el que Isabel jugó un papel clave. Según la sentencia, «conocía que el dinero de Julián Muñoz que ingresó en sus cuentas bancarias y con el que operó en la adquisición de valiosos bienes procedía de las actividades delictivas en las que se hallaba implicado su compañero sentimental».

La cantante Isabel Pantoja y su novio Julián Muñoz en la Romería del Rocío. (Foto: Gtres)

Así las cosas, en 2013, Isabel fue condenada a dos años de prisión y una multa de 1.147.000 euros. En noviembre de 2014, ingresó en la prisión de Alcalá de Guadaíra, lo que alteró no solo su vida personal, sino también su imagen pública. La psicóloga Beatriz Romero señala que este episodio desafió la necesidad de admiración constante que caracteriza a muchos narcisistas: “A día de hoy sigue sin haber reconocido un ápice de culpa. Posiblemente, ella considere que a quien se estaba juzgando es a La Pantoja, la artista, la viuda de España. Algo que choca frontalmente con la imagen que ella tiene de sí misma. Esto podría deberse a la presencia de ciertos rasgos narcisistas porque tienen una alta valoración de sí mismos, lo que les hace necesitar constante admiración, reconocimiento y atención por parte de los demás”.

Por eso, cuando Isabel salió de la cárcel, intentó darle la vuelta a la narrativa, apareciendo en programas de televisión y regresando a los escenarios. Quería mostrar su lado más humano, pero la línea entre su verdadera identidad y su personaje público se fue difuminando. Según Romero, “intentó mostrar al mundo su otro yo: a Maribel. Pero esa separación entre la persona real y el personaje creado se fue diluyendo con el tiempo».

Julián Muñoz y Pantoja durante el juicio por el «Caso Malaya». (Foto: Gtres)

Ahora, la artista sevillana vive en la exclusiva urbanización de Madrid conocida como ‘La Finca’, un refugio que simboliza tanto su deseo de privacidad como su necesidad de control, porque no todo el mundo, de su círculo más íntimo, tiene acceso a la vivienda. Como señala el psicólogo Guillén Plaza, «limitar su contacto con el mundo exterior le permite crear un espacio seguro donde tiene el control sobre quién entra y qué ocurre en su vida. Es una estrategia para evitar el constante escrutinio y los recordatorios de momentos traumáticos». Y aunque según él,  no se puede confirmar un trastorno de personalidad narcisista, el experto señala que la fama puede fomentar algunos rasgos narcisistas, como la búsqueda de validación y la necesidad de reconocimiento.

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