Casado impulsará una reforma electoral para acabar con el chantaje de los nacionalistas
El nuevo presidente del PP, Pablo Casado, impulsará una reforma electoral que pretende acabar con el chantaje de los nacionalistas, vascos y catalanes, a la hora de formar gobierno o de aprobar, por ejemplo, los Presupuestos Generales del Estado. Será uno de sus primeros retos a través de la actividad legislativa desde la oposición y por medio de su gobernabilidad en cuanto la recupere.
La reforma pretende abarcar el máximo ámbito posible. Y tendrá, al menos dos focos de actuación. El primero de ello será el nacional. Las décadas de democracia han demostrado que los grandes partidos han tenido que acabar negociando con nacionalistas en una subasta perpetua para conseguir gobernar en el momento en el que no alcanzan la mayoría absoluta. Casado pretende impulsar una reforma que lleva el número de diputados en el Congreso al máximo de 400 diputados. El resultado es una bolsa por asignar de 50 diputados que puede ser convertida en prima para el ganador.
Ese sistema garantiza, de ese modo, que el ganador de las elecciones mejora en toda esa prima su resultado. O dicho de otra manera, que el ganador se convierte en más ganador para asegurar la gobernabilidad de quien efectivamente tiene mayoría. No habría beneficiarios iniciales. Lo serían los que más votos obtengan, con toque difícilmente se le podría acusar a la reforma de parcial.
Pero sí tendría un evidente efecto directo: y es que el ganador pasaría a depender mucho menos de los pactos y bisagras. Porque lo cierto es que tendría mucho más cerca la mayoría absoluta y la gobernabilidad y mucho más lejos los nacionalistas el seguir actuando en su juego de chantajes.
Hay que recordar que toda la estrategia electoral de José Luis Rodríguez Zapatero se basó, precisamente, en generar un cinturón sanitario para que el PP no pudiera pactar, de forma que perdiese la gobernabilidad. Lo hizo ofreciendo a los nacionalistas un incentivo hacia el separatismo para alejarse del PP y que sólo pudiesen pactar con el PSOE. Aún hoy pagamos los daños de esa estrategia. La reforma revertiría ese desastre anulando al menos parte de la fuerza de chantaje de los nacionalistas en el Congreso.
El plan de Casado, además, sumaría la incorporación de una segunda vuelta en las elecciones municipales, de forma que el ganador, de nuevo, lo fuese con contundencia y, por lo tanto, pudiese gobernar sin multipactos que acaban deformando el sentido real de los votantes.
Todas estas reformas deberían pasar por pactos con otros partidos. Ya sea el PSOE o Ciudadanos. Y se tratará de una de las primeras ofertas que reciban estas formaciones tras cuadrarse los nuevos equipos del PP en el Congreso y en el Senado.
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