El Real Madrid conoció el pasado jueves quiénes serán los encargados de arbitrar el Clásico ante el Barcelona del próximo domingo. El colegiado José María Sánchez Martínez pitará en el Camp Nou, estando asistido en el VAR por José Luis González González. Es precisamente en Las Rozas donde estará el principal peligro, puesto que en los últimos partidos de los madridistas en los que el colegiado ha estado al frente de la tecnología, las decisiones no han podido ir más en contra de los intereses del conjunto blanco.
González González se ha convertido en una de las bestias negras del Real Madrid. Retirado del arbitraje en julio de 2020, a partir de entonces su labor está limitada única y exclusivamente al VAR. Por ello, se le suele poner al frente de los monitores para los partidos más importantes, pero cada vez que los madridistas disputan un encuentro para el que se le ha designado, sufren para sacarlo adelante.
En toda su carrera como árbitro, tanto de campo como desde el VAR, el colegiado castellano-leonés nunca ha estado al frente de un partido entre los dos grandes de nuestro fútbol. Sí que fue asistente del árbitro de VAR en unas semifinales de Copa del Rey en 2019, en las que De Burgos Bengoechea estuvo al mando de la sala VOR de un partido que acabó con empate a uno en el Camp Nou.
El Clásico será el primer partido del conjunto blanco de esta temporada que vea desde la Ciudad del Fútbol. Sin embargo, el pasado curso, el balance madridista no pudo ser peor con él. Únicamente ganaron dos de los siete partidos en los que llevó el VAR, empatando en cuatro y perdiendo en otro. Pero, más allá de los resultados, lo que más afectó al equipo fueron las polémicas decisiones tomadas en su contra.
En el recuerdo, tres encuentros en los que la actuación de González González fue determinante para decidir el título liguero: Real Madrid – Alavés, Real Madrid – Betis y Real Madrid – Sevilla. En todos ellos el conjunto blanco se dejó puntos por decisiones que marcaron claramente el desenlace de los partidos.
El primero fue el encuentro ante el Alavés de la primera vuelta. Un penalti en los primeros minutos adelantaba a los vitorianos, pero fueron las dos penas máximas de las que no advirtió a Cordero Vega sobre Hazard y Marcelo las que posibilitaron la victoria visitante. Sobre todo la agresión sufrida por el brasileño, que debería haber supuesto la expulsión de Laguardia, que le propinó un tirón de pelo.
En el encuentro ante los verdiblancos, el conjunto blanco empató a cero en el tramo final del campeonato, reclamando dos manos que revisó y en las que decidió que no había nada. La primera fue tras un remate de cabeza de Casemiro, en la que el balón impactó sobre la mano de Emerson, que estaba totalmente desplegada del cuerpo. La segunda fue de Miranda, a cabezazo de Militao. Con las manos desplegadas, el lateral del Betis cometía una infracción que tampoco sería señalada.
Pero más escandaloso fue lo sucedido en el partido contra el Sevilla. El conjunto blanco empataba a dos ante otro de los candidatos al título con una decisión surrealista del VAR. Entonces, Martínez Munuera pitó un claro penalti sobre Benzema, tras un contragolpe. Llamaba González González al colegiado para advertirle de un penalti inexistente de Militao en el área contraria justo en la jugada anterior. El central estaba de espaldas cuando el balón, que le sorprendió, le pegaba en el hombro y rebotaba en su brazo.
Aquellas decisiones costaron al Real Madrid un total de siete puntos. O al menos el tener la oportunidad de sumarlos. Cabe recordar que el conjunto blanco tuvo opciones de ganar la Liga hasta la última jornada, quedando finalmente a dos puntos del Atlético de Madrid. Si González González no hubiese tomado decisiones más que sospechosas desde la sala VOR, quizás el campeón hubiera sido otro.
