El Real Madrid cayó ante el Barcelona en un Clásico que a veces pareció un tiroteo en Dallas. Los de Ancelotti dispararon con balas de fogueo y sumaron cinco tiros a los palos, incluido un penalti marrado por Vinicius. Dembélé, el joven Fermín López y Ferran Torres fueron los autores de los goles del equipo de Xavi, aunque el resultado pudo ser otro a poco que el Madrid hubiera tenido puntería. La que le sobra a Mbappé. Y no digo más.
Ancelotti y Xavi, uno por viejo y otro por diablo, saben que los Clásicos los carga precisamente el mismísimo demonio, así que se dejaron las pruebas para los vestuarios, pero los del Zara. Ambos iban con todo su armamento pesado. Puede que el Real Madrid y el Barcelona sean equipos imperfectos, pero esos defectos hacen que sus duelos sean atrevidos, desbocados e imprevisibles. Lo que les gusta a los americanos, vamos.
Por no seguir divagando diremos que en el Real Madrid Ancelotti obedecía el leitmotiv de la «transición» que se repite como un cansino eco en el club y sentaba a Kroos y Modric. Veremos si lo hace cuando lleguen los Clásicos de verdad. No tocaba ni una pizca de los cinco de atrás que le dieron la penúltima Champions: Courtois; Carvajal, Militao, Alaba y Mendy. El centro del campo era puro músculo: Tchouaméni, Camavinga, Valverde y Bellingham, la gran esperanza blanca (en lo que llega Mbappé). Arriba, el dúo dinámico, Vinicius y Rodrygo.
Enfrente Xavi también apostaba por los cuatro en el medio, quizá porque como Ancelotti tiene mejores centrocampistas que delanteros. Por supuesto calcaba el portero y la defensa que batieron récords en la última Liga: Ter Stegen; Koundé, Araujo, Christensen y Balde. Por delante, Oriol Romeu hacía de Busquets escoltado por Pedri, De Jong y Gündogan, titular a falta del tocado Gavi. Arriba Dembélé, que quién sabe si acabará en París, y Lewandowski.
Con el espectacular AT&T Stadium de Dallas con un aspecto imponente arrancó el clásico de mentirijillas. Si es que algún Clásico lo es, que va a ser que no. A los 3 minutos una volea escalofriante de Oriol Romeu la punteó con los dedos Courtois y se estrelló contra el larguero. Fue el primer aviso de los azulgrana. Respondió poco después Vinicius con una maniobra individual marca de la casa que murió en el cuerpo de un defensor azulgrana.
El Barça pega primero
La pelota era del Barça y la presión, altísima y casi suicida, del Real Madrid. El duelo tenía ritmo y áreas. No parecía un amistoso. El equipo blanco, plagado de centrocampistas atléticos, que diría Guardiola, iba a campo abierto a por el conjunto azulgrana como no se había visto nada igual desde los tiempos de Mourinho. Después de Vini, avisaron Rodrygo y un Bellingham que ataca el espacio con la velocidad de un leopardo y la elegancia de una gacela.
Tras los avisos del Madrid llegó el gol del Barcelona. Fue una jugada ensayada fruto de la pizarra de Xavi. En una falta lateral amagaron el centro, pero la pelota llegó a Pedri, que merodeaba emboscado lejos del área. A por él fue Mendy, que corre mucho pero se despista más que un millenial. El socavón dejado por Mendy, que se olvidó de ocuparse de la marca de Dembélé, fue detectado por el canario, que se la puso de primeras al francés. Su disparo seco y cruzado, parable para un portero como Courtois, acabó dentro de la portería. El Barça se adelantaba en el Clásico.
Pudo y debió empatar el Real Madrid cinco minutos después, pero Vinicius, el nuevo encargado de tirar los penaltis (al menos hasta que llegue Mbappé), estrelló contra el larguero una pena máxima que había cometido Araujo al despejar con la mano una pelota peinada por Bellingham. Se lamentaba Vini y se lamentaba Ancelotti por la ocasión pintiparada para enjugar la diferencia azulgrana en el Clásico. Ya tenemos el primer debate en la pretemporada del Madrid.
Mientras tanto Bellingham seguía dejando detalles de su gigantesca clase como un taconazo que despertó un grito de admiración en la grada. El Barça del unocerismo se replegó y entregó la pelota a un Real Madrid que comenzó a tener posesiones largas y a cercar el área de Ter Stegen. Que salvó a su equipo en el 31 al sacar a mano cambiada y con una palomita una falta directa venenosamente ejecutada por Rodrygo.
Perdona el Madrid
En media hora Tchouaméni y Camavinga ya habían visto sendas amarillas por haberse llegado puestos a dos rivales con entradas impropias de un amistoso. Xavi tuvo que retirar del campo primero a Christensen y después a Araujo. El Clásico se tomó un respiro en el juego pero no en la intensidad de ambos equipos, que no se regalaban ni un centímetro. En el 38 volvió a tenerla el Real Madrid en una jugada rocambolesca. Arrancó con un disparo de Vinicius al larguero, luego de Bellingham al poste y al final de Rodrygo que tocó en un rival y se fue al córner.
A la ocasión del Real Madrid le sucedió una del Barça provocada por el inefable Mendy, que perdió un balón al resbalarse y dejó a Dembélé solito ante Courtois. El meta belga hizo la parada nuestra de cada día y metió una mano salvadora. Llegó después una coz de De Jong a Militao que provocó una tangana multitudinaria. La resolvió el colegiado con una amarilla y era una roja como un piano.
Luego cayó lesionado Mendy, que va más al médico que un jubilado aburrido, y entró por él Fran García. Y con ese cambio nos fuimos al descanso. Eso sí, con todo el mundo con cara de haber tenido una paralela de Hacienda el mismo día que te pica una avispa en el trasero y te deja tirado el coche. Ni siquiera los jugadores del Barcelona, que llegaron al intermedio por delante en el marcador, parecían contentos. Los del Real Madrid, menos, claro.
El primer tiempo del Clásico había tenido una intensidad propia de una final de Copa o de un duelo de Champions. Y si estamos con estas y no ha acabado julio, no sé qué va a pasar en abril. Arrancamos la segunda parte con los mismos guerreros que habían concluido la primera. Pero Ancelotti se montó en el Delorean y puso a calentar a Kroos y Modric. Su equipo saltó algo despistado y sólo Vinicius parecía enchufado al Clásico.
En el 58 Carletto llamó a su vieja guardia: Kroos y Modric por Valverde y Camavinga. Justo antes Koundé se había llevado puesto a Vinicius en una fea entrada que quedó impune. El Clásico, que había perdido vigor y fútbol, se mantenía vivo por la intensidad y los piques. En el 61 fue Tchouaméni el que también se topó con el palo, el cuarto del Real Madrid en el partido. Su disparo lejano y seco lo repelió el travesaño. A los de Ancelotti les faltaba puntería y flor.
Lo trató de arreglar Carletto con Joselu por Bellingham y el regreso del equipo al 4-3-3 con el que tan cómodo se ha sentido siempre. También movía su banquillo Xavi, por lo que el Clásico comenzó a convertirse en un carrusel de sustituciones. Dominaba el Real Madrid pero se defendía con cierto oficio el Barcelona. Joselu se afanaba por cabecear todo lo que volaba por el área y a veces lo conseguía, pero a su equipo se le empezaba a agotar el tiempo.
Vinicius protagonizó un sprint con la pelota cosida al pie que estuvo a punto de abrochar un golazo con un toque sutil que se marchó desviado por centímetros junto al palo derecho de Ter Stegen. Al Madrid le volvía a faltar puntería. Y volvió a pagarlo poco después tras una pérdida de balón de Kroos en el centro del campo que aprovechó el joven Fermín López con un disparo seco ante el que nada pudo hacer Courtois.
Con el 2-0 y el Clásico en el bolsillo aún apareció Vinicius con otro jugadón marca de la casa en el 86. El gol del brasileño volvió a toparse con el travesaño, el quinto del Real Madrid en el partido. Fue la ocasión postrera que resumía a la perfección lo que le faltó al equipo de Ancelotti frente al Barcelona: puntería. Pues eso, la que le sobra a Mbappé.
Y aún le daría tiempo al Barcelona a lograr el tercero, en otra jugada imponente del joven Fermín que culminó Ferran Torres. Demasiado premio para un Barcelona ordenado sin alardes y demasiado castigo para un Real Madrid que echó en falta un tipo capaz de hacer goles en los grandes partidos. Insisto: lo que le sobra a Mbappé.
Tic, tac, tic, tac.