El madridismo se ha encandilado. Fede Valverde ha entrado por los ojos del Bernabéu y parece que el romance va para largo. Corría el minuto 78 del derbi ante el Atlético de Madrid cuando el coliseo blanco coreó al unísono el nombre del Pajarito. Su esfuerzo y despliegue habían conquistado definitivamente a un público no muy dado a regalar elogios.
Pero no hay manera de no encandilarse con un futbolista que es todo entrega, despliegue y carácter. El madridismo no ha vivido en mucho tiempo a un jugador como Valverde, alguien que encaja genéticamente con lo que el público del Bernabéu exige. Buena zancada, elegante y al mismo tiempo un trabajador incansable.
Porque Valverde exhibió ante el Atlético de Madrid su versión total. En la primera parte deleitó al público con un tremendo despliegue físico arrancando desde la banda y dejando en evidencia a los laterales del Atlético. Aunque no sea extremo, el uruguayo guarda una capacidad sobresaliente para sobresalir allá donde le coloque Zidane.
En la segunda mitad, con el centro del campo merengue más despoblado, Valverde pudo lucirse mucho más. Subió la presión blanca hasta el campo del Atlético, robó y robó balones por anticipación hasta la extenuación e incluso se aventuró a probar a Oblak sacando un trallazo desde fuera del área.
Valverde se hizo con el show y fue uno de los hombres que cambió cara a un duelo que casi vale una liga. El Pajarito se ha afianzado como clave en la medular junto a Casemiro. El Real Madrid, que muchas veces adoleció de físico en esa parcela, ha encontrado a su pánzer para competir de tú a tú con equipo como el Atlético de Madrid.
El Bernabéu, como no podía ser de otra manera, correspondió a su esfuerzo con aplausos y vítores. El jugador se llevó el premio al más destacado del encuentro y eso que no marcó. Sin embargo, a nadie le pasa desapercibido que aquí hay centrocampista para una década.