Final Four de la Euroliga

Así se fraguó la histórica jugada de Llull: «Es la canasta de mi vida»

Canasta Llull
Llull anotando la canasta decisiva de la final. (EFE)

Faltaban 12,7 segundos para el final de la Euroliga. Sergio Llull no había anotado ni un punto contra el Olympiacos, pero no dudó ni un segundo cuando su entrenador le propuso el reto de jugarse la última posesión de su equipo, la que podía convertirle en un héroe o un villano para la historia. No era la primera vez que lo hacía y tampoco sería la primera que salía airoso de un momento tan peliagudo. Pero nunca así de importante, así de trascendental: la canasta que metió la undécima Copa de Europa en las vitrinas del Real Madrid.

«Según hemos llegado al tiempo muerto Chus me ha dicho si la quería yo y yo le he dicho que sí. Ha marcado la jugada pero no sé muy bien lo que ha dicho porque yo ya me he puesto a mentalizarme. Si me dices que repita la jugada… No sé ni quién estaba delante, si había algún compañero solo, cuánto quedaba… Ni idea», rememoraba Llull solo unos minutos después de ganar su tercera Euroliga, ya con la gorra de campeón y su eterna red, esa que corta cada vez que gana un título, colgada al cuello.

Causeur sacó de banda y le entregó la pelota a Llull. En los extremos, bien abiertos aguardando su oportunidad si la pelota se acercaba a ellos, se posicionaron Sergio Rodríguez y Mario Hezonja. Tavares fue a ponerle el bloqueo al balear, el Olympiacos hizo cambio defensivo y Llull se encontró de bruces con Moustapha Fall, ese al que luego ni siquiera recordaba. Lanzó una parábola inmensa que esquivó al gigante y entró en el aro casi limpia. Sloukas pudo arrebatarle el papel de héroe, pero el griego falló su intento sobre la bocina. La gloria era para Llull, para el veterano ejecutor que sigue el rifle bien engrasado a sus 35 años.

«El entrenador ha confiado en mí en esa última jugada y ha salido bien, así que muy contento. Es la canasta de mi vida, le pasa por la derecha a la de Málaga (final de la Copa del Rey 2014). Esta es para ganar una Euroliga. Acepto esa responsabilidad sabiendo que puedo fallar y ser el culpable de un desastre o la puedo meter y ayudar a mi equipo a ganar, como ha pasado esta vez. Hay que ser valiente a la hora de tomar esa decisión», reflexionaba.

«No hay otro»

Poco después, Chus Mateo resumía su decisión con una frase muy sencilla, de esas que desarman toneladas de tácticas y estrategias: «No hay otro que meta esas canastas más que él». «No había ninguna duda, todos los compañeros pensábamos en darle la bola porque no le importa asumir esa responsabilidad. La justicia poética ha sido que seamos muy felices todos, pero me alegro especialmente por Sergi. Siempre ha ayudado al equipo a mejorar. Ha jugado el final de partido y lo ha vuelto a hacer. Hemos tenido la fortuna de que hoy el baloncesto nos ha sonreído a nosotros», agradecía el entrenador.

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