El Real Madrid se ha proclamado campeón de Europa por undécima vez en su historia tras llevarse una espectacular final frente al Olympiacos en el Zalgirio Arena (78-79). Una canasta de Sergio Llull a falta de tres segundos obró la enésima remontada en la ciudad lituana y coronó al equipo de Chus Mateo, que toca la gloria en su primera temporada al frente del equipo. Sergio Rodríguez fue el otro héroe de esta Euroliga inolvidable que el Madrid se ha llevado con cinco victorias seguidas tras ir 0-2 en la eliminatoria contra el Partizan.
El MVP fue para Tavares, más que merecido, pero en la historia quedará grabado una nueva heroicidad de Llull, seguramente la más inesperada a sus 35 años, y el liderazgo de otro ilustre veterano, el Chacho (15 puntos, 9 asistencias). Entre ambos y una imprevisible defensa en zona que acabó socavando al Olympiacos, dejaron sin premio la espectacular actuación de Vezenkov (29 puntos). Cinco años después, el Madrid vuelve a reinar en Europa. Hace un año perdió el título por un punto. Ahora lo gana por la misma exigua diferencia. Justicia poética a orillas del río Niemen.
Nadie habría pronosticado cuál sería la primera canasta de la final: un triple del más bisoño de todos, Eli Ndiaye. El senegalés encendió la mecha de esta fase inicial de tanteo (9-9) en la que el Olympiacos se agarró a la muñeca de Isaiah Canaan -tres triples en el primer cuarto- y el Madrid al buen arranque de Williams-Goss, pero pronto sufrieron los blancos la primera dentellada de su rival.
El Olympiacos, esa «máquina de baloncesto» en palabras de Chus Mateo, pisó el acelerador animado por una hinchada enfervorecida y se apuntó un parcial de 15-3 que amenazaba con romper el tablero cuando la partida apenas había empezado (24-12). Pero pensar eso equivale a no conocer al Real Madrid. Aguantó como pudo este primer chaparrón, desatado por el MVP Vezenkov, y apretó los puños presto a su tarea favorita: remontar. Cómo le gusta remontar.
Los argumentos de la reacción fueron el dominio del rebote, la dirección de Sergio Rodríguez, la energía de Mario Hezonja y una sorpresa desde la pizarra de Mateo. El técnico planteó una zona 2-3, la gran favorita de las ligas municipales pero tan cara de ver ya en la élite, que le funcionó de maravilla durante muchos minutos. En un pispás, parcial de 0-9 y el Madrid irrumpiendo en la final (24-21), poniendo un nudo en cada ruidosa garganta griega.
El equipo que había ganado dos veces seguidas en Belgrado no iba a arredrarse por unos gritos de nada. El parcial blanco acabó creciendo hasta un rotundo 5-19 que le procuró su máxima renta (40-45). Lo hizo a fuerza de triples, calientes las muñecas de Randolph, Hezonja, Causeur, Musa, chof, chof, ante un Olympiacos que perdía eficacia, pero no la cara al partido gracias a la omnipresencia de Vezenkov. Pocas pérdidas, buenos porcentajes. La final había roto en un partidazo y el marcador declaraba combate nulo al descanso (45-45).
Chacho… ¡y Llull!
Empezó la segunda mitad igual que la primera, con el Madrid de vuelta a una defensa individual más ortodoxa y con Canaan enchufado: otros dos triples. Con eso le bastaba a la pequeña Atenas de la grada para volver a calentar el ambiente. El menudo base estadounidense, que no había promediado ni 6 puntos en esta Euroliga, se confirmaba como el factor X en manos de Bartzokas (57-52).
Williams-Goss se pisó la pelota en el pie y Mateo dijo basta: que vuelva el Chacho… y que vuelva la zonita municipal. Lo primero que hizo el canario fue meter una bandeja sublime, suspendido en el aire sobre el griterío griego. Qué delicia. Por dentro Tavares sumaba, claro que sumaba, pero sin la dictadura de otros días por culpa de otro gigantón, Moustapha Fall. Sólido el Madrid y la final de nuevo empatada a falta de 12 minutos (59-59). El aro escupía el triple de Rudy sobre la bocina del tercer cuarto y +4 para los griegos antes del último parcial.
Cuando la pelota empezaba a arder de verdad, nada como dársela al MVP. Vezenkov, convertido en un killer infinitamente superior al que salió de Barcelona, metió cinco puntos seguidos para acercar a la orilla al Olympiacos (68-61). Después de mucho tiempo de igualdad, la balanza volvía a decantarse del lado heleno y el Madrid de las remontadas necesitaba otra muesca en su revólver.
Antes de que la vieja guardia se pusiera a su tarea favorita, emergió Causeur, ese jugador que siempre florece en mayo, con dos triples a los que respondió de la manera el obcecado Vezenkov. Qué tipo. El francés mantenía a los blancos a flote a falta de los últimos cinco minutos (74-70), la Euroliga más igualada de los últimos años fiel a la emoción hasta el final.
Tras varias posesiones de tembleque en ambos bandos, una inoportuna protesta del Chacho fue sancionada con técnica y el Olympiacos dio otro pasito con 3:11 por disputar (76-70). Machacó Tavares, anotó Canaan de media distancia. Otro minuto menos en la contrarreloj de los blancos. ¡Bandeja del Chacho! 78-74 entrados ya en el penúltimo minuto de la final. Cuando Tavares se disponía a matarla de nuevo, apareció la manita endiablada de Canaan para provocar una pérdida que parecía fatal. No tan rápido.
Porque apareció el Chacho, eterno Chacho, para clavar un triplazo que ponía al Madrid a uno a falta de 46 segundos (78-77). El Olympiacos desperdició su siguiente posesión con un tiro pésimo de Fall y el Madrid tendría su oportunidad. 12,7 segundos para ganar la Euroliga. Y le tocó a Llull, eterno Llull, que anotó de media distancia para poner patas arriba la final (78-79). 3,2 segundos finales para el Olympiacos. Falló Sloukas. El Madrid, campeón de Europa.