El ‘peque’ Schwartzman quiere ser gigante ante su amigo Nadal
El cuarto escollo de Rafael Nadal en el Open de Australia es a priori el que presenta una mayor dificultad, por nivel y experiencia reciente, para un tenista que busca llegar al próximo domingo con opciones reales de conquistar su segundo título en Melbourne Park.
Diego Schwartzman (Buenos Aires, 1992) se ha ganado un puesto entre los dieciséis mejores del primer Grand Slam del año por mérito propio, confirmando que su consolidación en la élite de la ATP es una realidad, a pesar de que para muchos parecía utópica por las particulares características de este ejemplo de superación constante que buscará amargarle la velada a su amigo Rafa.
Schwartzman sería un bajito más en otros deportes, pero en el caso del tenis, sobre todo en los últimos años, el suyo es un caso único en cuanto a competitividad teniendo en cuenta unas capacidades físicas adversas. El Peque sólo levanta 170 centímetros del suelo, 15 menos, por ejemplo, que su rival en los octavos de final del Open de Australia, un Rafael Nadal con el que mantiene una gran relación. «Diego es una persona simpática, educada y que además juega bien al tenis. Mi forma de encarar el partido será igual que cada día, pero siempre con un poquito más de cariño y respeto por alguien que tengo buena relación», aseguró Rafa sobre el argentino al conocer que sería su próximo rival en Melbourne.
Las posibilidades de Schwartzman para hacer peligrar la permanencia de Nadal en Australia se reducen en pelear más que el que más pelea del circuito y en meter más pelotas que la persona que ha escrito páginas en los libros de historia del tenis de esta manera. En menos palabras, Diego se enfrenta poco menos que a un imposible. Al igual que sucedió con Dzumhur, el servicio del Peque es uno de los más débiles del circuito, penalizado en su caso de forma exagerada por la altura, y sus segundos servicios serán con total seguridad utilizados por Rafa para sumar breaks a su favor.
El nivel de saque, hasta el momento notable, del número uno, puede marcar por tanto el devenir de un encuentro para valientes en España –comenzará sobre las 4:30 en territorio nacional–, y que será seguido con atención absoluta en Argentina, donde Schwartzman se ha convertido por mérito propio en un auténtico reclamo.
Su físico ayuda a resultar más querido por la calurosa afición albiazul, pero es su historia la que ha llevado a los supporters argentinos a confiar sus fuerzas en el menudo tenista bonaerense. Schwartzman proviene de una familia humilde que pasó dificultades para sacar adelante tanto al ahora tenista como a sus hermanos. El propio jugador contó una anécdota en una entrevista a La Nación que refleja las penurias que pudieron pasar en tiempos pasados tanto él como sus allegados. «Cuando comencé a a jugar al tenis, mi mamá vendía pulseras en los torneos para poder tener dinero para pagarme los viajes y sacar adelante la familia. Vivíamos prácticamente en la pobreza, y actualmente ya somos una familia de clase media, y eso se lo debo a mis padres y a mis hermanos», afirmó, agradecido, un jugador que ha pasado de sobrevivir a codearse con los rivales más poderosos con la raqueta como único medio para sentirse tan grande como el que más.
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