Este país europeo tiene una ley que prohíbe morirse en ciertas zonas
¿Sabías que hay un lugar en un país europeo donde está prohibido morirse? En el extremo norte de Europa, a miles de kilómetros de la civilización y bajo las gélidas temperaturas del Ártico, se encuentra Longyearbyen, una pequeña localidad ubicada en el archipiélago noruego de Svalbard. A sólo 1.500 kilómetros del Polo Norte, es famoso una ley que puede parecer increíble en otros contextos: desde hace más de 70 años, está prohibido morirse porque el frío hace que los cadáveres no se descompongan, lo que podría poner en riesgo la salud de sus habitantes.
Pero, ¿cómo es posible que una ley de este tipo exista en pleno siglo XXI? Lo cierto es que Longyearbyen, por sus características únicas, ha sido un terreno fértil para leyes y regulaciones poco convencionales. Con temperaturas que pueden llegar a los 30 grados bajo cero en invierno y noches polares que se extienden por varias semanas, el pueblo ha tenido que enfrentarse a desafíos enormes en cuanto a salud pública. Es una comunidad que, si bien cuenta con la infraestructura de una pequeña ciudad, sigue siendo parte de un ecosistema natural que no permite la descomposición natural de los cuerpos.
Prohibido morirse en este país europeo
La ley de 1950 que prohíbe morirse en Longyearbyen tiene sus raíces en el clima de la región. En el pasado, Svalbard fue un lugar utilizado para la minería, y los trabajadores eran conscientes de las dificultades que el frío extremo traía consigo. A pesar de ser territorio noruego, la vida en este lugar remoto no siempre fue fácil. La idea de que los cuerpos no se descomponen adecuadamente en las bajas temperaturas no es una simple superstición o un mito; tiene una base científica.
El proceso de descomposición de los cadáveres requiere de ciertas condiciones de humedad y temperatura que, cuando se alcanzan, permiten que las bacterias y otros microorganismos hagan su trabajo. Sin embargo, en Longyearbyen, las bajas temperaturas impiden que el proceso de descomposición ocurra de la manera habitual, y en lugar de desaparecer con el paso del tiempo, los cuerpos se conservan durante años, e incluso décadas, en el suelo helado.
Esta situación presenta un serio riesgo para la salud de los habitantes del pueblo. El miedo es que los cadáveres no solo queden a la intemperie en el suelo, sino que puedan liberar virus que aún estén presentes en el organismo. Algunos investigadores han señalado que, en el pasado, el frío extremo podría haber ayudado a preservar cuerpos infectados por enfermedades mortales como la gripe española o la peste.
Para evitar cualquier posible riesgo de contagio, las autoridades noruegas decidieron en su momento que, para la seguridad pública, cualquier persona que estuviera cerca de la muerte o tuviera una enfermedad terminal debía abandonar Longyearbyen y ser trasladada a un lugar con condiciones sanitarias más adecuadas.
La idea de que en un lugar en un país europeo pueda prohibir a sus habitantes morirse parece algo sacado de una película de ciencia ficción. Sin embargo, la medida adoptada por Longyearbyen responde a una realidad muy concreta. En este pueblo, no sólo los residentes están obligados a emigrar si su salud está en riesgo, sino que también deben hacerlo las mujeres embarazadas, quienes no pueden dar a luz allí debido a los riesgos sanitarios inherentes al clima.
Para garantizar que la vida de los residentes no esté en peligro, las autoridades han establecido ciertas normas que restringen la permanencia de personas en situaciones vulnerables.
Ordenanzas similares en otros lugares
En 2015, en Sellia, un pequeño pueblo de la Toscana italiana con apenas 530 habitantes, el alcalde aprobó una medida que sorprendió al mundo: prohibió a sus vecinos dejar este mundo y pasarse al más allá.
Lo curioso de esta decisión es que el 60% de los habitantes del pueblo eran personas mayores, muchas de ellas de más de 75 años. La normativa obligaba a todos a realizarse un chequeo médico anual y a cuidar su salud, bajo la amenaza de aumentar sus impuestos si no cumplían. El principal objetivo de esta ley tan inusual era evitar la despoblación del pueblo, que, como otros de la región, estaba viendo mermada su población debido al envejecimiento.
Una medida similar, pero aún más llamativa, fue la que se tomó en la isla japonesa de Itsukushima, famosa por su santuario y considerada un lugar sagrado. En 1868, los monjes locales decidieron que ni la muerte ni el nacimiento serían permitidos en la isla, con el fin de mantener la pureza del lugar. Así, hasta hoy, no existen cementerios ni hospitales en esta isla, lo que convierte esta prohibición en una de las más extraordinarias de la historia.
En España también hemos tenido ejemplos de alcaldes que han tomado medidas insólitas en relación con la muerte. En Lanjarón, Granada, en 1999, su alcalde José Rubio sorprendió a los 3.870 habitantes del municipio con un bando en el que prohibía la muerte debido a la falta de espacio en el cementerio local.
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