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Sin alardes ni fanfarrias, el éxito silencioso de Leonor: "Todos hacen piña en torno a ella"

La princesa Leonor se encuentra en su etapa más intensa de formación militar

Mantiene una vida estricta y exigente, sin buscar privilegios, integrándose plenamente en la rutina diaria y en la convivencia del grupo

Su verdadero logro no es solo técnico, sino humano: ha aprendido que la autoridad se gana con respeto y cercanía

  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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La princesa Leonor vive estos meses la etapa más intensa y decisiva de su formación militar. San Javier, la base del Ejército del Aire y del Espacio en Murcia, se ha convertido en su casa, en su rutina y en el escenario de un logro que trasciende los uniformes y los simuladores: ganarse el respeto y el afecto sincero de quienes conviven con ella. «Todos hacen piña en torno a ella. Se ha ganado que todos la blinden», aseguran fuentes cercanas a la princesa Leonor a las que ha tenido acceso LOOK en exclusiva. Lo que podría haber sido una convivencia marcada por la distancia y el protocolo se ha transformado en una relación de confianza, de admiración y, sobre todo, de cariño genuino. Nadie duda ya de que la princesa ha conquistado a su entorno sin necesidad de imponer su posición.

Cuando comenzó su andadura militar, en la Academia de Zaragoza, hubo normas no escritas que marcaban cómo dirigirse a ella y qué se podía o no hacer en su presencia. Eran las precauciones lógicas ante una figura tan especial. Sin embargo, con el paso de los meses, esas reglas se disolvieron solas. «Al principio sí hubo normas, pero desaparecieron porque nadie quería hacer nada en su contra. No por miedo, sino por respeto y porque se la quiere», cuentan quienes la conocieron en su primera etapa. Esa naturalidad se repite ahora en San Javier, donde Leonor se comporta como una más. No reclama ningún trato de favor ni tolera excepciones. Duerme en las mismas habitaciones que sus compañeras, come en el mismo comedor, cumple el mismo horario y soporta la misma exigencia física. Su día comienza a las seis y media con la diana, sigue con maniobras, clases teóricas, entrenamiento y estudio, y termina a las diez de la noche con la retreta. «Todo está medido al milímetro. No hay margen para el ocio ni para el descanso prolongado, pero ella jamás se queja», explican en la base.

La princesa Leonor en Asturias. (Foto: Gtres)

Llama la atención la discreción con la que se gestiona su seguridad personal. Los escoltas son pocos y están tan bien integrados que apenas se perciben. «Van perfectamente camuflados. Ella no quiere que nadie se sienta observado o condicionado por su presencia», aseguran. Esa forma de protegerse sin marcar distancias ha sido, en parte, la clave de su éxito: Leonor transmite confianza porque se esfuerza por ser accesible. Usa expresiones coloquiales, habla sin rodeos, se ríe de sí misma y, cuando toca, deja escapar alguna palabra que no aparece en los discursos oficiales. Paga con Bizum, pocas veces lleva efectivo y no duda en hacer cola o ayudar a recoger. Esa cercanía, inesperada en alguien con su rango, desarma incluso a los más escépticos.

En lo personal, muchos ven en ella un reflejo de su abuelo, el Rey Juan Carlos. No tanto por su carácter aventurero, sino por la simpatía natural con la que se gana a la gente. «Tiene ese magnetismo que él tenía. Te mira, te escucha, y enseguida te sientes cómodo», dicen desde su entorno. De su padre, el Rey Felipe, ha heredado la serenidad, la disciplina y el sentido del deber. De Letizia, la determinación y la capacidad para mantenerse firme en cualquier circunstancia. Pero Leonor ha desarrollado su propio estilo, más espontáneo, menos rígido, más cercano a su generación que a la institución que representará.

La princesa Leonor en San Javier. (Foto: Gtres)

A pesar de la presión que implica ser la futura jefa del Estado, la princesa ha sabido mantener un espacio personal discreto. Mantiene el contacto con sus antiguos compañeros de Zaragoza, a quienes aprecia especialmente. «Ha estado allí alguna vez tras finalizar su formación la Academia. Ella es muy reservada, pero no olvida a sus amigos», cuentan. En la capital aragonesa disfrutó como cualquier otra joven de su edad: fiestas populares, coches de choque, escapadas con sus compañeros. «En Marín no fue igual; el ambiente era más cerrado. Pero en Zaragoza y en San Javier ha encontrado su sitio».  Sobre su vida sentimental, todos coinciden en restar importancia a los rumores. «Tuvo afinidades, sí, pero nada serio. Como todos. Y aquí nadie habla de eso. Hay respeto, no miedo. Nadie quiere perjudicarla ni exponerse».

Su día a día en la base transcurre entre la exigencia del aprendizaje y la convivencia en grupo. Alterna las horas de vuelo en el simulador con clases de aerodinámica y entrenamiento físico. A veces, cuando el horario lo permite, se escapan al cercano San Pedro del Pinatar o a Cartagena. En esas pequeñas salidas, Leonor disfruta del anonimato relativo que le da el uniforme. «Es una más. Se la ve relajada, sonriente, disfrutando. Nunca va de princesa», aseguran quienes la han visto fuera del recinto. Dentro, sin embargo, su comportamiento sigue siendo ejemplar. «Es muy responsable, pero también divertida. Si se equivoca, lo asume. No tiene problema en reírse de sí misma. Es humilde y muy trabajadora». 

La princesa Leonor en Zaragoza. (Foto: Gtres)

En los entornos castrenses, Leonor ha logrado algo que va mucho más allá de los títulos o los rangos: ganarse el respeto y la confianza de quienes la rodean. «Se ha ganado algo que no se impone con normas ni jerarquías: el respeto. Todos sienten que forma parte del grupo, y eso no lo consigue cualquiera», confirman fuentes cercanas a la princesa a las que ha tenido acceso LOOK. Lo que comenzó como una misión institucional se ha transformado en una experiencia personal que está moldeando su carácter, su liderazgo y su forma de relacionarse con los demás.

Más allá de la instrucción militar, de las clases teóricas, de los entrenamientos o de los vuelos en el Pilatus, el verdadero aprendizaje de Leonor ha sido humano. Ha comprendido que la autoridad no se impone, que la confianza se gana y que el afecto se inspira, no se exige. Su mayor logro tras los focos no ha sido solo dominar la técnica, sino construir una red de lealtad genuina entre quienes podrían haberla visto solo como una figura lejana. Nadie la protege por obligación; todos lo hacen por convicción. Y en ese pequeño milagro cotidiano, discreto y sin titulares grandilocuentes, reside su auténtico triunfo: una princesa que lidera con cercanía, coherencia y humanidad, y que se ha ganado el respeto de todos sin necesidad de imponerse.

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