El día que Lady Di quiso quitarse la vida
Sale a la luz uno de los episodios más trágicos de la vida de Diana de Gales. Veinte años después de su muerte, Andrew Morton reedita su biografía y añade el contenido de las cintas en las que la Princesa confesaba sus temores. Ya el día de su boda, una jovencísima Diana sintió que el cuento de hadas con el que había soñado iba a convertirse en una pesadilla. De camino al altar, la madre del ahora Duque de Cambridge fue consciente de que esta decisión iba a cambiar su vida, tanto que aquella jovial y alegre Diana dio paso a una mujer triste y ojerosa que pensó incluso en quitarse la vida. «Intenté cortarme las venas con una cuchilla de afeitar», le terminó confesando a Morton.
Aquella fatídica decisión la tomó solo días después de darse el ‘sí, quiero’. Lo que debía convertirse en el día más feliz de su vida, ya estaba lejos de serlo incluso antes de llegar al altar. «Iba como un corderito hacia el matadero», cuenta Lady Di en unos audios inéditos hasta la fecha. Su pesadilla estaba a punto de comenzar, pero su punto álgido tendría lugar unos meses después, durante su luna de miel en Balmoral.
Allí Diana seguía tan apática como los últimos meses. Era consciente de que su marido quería a otra mujer y ella se esforzaba por intentar estar a la altura. Cuando Carlos le dijo que «estaba un poco gordita», Diana se obsesionó con su físico, hasta el punto del suicidio y fue entonces cuando decidió acabar con todo y cortarse las venas. Y es que su desesperación era tal que vio en la muerte la única alternativa. Finalmente Diana no logró su propósito, pero consiguió salir de Balmoral. A los pocos días descubría que estaba embarazada de su primer hijo, Guillermo, un motivo que le dio fuerzas para intentar seguir adelante.
Los príncipes de Gales en Balmoral / Gtres
Un cuento de hadas con final trágico
La pesadilla de Diana comenzó la noche antes de su boda. La Princesa compartió con Morton sus pensamientos del día previo al enlace sintiéndose profundamente engañada. «Carlos me envió un precioso anillo-sello con el emblema del Príncipe de Gales la noche antes con una nota que decía que estaba muy orgulloso de mí», confesó una Diana consciente de aquel detalle formaba parte de la mentira.
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La presión que ella sentía desembocó en un fuerte ataque de bulimia durante su última noche de soltera: «Estaba asustada y tenía miedo de lo que la Reina podría pensar de mí, de no estar a la altura».
Su miedo y tensión estaban justificados. Era consciente de la especial relación que existía entre Carlos y Camilla Parker Bowles, aunque ella estaba profundamente enamorada del Príncipe. La joven Diana, profesora de guardería, se encontraba sola ante el mundo; un mundo que la consideraba la mujer más afortunada del planeta. De la mano de su padre, cuando Diana entró en la catedral de San Pablo no podía evitar buscar a la actual Duquesa de Cornualles con la mirada: «De camino al altar, no hacía otra cosa que buscar a Camilla, sabía que estaba allí». Fue el principio de las dudas sobre su matrimonio. Una mujer enamorada que salía de la iglesia convencida de que su marido amaba a otra.
Luna de miel convulsa
La situación tampoco mejoró durante su luna de miel. «Cuando estábamos en el crucero, llegué a tener hasta cuatro episodios de bulimia al día», decía la Princesa. Y mucho menos cuando llegaron a Balmoral.
Diana de Gales y sus hijos / Gtres
«Soñaba todo el rato con Camilla, no paraba de tener pesadillas». Camilla Parker se convirtió en su mayor temor. Un temor justificado pues como ella misma aseguró, «en mi matrimonio éramos tres».
Los príncipes de Gales / Gtres
La situación en Balmoral se hizo insostenible para la joven princesa. Su marido la ignoraba, no encontraba su sitio y se sentía incomprendida. Todo el mundo le exigía al máximo y como ella misma declaró: «No pueden esperar que aprenda a ser princesa en quince días». Diana necesitó ayuda de especialistas médicos para asimilar su nueva posición, pero a pesar de todo, tocó fondo en Escocia: «Intenté cortarme las venas con una cuchilla de afeitar». Días más tarde regresaba a Londres y descubría que estaba embarazada de Guillermo.
La llegada de Guillermo
Diana nunca olvidó cómo se sintió el día que Guillermo vino al mundo. Fue el 21 de junio de 1982 y ese día fue escogido porque Carlos no podía renunciar a sus torneos de polo. Para la princesa, los compromisos de su marido eran más importantes que el nacimiento del niño. «Tuvimos que buscar una fecha para el nacimiento de Guillermo que le viniese bien a Carlos», aseguró.
Aquel gesto del heredero solo era uno más de una larga lista que hicieron d Diana una mujer muy insegura. Además, se sentía sola y muy observada. La presión mediática hizo mella en ella y le tuvieron que provocar el parto. Todo salió bien a pesar de sus preocupaciones y hasta la Reina bromeó sobre el bebé: «Menos mal que no tiene las orejas de su padre».
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Sin embargo, la vuelta a casa fue muy difícil. La depresión postparto se adueñó del carácter de la joven, que era incapaz de tener un pensamiento positivo y apenas compartía tiempo con su marido. Sin que nadie consultara con ella, se confirmó el bautizo para un mes y medio después del nacimiento. Ni Diana ni su hijo Guillermo se encontraban bien, pero eso no le importó a nadie. Con el tiempo, Diana confesó lo desesperante que fue para ella ese día: Solo habían pasado seis semanas desde que había dado a luz, no se encontraba bien, no se sentía guapa y parecía como si no le importase a nadie. «Todo estaba descontrolado, tenía ganas de gritar y hasta Guillermo se puso a llorar, como si supiera que yo estaba mal», aseguró la Princesa.