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‘El chico de las Musarañas’: un intento de suicidio y una tensa relación al descubierto

Ana Obregón y Aless Lequio paseando. / Gtres
Ana Obregón y Aless Lequio paseando. / Gtres
Sheila González Oliva
  • Sheila González Oliva
  • Periodista especializada en corazón, moda, belleza y lifestyle.
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Ha llegado uno de los días más especiales y señalados para Ana Obregón. Este 19 de abril ha salido a la venta El chico de las musarañas, ejemplar que comenzó escribiendo Aless Lequio antes de morir aquel 13 de mayo de 2020 a consecuencia del cáncer que padecía. Por lo tanto, ya han salido a la luz algunas de las bombas que hay plasmadas en las líneas del mencionado título que tanta expectación ha generado en las últimas semanas, ya que cualquier tipo de información relacionada con él estaba completamente embargada por deseo expreso de la presentadora.

El intento de suicidio de Ana Obregón

Ana Obregón ya confesó horas después de la pérdida de su hijo que su vida se «apagó». Por eso, el traer al mundo a su nieta mediante gestación subrogada en Miami, Estados Unidos, ha sido su salvavidas estos tres últimos años, ya que fue la última voluntad del joven emprendedor.

En este libro, Ana relata con detalle cómo fue la noche en la que Aless murió. Instante en el que pensó quitarse la vida saltando al vacío desde la séptima planta del apartamento en el que se habían hospedado durante su estancia en Barcelona debido a la recaída por la enfermedad de su hijo.

Ana Obregón y Aless Lequio en una imagen de archivo / Gtres

Ana Obregón y Aless Lequio en una imagen de archivo / Gtres

Es en el ‘epílogo’ donde Ana Obregón cuenta las horas posteriores a la trágica pérdida de su primogénito, con apenas 27 años. La presentadora cuenta con detalle que intentó suicidarse la noche el 13 de mayo. Un post que su hijo no llegó a publicar incentivó la idea de irse con él.  «Tenía todo planeado al milímetro desde hacía veinticuatro horas», confiesa. «Si mi hijo moría antes que yo, no sufriría ni un segundo: me iría con él», añade. La decisión «era firme», estaba dispuesta a lanzarse por ese séptimo piso. «Me empiné sobre la barandilla, que no era muy elevada (…). Saltar hacia el abismo era mi única opción de seguir viviendo», continúa su relato.

Ana Obregón con su hijo Aless / Gtres

Ana Obregón con su hijo Aless / Gtres

En el preciso instante en el que ella tenía sus piernas al otro lado de la valla, temblando a punto de soltarse «llamaron a la puerta». Era Alessandro Lequio, que estaba en el salón junto a sus hermanas, Celia y Amalia. «Ana… Ana… Abre la puerta, por Dios», gritó desesperado el italiano según cuenta la propia actriz. «Tienes algo importante que hacer. ¿Recuerdas lo que nos pidió Aless, su última voluntad?», expresó el padre de su hijo. Palabras que la hicieron recapacitar. «Respiré profundamente. Intenté serenarme, retrocediendo lentamente la pierna que colgaba hacia fuera para situarla de nuevo en el suelo del balcón y entré temblando en la habitación», recuerda Ana Obregón.

Una tensa relación al descubierto

En este libro aparecen cuatro personajes. Aless no atribuye de manera directa el nombre original de sus familiares a los personajes, pero sobrentiende que Tom es él mismo, Karen, su novia; doña Aitana, Ana; y don Ernesto, Alessandro Lequio.

«Nana, no estoy de acuerdo. Van a tardar más de la cuenta y Tom necesita un diagnóstico para ayer. Además, ya tenemos cita fijada para el lunes, ¿qué más te da que se lo hagan aquí o allí?», le dijo Karen (su novia) a doña Aitana (Ana Obregón). Momento que corresponde a cuando la presentadora quería cambiar el centro en el que se encontraban en ese momento para realizarle una serie de pruebas y revisiones en otro.

Tajante, la actriz tomó la última palabra: «He dicho que no». Esa misma noche, Aless fue operado en el centro al que le llevó su madre. El propio protagonista narra así las palabras que Karen dijo: «No entiendo por qué nunca me hace caso. ¿Tú crees que entiende lo que digo o directamente pasa de escucharme?». La propia Ana intervino por teléfono y con el altavoz dijo:  «Desde que estás con esa niña no haces más que hacer el memo, te ha abducido, hijo mío, ¡ya no te reconozco!».

Ante esta escena, el joven sacó una conclusión: «No hace falta ser Freud para entender los motivos que esconde el comportamiento de una madre soltera y temperamental frente a la primera pareja seria de su único hijo. Acabas aceptando la sobreprotección y solo saltas cuando las maneras rebasan los confines del respeto; cosa que empezaba a ser frecuente y no era del tono sano».

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