PERFIL

Ni camas de plumas ni jacuzzi: la sorprendente petición que JLo hizo en su hotel madrileño

Jennifer Lopez hizo una petición especial en su hotel de Madrid

Su pedido reflejaba cuidado y detalle, sin excesos

JLo es una mujer de rutinas estrictas

Jennifer López en Los Ángeles. (Foto: Gtres)
Jennifer López en Los Ángeles. (Foto: Gtres)
Marta Menéndez
  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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Ni un inodoro de oro ni pétalos de rosa esparcidos sobre la cama. Nada de sábanas de lino traídas desde el norte de Italia ni lámparas de sal del Himalaya. La verdadera «exigencia» de Jennifer Lopez durante su reciente visita a Madrid no fue otra que un desayuno-merienda cargado de proteínas, frutas y un punto de dulzura. Nada que no pudiera resolverse con una buena cocina y un reloj en hora. Pojo, no estamos hablando de cualquier petición improvisada. LOOK ha podido acceder en exclusiva al detalle de su solicitud al servicio de habitaciones del lujoso hotel donde se hospedó la diva del Bronx, y el nivel de precisión nos ha dejado con la ceja arqueada.

A las 15:10 horas, ni un minuto antes ni después, porque con Jennifer no se juega ni con los horarios ni con el apetito, alguien del equipo de la artista marcó el número interno del room service y pidió lo siguiente para la habitación 714, todo para una sola persona: «Capuchino, huevos batidos, panqueques ricos en proteínas con mantequilla derretida a un lado y jarabe de arce, avena, granola, miel y yogur griego». Y no era cualquier avena: tenía que ser «la misma que sirven» en el restaurante Aduana, ubicado en el séptimo piso del Hotel Fénix Gran Meliá, porque, según sus palabras, «a ella le encanta». Un pedido simple en apariencia, pero afinado como una partitura.

Jennifer López en Los Ángeles. (Foto: Gtres)

Jennifer López en Los Ángeles. (Foto: Gtres)

Más allá del glamour, del vestuario despampanante y del despliegue coreográfico que dejó Madrid en llamas este fin de semana, lo cierto es que JLo es una mujer de rutinas estrictas. Y eso incluye lo que entra en su cuerpo. Ni rastro de ultraprocesados, ni un triste croissant a la vista. La artista, que a sus 55 años sigue dominando el escenario con la energía de una veinteañera y el temple de una emperatriz romana, sabe que el rendimiento no viene gratis. No hay margen para improvisar cuando estás liderando una gira mundial en medio del huracán mediático que supone su posible separación de Ben Affleck, tema que ha copado titulares estos días, aunque ella ni se inmute.

Su actuación en el Movistar Arena fue más que un concierto: fue una declaración de intenciones. Sexy, poderosa, con tintes flamencos y una conexión con el público madrileño que dejó claro que JLo no viene a sobrevivir en la industria, sino a seguir reinando. Mientras algunos especulaban con una diva en horas bajas, ella se subió al escenario, pidió al público que «tuvieran la mejor noche de sus vidas» y les devolvió fuego, sudor y piel. Lo suyo no es postureo: es trabajo. Trabajo con coreógrafos, con entrenadores, con nutricionistas… y sí, también con cocineros que saben preparar la avena del séptimo piso como a ella le gusta.

Jennifer López durante un concierto. (Foto: Gtres)

Jennifer López durante un concierto. (Foto: Gtres)

Con todo, la petición al servicio de habitaciones no fue una excentricidad, sino el reflejo de una artista que no deja nada al azar. Que no necesita rodearse de caprichos absurdos para recordar quién es. Y, según ha podido saber LOOK, todo el personal del hotel coincidió en algo: Jennifer fue educada, respetuosa y profesional en cada detalle. Nada de gritos, nada de exigencias fuera de tono. Solo una mujer con una agenda apretada, una dieta estructurada y una carrera que sigue tan afilada como sus tacones.

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