Fundación ANAR: «Los padres comparten fotos de los niños en redes y les exponen a burlas en clase»
Directora de Líneas de la Fundación ANAR, organización dedicada a ayudar a niños y adolescentes en España. Diana Díaz es psicóloga y una de las grandes responsables de la atención que se le brinda a adolescentes y adultos que llaman a sus líneas para pedir ayuda o dar información sobre situaciones de violencia que pueden sufrir los menores de edad.
Algunas cifras son aterradoras. Sólo en 2021, este teléfono recibió 251.000 peticiones de ayuda en total sobre todo tipo de problemas, incluidos autolesiones y pensamientos suicidas. Díaz no sabe responder a las razones precisas de lo que está ocurriendo en la sociedad, lo que sí asegura es que «la mayoría de los jóvenes hablan de soledad, incluso de soledad acompañada. Es decir, se sienten solos a pesar de vivir con sus padres, éstos están demasiado centrados en otras cosas y no dedican tiempo familiar de calidad».
También alerta de el peligros que entraña que los padres pongan fotos y vídeos de sus hijos en redes sociales desde que nacen. Instagram, Facebook o perfiles de WhatsApp son grandes escaparates de sus intimidades y eso les hace vulnerables: «Les exponemos a burlas en el colegio, a las miradas de desconocidos y, por supuesto, a pederastas que usan las tecnologías como fuentes de información», concluye.
Durante 2021, según vuestros propios datos, habéis atendido a alrededor de 250.000 jóvenes por inseguridad, situaciones de riesgo que no comunican a sus padres, autolesiones y pensamientos suicidas. ¿Cómo puede haber tal cifra de adolescentes pensando en esto?
En 2021 la cifra de conductas suicidas fue altísima, es cierto. En los últimos diez años hemos atendido más de 9.600 casos de menores con conductas suicidas o intentos de suicidio. Evidentemente, el Covid y el confinamiento golpearon muy fuerte, pero ya desde 2015 veníamos observando conductas suicidas en este colectivo. Es un fenómeno multifactorial, claro, pero es verdad que la tecnología amplifica mucho el efecto llamada a través de foros, por ejemplo, donde se habla de autolesiones a través de procesos peligrosísimos. Las tecnologías son muy virtuosas, pero el uso inadecuado tiene muchos riesgos.
A los 13 años los niños tendrán una huella digital en redes sociales de 2.000 fotos, vídeos y datos personales. Lo grave de esto es que los que han dado toda la información son sus propios padres. ¿A qué peligros les exponen?
El fenómeno de las redes sociales y los niños es algo relativamente reciente. Por tanto, no hay consciencia de lo que de verdad puede suceder cuando pones una foto de tu hijo en tu perfil de Instagram o WhatsApp. Los padres y madres muchas veces, llevados por el orgullo, comparten sus primeros pasos, la nueva actividad extraescolar, el nuevo colegio, etc. Pero lo cierto es que compartimos demasiada información, ya no sólo por lo que comentamos en el presente, sino por lo que supone para ellos en el futuro.
Los principales riesgos es que no estamos sólo exponiendo la vida de los niños a personas conocidas, sino también a la mirada de desconocidos y no sabemos dónde pueden llegar esas imágenes. Debemos tener en cuenta que hoy los pederastas actúan a través de las tecnologías, éstas son su fuente de captación de menores de edad y las redes sociales son una herramienta poderosísima para ellos. Por eso, debemos tener cuidado porque las imágenes se pueden compartir de forma infinita.
Un día, puntualmente, podemos usar fotos de nuestros hijos; eso sí, siempre con muchas reservas porque podemos exponerles también a burlas en el colegio. En definitiva, damos tanta información de sus vidas que les hacemos vulnerables.
Tengo una duda. En el caso de padres separados, ¿uno de ellos puede prohibir al otro que suba fotos de los menores?
Eso es un tema profundo que lo podría responder mejor nuestro equipo de abogados. Pero, efectivamente, claro que existen límites y éstos están recogidos en la Carta de los Derechos Digitales de los Niños, un documento donde se recoge, entre otras cosas, que la protección del menor de edad está por encima de todo. La protección de los niños ya no es sólo un tema de discrepancias entre padres separados, sino que también es un asunto de seguridad de los menores.
En la última década, según uno de vuestros informes, los abusos sexuales contra menores se han disparado un 300%. Del total, el 80% son niñas, mientras que el 84% de los abusadores proceden del entorno más cercano del menor. Son cifras aterradoras.
Sí, así es. Es un informe que publicamos con el Colegio Oficial de Psicólogos hace alrededor de un año y, efectivamente, las cifras son aterradoras. Lo cierto, además, es que tras sacar a la luz estos datos, hemos recibido muchísimas llamadas más a nuestras líneas de Fundación ANAR pidiendo ayuda, ya que como decías, estos abusos a menores vienen del núcleo más cercano. El 80% viene de la cercanía familiar, conocidos cercanos, actividades extraescolares, etc.
¿Qué nos debe poner alerta? ¿Qué debemos observar para intuir o sospechar que estamos ante un caso de abuso sexual?
Nos puede poner en alerta, por ejemplo, que los niños tengan un cambio fuerte de actitud. También debemos observar, y eso nos debe llamar la atención, que haya un rechazo con adultos del entorno o si vemos que los niños tienen conductas sexualizadas o información sexual poco apropiada para su edad. Los abusos sexuales son muy amplios, no sólo es lo que nos imaginamos como abuso, algo que tiene que ver meramente con un tema de violación, de penetración sexual; también tiene que ver con una amplia gama de acontecimientos como la exposición de un menor de edad a imágenes sexuales poco apropiadas. Si tiene información sexual que no ha podido aprender en el entorno podemos pensar que viene de alguien o de las pantallas. Por eso es tan importante la supervisión de las pantallas y el acceso que tienen los menores a la tecnología.
Estos son los principales síntomas, pero también, por supuesto, si hablamos de abuso sexual los niños pueden presentar arañazos, rasgados, etc. Estas son evidencias que nos dan más pistas, pero debemos tener en cuenta que el 80% de los abusos sexuales no son fáciles de detectar porque no dejan marca.
Los abusos sexuales, ¿se dan de una forma más habitual en unos estratos sociales que en otros o eso no es un factor importante?
Lo que nosotros nos encontramos en las líneas de ayuda es que nos llaman de todos los estratos sociales y niveles culturales.
Cuando los niños son muy pequeños, no pueden pedir ayuda en vuestro teléfono, evidentemente. ¿Cómo se puede proteger a una persona tan indefensa?
En ANAR también contamos con teléfonos de ayuda para adultos del entorno y los centros escolares para casos como el que nos comentas, niños que no pueden pedir ayuda. Nos pueden llamar profesionales de los colegios, un vecino que escucha ruidos o golpes, personas que observan sintomatología clara de maltrato a un menor de edad. Esta es una de las formas que tenemos de llegar a escenarios de maltrato de niños menores de 10 años, ya que es a partir de esta edad que comienzan a usar el teléfono de ayuda. Me gustaría hacer hincapié en que las personas por ley estamos obligadas a trasladar a las autoridades las situaciones de riesgo que viven los menores y subrayo, además, que nuestras líneas son anónimas, ya que mucha gente tiene miedo a ir a las autoridades porque, a veces, sufren amenazas.
El uso del móvil ha sido estupendo en muchos casos, sin embargo, también ha abierto la puerta a que los adolescentes, sobre todo las chicas, hablen con desconocidos metiéndose en líos de los que luego no saben bien cómo salir. En este sentido, ¿qué situaciones reales habéis visto en ANAR?
Todos los días identificamos situaciones en las que las chicas, también chicos, pero en menor número, comienzan a hablar con desconocidos por redes sociales o a través de videojuegos. Es sencillo interactuar a través de pantallas, pero se crean vínculos irreales porque en muchas ocasiones su imagen de perfil no se corresponde con su identidad. En la mayoría de los casos, además, son personas que se hacen pasar por menores de edad, pero son adultos pederastas que tienen una intención muy clara: conseguir material pornográfico para extorsionar al menor de edad, que les siga dando más fotos y vídeos sexualizados e, incluso, abusos sexuales presenciales. Esta es la situación que más nos encontramos en nuestras líneas de ayuda.
¿Qué consejo le das a los padres para que sus hijos desconfíen de los desconocidos de las pantallas?
Nuestra misión como padres y madres es conversar y hablar con nuestros hijos. Cuando entregas un dispositivo móvil a un niño o un adolescente debemos ser conscientes de que se trata de una herramienta poderosísima de contacto con el exterior y que debemos tener mucha precaución. Es importante hablar con nuestros hijos, advertirles y tener muy claro que el tiempo de uso hay que limitarlo. Los padres muchas veces tampoco saben muy bien qué uso están dando sus hijos a ese dispositivo móvil, hay muchos chicos que practican el sexting. Es una acción que consiste en compartir fotos sexualizadas con personas desconocidas y es posible que al final de esa línea haya un pederasta. También con sus móviles pueden compartir esas fotos con amigos o con la que hoy es su pareja, etc. y terminar en manos no deseadas porque esas fotos íntimas pueden ser reenviadas de manera infinita y eso puede tener un impacto emocional en los menores de grandes dimensiones.
A veces adjudicamos a nuestros hijos el papel de expertos en las tecnologías y nosotros, como padres, tenemos el complejo de que saben más que nosotros. Debemos romper esa brecha generacional y nos tenemos que poner al día para saber cuáles son las herramientas que utilizan hoy en día los jóvenes. Eso sumado a hacerles entender con comunicación que nosotros, como padres, estamos para apoyarles. Muchos chicos están en riesgo y no se lo cuentan a sus padres porque tienen miedo a que les regañen.
Pero es que con ciertas cosas es normal que te regañen.
Evidentemente. Y pueden sentir angustia, pero es que protegerlos es su responsabilidad y la primera herramienta para hacerlo es la prevención. Lo primero, en edades tempranas, es bajarnos la herramienta del control parental para elegir los contenidos a los que no quiero que mi hijo acceda como pueden ser escenas de violencia, sexo, pornografía, pederastia, trastornos de alimentación, etc. Todo eso debe estar absolutamente vetado y no tienen que ser los niños los que se autorregulen, no tienen la capacidad y tenemos que enseñarles. Es curioso, pero cuando los padres hablan con los hijos y les ponen límites, se sienten mucho más a salvo.
Otro dato es que los adolescentes son tolerantes con las faltas de respeto en pareja, entienden el control de su vida como un síntoma del amor romántico. ¿Hay alguna explicación en esta percepción?
Un alto porcentaje de adolescentes que están sufriendo violencia de género no la perciben como tal. Es decir, no son conscientes de que están sufriendo maltrato o violencia porque en las primeras etapas esta violencia es sutil y complicada de identificar. No hablamos sólo de maltrato físico, sino también de control sobre sus vidas pidiéndoles, por ejemplo, que le manden la ubicación del móvil si están con sus amigas, fotos para saber dónde y con quién están, controlan las contraseñas del teléfono o el email, etc. Por tanto, no es raro que ellas lo identifiquen con violencia de género.
¿Qué crees que nos pasa como sociedad?
También nos lo preguntamos, todo se ha recrudecido mucho, pero nosotros tampoco podemos saber las causas. Sí sabemos lo que los jóvenes nos dicen y es que sienten mucha soledad. Ellos hablan de la soledad acompañada, están con sus familias y padres, pero todo va tan deprisa… todos vamos muy deprisa. El panorama de los últimos años ha creado mucha incertidumbre, el confinamiento ha creado muchos climas de tensión y escenas violentas, algunos viviendo con sus agresores, etc. Esto ha dejado unas secuelas enormes, pero hablan siempre de soledad porque, según cuentan, cuando quieren acudir a sus padres –su base emocional y de protección más importante– parece que no están disponibles porque tienen demasiados frentes abiertos y están demasiado centrados en otras cosas. La tecnología tampoco ayuda, no podemos soltar el móvil en una cena o cuando entramos en casa. Les pasa a ellos, pero también a los adultos, tenemos que dedicar tiempo familiar de calidad a nuestros hijos.
No tenemos que dar por hecho que nuestros hijos tienen una actitud rara porque son adolescentes, para nada. No debemos descuidar su atención, si hay un cambio brusco en nuestros hijos y está aislados, debemos acudir a un especialista y abrir vías de comunicación con ellos.
Imagino que las jornadas laborales que tenemos no alivian esa soledad, los niños llegan a casa solos después de colegio. ¿La conciliación existe aunque hablemos de ella en el papel?
La conciliación es complicada, desde luego. Hace años que existen lo que conocemos como los niños de la llave, vuelven solos a casa y siguen solos. Además, hay muchos padres que están en casa, pero sin desconectar del trabajo o de sus dispositivos electrónicos y no encontramos tiempo para hablar con los niños en el día a día. No digo que hablar con los adolescentes sea siempre sencillo, pero tenemos que abrir con ellos una comunicación para que se sientan atendidos y protegidos.
Si necesitas información, ayuda o consejo puedes contactar con la Fundación ANAR
Teléfono ANAR de ayuda a niños/as y adolescentes: 900 20 20 10
Teléfono/Chat ANAR de ayuda a familias y centros escolares: 600 50 51 52
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