Sin fútbol no hay quien remonte. Ni siquiera el Real Madrid. Ni siquiera el Bernabéu. Ni siquiera en la Champions. Lo de «cabeza, corazón y cojones» está bien como lema populista, pero este juego se llama fútbol y el equipo de Ancelotti, al menos este año, lo juega muy, pero que muy mal. Por eso no hubo ni amago de remontada ante un Arsenal que, al contrario que el Madrid, sí que está muy bien entrenado. El vértigo duró lo que tardó el autobús del equipo en llegar al estadio. Una vez allí, ya no hubo nada que hacer.
Pasó el Arsenal y lo hizo sin apuros, aunque Courtois paró un penalti a Saka a las primeras de cambio. Luego se adelantarían los gunners en el segundo tiempo, un gol que sentenciaba la eliminatoria. Rápido empató Vinicius pero fue un espejismo. El Real Madrid no tuvo ni fuerzas ni fútbol ni ánimo para intentar una remontada que sólo existió en la imaginación del madridismo. Y, para colmo, Martinelli hizo el 1-2 definitivo ya en los minutos de prolongación.
Y eso que La Castellana olía a remontada desde por la mañana. Era un aroma viejo y conocido, ochentero como un bote de Varón Dandy o de linimento Sloan, ese con el que se embadurnaban las piernas los jugadores en los tiempos de Juanito y a Camacho. Era el olor del miedo en el rival que tanto gusta en el Bernabéu, templo y manicomio de la Champions.
La conjura por la remontada, que sonaba impostada en los primeros días como un falsete de los Bee Gees, se hizo carne en la liturgia de la plaza de Los Sagrados Corazones, que latía abarrotada para recibir al autocar del Real Madrid. Sus devotos creían con el fervor de quien espera apretujado a ver pasar a La Macarena la Madrugá. Pasaron Ancelotti y sus muchachos rumbo al Bernabéu dispuestos a ponerse el traje de los milagros europeos.
Hablando de Ancelotti, el técnico eligió seguir con su esquema desequilibrado y plantear un equipo plagado de delanteros quizá porque era el día que tenía que marcar goles. El dibujo bien podía ser un 4-2-4 con sólo Tchouaméni y Fede Valverde como centrocampistas. Atrás jugaba Lucas Vázquez, decisión que disparaba los pulsos del Bernabéu. Y si no quieres caldo, dos tazas, porque en el costado izquierdo de la defensa repetía Alaba, que la pasó moradas con Saka en el Emirates, aunque Bellingham debería echarle un cable. Los centrales eran otra vez Rüdiger y Asencio y arriba, por supuesto, jugaban los cuatro (a ver si esta noche sí) fantásticos: Rodrygo, Bellingham, Vinicius y Mbappé.
Enfrente Arteta repetía equipo en el Arsenal. Los mismos que se traían el valioso 3-0 del Emirates repetían en el Bernabéu. Desde Raya bajo palos hasta Mikel Merino arriba, pasando por el incisivo Saka y por Declan Rice, el inesperado bigoleador que eligió marcar los dos primeros goles de falta de su carrera justo el mismo día y justo contra el Real Madrid.
Aprieta el Madrid
Con ambientazo y bullicio en el Bernabéu arrancó el partido. Nervioso. El partido. Bueno, y yo. Apretó el Real Madrid pero la primera falta se la hizo Mikel Merino a Bellingham. Y tanto que Mbappé marcó a los dos minutos. Lo hizo con el pecho en plan Hugo Sánchez, pero estaba en fuera de juego por una provincia. El Bernabéu ni lo festejó ni lo protestó. Tan hiperventilado salió el Madrid que Alaba se llevó puesto a Saka y vio amarilla a los tres minutos.
Monopolizaba la pelota el Real Madrid que atacaba por tierra, mar y aire. Sufría el Arsenal, que también intentaba asomarse al área a lomos de Saka, que hacía trizas a Alaba en cada jugada. A los ocho minutos hizo lucirse a Courtois con un venenoso disparo que le botó delante al belga. La echó a córner y luego fue Declan Rice el que trató de marcarse un gol olímpico. De neuvo se topó con Thibaut.
Precisamente en ese córner Asencio sujetó con tanto ímpetu y con tanta insistencia a Mikel Merino que el VAR advirtió a Letexier. El colegiado lo revisó en el monitor y no había dudas: penalti. Penalti tonto y de pardillo, de un jugador al que le ha devorado el personaje de ser central del Madrid y va sobreexcitado. La pena máxima la ejecutó Saka a lo Panenka y, cuando ya se mascaba el 0-1, apareció la mano incorrupta de San Thibaut Courtois para hacer una parada imposible y devolver al Real Madrid a la eliminatoria.
El Bernabéu lo festejó como uno de los goles que esperaba de su equipo. Volvió a cargar el Real Madrid el área del Arsenal, que se defendía sobre el borde de su área como el Atlético de sus mejores tiempos. Bellingham también se asomó al duelo con una jugada imponente en el pico izquierdo del área a la que no llegó por poco Rodrygo.
Escándalo en el VAR
Tanto apretó el Real Madrid que en el 22 Declan Rice agarró por la espalda a Mbappé. Puede que no fuera un agarrón con persistencia, pero fue un agarrón. Le cogió con los dos brazos como si Kylian se fuera a desmayar y Letexier se fue al punto de penalti. El VAR chequeó el penalti y eso que había contacto. Pero así es la UEFA, que rearbitra lo que le da la gana y cuando le da la gana. Se tomaron su tiempo, casi cinco minutos, llamaron al árbitro, el francés fue al monitor y se echó atrás en su decisión.
Entre unas cosas y otras nos plantamos en la media hora con casi 8 minutos de juego detenido entre un penalti y otro. El Arsenal había conseguido desactivar el vértigo del Real Madrid, que se había quedado en la jugada del penalti. Su defensa era impenetrable como la mirada de un jugador de póker con gafas de espejo. Apretó otra vez el equipo de Ancelotti en un par de córners que hicieron animarse al Bernabéu.
El Real Madrid funcionaba a tirones como un coche viejo. Sin consistencia en su juego, impecable en su actitud. Insuficiente para inquietar a un Arsenal más ordenado que las carpetas de una notaría. Y así se nos consumió el primer tiempo del que nos fuimos con un decepcionante 0-0. Lo habían intentado los de Ancelotti, sí, pero en la Champions hace falta un poquito más. Sobre todo de algo de lo que el Madrid adolece: fútbol.
Se impacienta el Bernabéu
En la segunda mitad Ancelotti decidió no tocar nada, a pesar de que el Madrid pedía a gritos a Ceballos. Y sin me apuran, a Fran García y a Brahim. De salida volvieron a dominar los blancos. El Arsenal replegaba con una línea de seis atrás. No había huecos ni tampoco movimientos en el Madrid para provocarlos. El Bernabéu empezaba a impacientarse. Sonaban los primeros pitos ante el inoperante juego del equipo.
Lo intentó Vinicius en el 55 con un disparo blandito que atrapó abajo David Raya como lo habría atrapado su sobrina pequeña. Hubo luego un córner que botó directo Rodrygo y sacó bajo palos el meta del Arsenal. Fue entonces cuando Ancelotti, con retraso, sacó jugar a Ceballos, Endrick y Fran García. Así, de una tacada. Dejaron el césped Alaba, Lucas Vázquez y Rodrygo, así que a Fede Valverde le tocaba ser otra vez lateral derecho.
No tardó el Arsenal ni cuatro minutos en zanjar con el 0-1 cualquier atisbo de remontada. Lo hizo Saka, que aprovechó una laguna en el centro de la defensa del Real Madrid, mal defendido por Rüdiger y Asencio, para aprovechar un pase filtrado por Mikel Merino y batir con un sutil toque a Courtois. Se hizo el silencio en el Bernabéu.
Pero el Bernabéu es capaz de pasar del silencio al grito en un minuto. Y así lo hizo cuando Saliba decidió pegarse un tiro en el pie ante la presión de Vinicius, regalarle la pelota al brasileño, que se aprovechó de su buena presión para marcar de primeras y devolver siquiera sea un pequeño hilo de esperanza al madridismo.
En el 74 salió Modric por Asencio y Brahim tuvo que suplir al lesionado Mbappé, que se acaba de doblar el tobillo. La remontada empezaba a ser algo que ya sólo creían los más optimistas. Pasaron los minutos, no hubo remontada y sí mucha impotencia en el Real Madrid, que abrochó su esperada eliminación con un partido animoso pero falto de juego. Ya en la prolongación hizo Martinelli el definitivo 1-2 para abrochar un partido que puede ser el fin del ciclo de Ancelotti y de varios de sus jugadores. Al tiempo.