Por mucho que lean o escuchen a Ceferin o Al Khelaifi bramar contra el proyecto de la Superliga o menospreciarlo, tengan por seguro que están muy preocupados. Nadie habla de lo que no ocupa su mente. La UEFA es conocedora y consciente de que el pronunciamiento del Tribunal de Justicia Europeo se debería producir este año y que a buen seguro sentenciará que la Superliga tiene vía libre para operar sin temor a represalias.
A partir de ese momento todos los miedos se pueden evaporar y dar lugar a iniciativas que desemboquen en la creación de una nueva competición. La UEFA, sensible a esto, parece estar buscando ya una solución. El formato anunciado de cara a 2024 y que tan poco gustó a los grandes clubes curiosamente está sufriendo modificaciones. Parece claro que habrá 36 equipos lo cual derivaría en una locura de calendario y en que no se concentren sólo los mejores equipos del continente.
Sin embargo, la UEFA empieza a manejar la idea sugerida por la ECA de guardarse dos wild-cards para poder invitar a clubes grandes que tengan un resbalón a causa de una mala temporada. Esto no se diferencia tanto de la propuesta inicial de la Superliga, de garantizar la presencia de ciertos clubes que mueven gran parte del dinero. Sabemos que es probable que el formato semi cerrado inicialmente propuesto probablemente iba a evolucionar hacia un formato abierto en el que de facto sigan participando, por méritos deportivos, los mismos clubes que tendrían su presencia garantizada en el formato anterior.
La Superliga también preveía una entrada muy potente de dinero debido al acuerdo alcanzado con JP Morgan. A más recursos, más riqueza para todos, no sólo para los equipos participantes. La UEFA está trabajando en los últimos meses en alcanzar un acuerdo que atraiga también una fuerte inversión por parte de algún operador que inyecte dinero y haga más atractiva la competición.
Como les decía, la UEFA parece estar adaptándose a la aparición de un competidor que ha desnudado muchos de sus problemas sistémicos, aunque el problema de fondo no se ha resuelto. Y es que lo más difícil será poner coto a las actividades inflacionistas de los clubes estado que han ignorado repetidamente el Fair Play Financiero.
La Superliga prevé mecanismos de transparencia para clubes, jugadores y agentes incompatibles con las prácticas actuales de los Clubes-Estado. Al final, el objetivo es que el dinero del fútbol se genere orgánicamente dentro del mismo y no acabe en proporciones gigantes en manos de agentes o fuera de control de cualquier organismo regulador.
Evidentemente si la UEFA empezase a ejercer las funciones que le corresponden las cosas no habrían llegado a este extremo. En el debe de Ceferin estaba que promoviese un formato más atractivo y rebajase su parte del pastel haciendo que la Superliga ya no fuese tan necesaria porque, de facto, la UEFA está copiando todas las virtudes de la nueva competición. Quizás a partir del pronunciamiento judicial anunciado, la UEFA sea más receptiva para llegar a un acuerdo. Lo que no dudo es que la Superliga o su equivalente será un hecho más pronto que tarde.