El Atlético no hizo pasillo al Real Madrid pero Lunin sí que tuvo la deferencia de abrir la puerta de los cuartos de la Copa del Rey a los rojiblancos. El meta madridista falló en tres goles de los cuatro goles del equipo de Simeone, especialmente en el segundo y condenó a su equipo a tener que remontar dos veces para ir a la prórroga. Oblak se hizo un autogol en la primera mitad y Joselu igualó de cabeza en la segunda. En el tiempo extra de nuevo Lunin falló en el tanto de Griezmann que daba el triunfo y la clasificación al Atlético, que selló Riquelme con el cuarto.
Pero la culpa no es de Lunin sino de Ancelotti. Su decisión de ir alternando a los porteros ha provocado que ambos estén como un flan y que el Real Madrid, además de un debate, tenga un problema muy serio en la portería. Posiblemente lo arregle con la sentencia al ucraniano y la apuesta definitiva por Kepa, pero para la Copa ya será demasiado tarde.
No era un día para que el Real Madrid rotara. Ancelotti, conservador como un cura de pueblo y antiguo como un videoclub, prefiere exprimir antes que rotar, así que ante el Atlético apenas hizo un par de retoques estéticos sobre el equipo que jugó hace tres días contra el Barcelona y una semana contra el propio Atlético. Modric y Camavinga entraban al once en el Metropolitano y salían Tchouaméni y Kroos. Nada de Brahim, Ceballos, Joselu, Fran García o Güler, condenados a la suplencia por los siglos de los siglos.
Para centrar el tiro recitaremos los once con los que el Real Madrid saltaba al Metropolitano en busca de los cuartos de la Copa: Lunin; Carvajal, Rüdiger, Nacho, Mendy; Camavinga, Modric, Valverde, Bellingham; Vinicius y Rodrygo. Ni un pero que ponerle al once porque a Ancelotti, como a Froilán, le van las copas.
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— Real Madrid C.F. (@realmadrid) January 18, 2024
Enfrente Simeone copiaba la táctica de Carletto y apostaba por diez de los once que le plantaron cara al Real Madrid en Riad. Sólo Witsel entraba por Savic en el once del Atlético, que repetía con los tres centrales, los dos laterales largos (Llorente y Lino), los tres en el centro –Koke, De Paul y Saúl– y con el dúo dinámico, Griezmann y Morata, en la parte de arriba.
El Metropolitano presentaba un impresionante ambiente. Hostil, casi bélico contra el Real Madrid, pero enfervorizado a favor de su Atlético. Y minoritariamente racista, pero racista, contra Vinicius. Y eso no pasa en todos los campos por mucho que les intenten vender lo contrario. Bueno, por fin acabó el infumable y manipulador telediario de La 1 y empezó el derbi del Metropolitano.
Prudencia de salida
De salida pudimos ver más prudencia que en una clase de gimnasia para jubilados. Ambos equipos trataban de defenderse con orden y concentración. Esto no iba a ser el tiroteo de Riad. El Atlético trataba de ser agresivo en la presión pero sin echarse al monte. El Real Madrid pretendía narcotizar el derbi con posesiones largas que no le salían. Al menos la buena noticia para el equipo de Ancelotti no había encajado gol en los primeros siete minutos.
No había salido bonito el derbi. Hubo que esperar a los 10 minutos para que Bellingham dibujara una sotana a Witsel en el área, se girara y estrellara su virulento disparo contra el larguero de Oblak. Tampoco Vinicius acertó con el rechace y el Atlético se libró de encajar un gol a las primeras de cambio. El Real Madrid empezaba a hacerse con la pelota y Simeone lo sabía.
La exuberancia de Camavinga bastaba al Madrid para manejar el centro del campo achicar agua cuando la pelota merodeaba los dominios de Griezmann y Morata. En ataque Vinicius aguardaba emboscado para matar al Atlético por velocidad. En el 20 Oblak salvó sendos manos a mano en el área pequeña primero a Rodrygo y después a Vinicius a bocajarro. El Real Madrid ya había perdonado tres. Luego Lunin reaccionó bien a un disparo de De Paul.
El Atlético trataba de reaccionar pero se topaba unas veces con Camavinga y otras con el dúo Nacho-Rudiger, impecables en el marcaje combinado de un Morata que empezaba a desesperarse. El derbi era claramente del Madrid, que había inclinado el partido hacia el área del Atlético. Hasta Mendy se animaba a hacer esas cosas que sólo existen en su cerebro digno de ser estudiado por la ciencia.
Manda el Madrid, marca el Atlético
Resistían los locales mientras sus fieles se iban desinflando en la grada. Un centro venenoso de Rodrygo en el 35 lo sacó bajo palos Witsel para evitar que Rüdiger marcar a placer. Otra vez que se salvaba el Atlético y otra vez que perdonaba el Real Madrid. Y tanto perdonó el Madrid que al final marcó el Atlético.
Lo hizo Lino en el minuto 38. Fue un centro al área de Rodrigo de Paul que se envenenó tras tocar en Griezmann y volvió a envenenarse después de que la peinara hacia atrás Rüdiger. La pelota llegó bombeada al segundo palo donde Lino le había ganado la espalda a Carvajal y batió a Lunin, que salió tarde, mal y de pie.
Reaccionó el Real Madrid y lo intentó a balón parado pero sin suerte. En la primera. Sí que la tuvo en la segunda, una falta lejanísima que botó Modric a la olla y que Oblak, que había salvado al Atlético en dos ocasiones, acabó metiéndose un autogol que empataba el partido justo antes de que Cuadra Fernández, que había perdido el culo para amonestar a Vinicius cuando le había permitido todo a De Paul y Simeone, señalara el camino de los vestuarios.
Volvimos y siguió mandando el Real Madrid. Rodrygo obligó a intervenir a Oblak a los 30 segundos con un disparo raso. Luego Bellingham bailó claqué con varios rivales y la puso al área donde no encontró un nueve que la empujara. El derbi seguía teñido de blanco mientras el Atlético trataba de protegerse de los golpes y encontrar alguna contra aunque fuera de casualidad.
Simeone metió a Nauel Molina por Saúl en el 55 porque el Atlético necesitaba agitar un poco el derbi si no quería perderlo casi por inercia. Llorente, que se había tirado como si le hubieran disparado para provocar una amarilla a Camavinga, subía al centro del campo.
Lunin canta
Cuando el Real Madrid tenía el derbi controlado, Lunin quiso regalar un gol al Atlético. Camavinga metió un balón envenenado a su propio área en un mal intento de despeje y el meta madridista, en su intento de despejar, acabó dando un pase involuntario a Morata, que sólo tuvo que empujarla a la red para volver a poner a los de Simeone por delante.
El gol estimuló al Atlético y despertó a Ancelotti de su tancredismo. Fuera Mendy y Modric, dentro Kroos y Brahim. Así que Camavinga al lateral izquierdo y 4-3-3 con tres arriba: Vinicius, Rodrygo y Brahim. El malagueño se llevó una tarascada de Llorente nada más salir y, de paso, una amarilla por encararse con Mario Hermoso. En el 72 Carletto quitó a su intocable Fede Valverde para meter a Tchouaméni en busca de equilibrar un poco su descompensado esquema por necesidad.
En el 74 de nuevo el larguero privó de un gol al Real Madrid. Esta vez fue a Rodrygo, que remató un buen pase de Brahim pero su disparo, tras envenenarse por tocar en un rival, se topó con el travesaño de Oblak. Los blancos seguían perdonando en las dos áreas y eso les penalizaba y les tenía con un pie y medio fuera de la Copa del Rey.
El último cambio de Ancelotti (si es que no había prórroga) fue meter a Joselu por Rodrygo. Era la última bala. En el 80 Morata perdonó el 3-1 al tirar al muñeco un centro en el segundo palo que era más fácil meterla que fallarla. En la jugada de vuelta el que no perdonó fue Joselu, que embocó a placer de cabeza en el segundo palo un centro medido de Bellingham, que no estaba dispuesto a dejarse vencer con facilidad.
Iguala Joselu
El 2-2 no calmó el derbi, al contrario. Los jugadores se fueron calentando y Cuadra Fernández, un árbitro defectuoso como si viniera de Ali Express, no supo cómo frenarlo. Las tarjetas llegaron a destiempo. En el 93 pudo y debió ganar el Real Madrid en un centro de Rüdiger que Vinicius no atinó a marcar primero porque se topó con la rodilla de Oblak. Tampoco tuvo fortuna en el rechace Joselu.
Así que nos fuimos a la prórroga en la que el Real Madrid manejó la pelota y el Atlético replegó con descaro y sin rubor. Ambos equipos andaban justos de fuelle y eso favorecía que aflorara el talento del equipo de Ancelotti. Podía ser el momento de Brahim, perseguido en cada acción por varios jugadores rojiblancos porque Simeone sabía de su peligro.
Pasaban los minutos y resistía el Atlético el empuje medido del Real Madrid. La incógnita era saber si a los rojiblancos les iba a aguantar el cuerpo para llegar vivos a los penaltis. Simeone quitó a Morata y Llorente por Pablo Barrios y Memphis en el 97, justo antes de que la prórroga llegara al descanso. En el 99 Cuadra perdonó la expulsión a De Paul, que pisó a Carvajal cuando ya tenía una amarilla.
Sentencia Griezmann
Un minuto después llegaría el 3-2 para el Atlético. Lo hizo Griezmann en una acción individual en la que se aprovechó de un desajuste entre Vinicius y Camavinga y de una asistencia involuntaria del brasileño. El francés aceleró en la línea de fondo, se internó en el área y la puso por arriba ante la defectuosa salida de Lunin, que estaba firmando, posiblemente, su último partido en el Real Madrid, y que se hizo pequeño en lugar de hacerse grande ante el disparo del francés.
Con el 3-2 en el marcador al equipo de Ancelotti le quedaba la segunda parte de la prórroga. Ceballos por Nacho y Fran García por Camavinga, tocado, fueron los dos últimos cambios de Carletto. Simeone metió a Azpilicueta para resistir como fuera. Lo hizo el Atlético, al menos en el arranque de la segunda mitad de la prórroga.
Lo intentaron Bellingham primero, Joselu después y hasta Ceballos, que marcó en una jugada precedida por un fuera de juego dudoso de Bellingham. El VAR lo revisó y lo anuló. Lo siguió intentando el Real Madrid hasta el final, pero a los blancos les faltó acierto y frescura. Hasta Rüdiger lo intentó con una mala volea dentro del área.
Al final, a los blancos se les consumió el tiempo, no hubo milagro, llegó incluso el cuarto del Atlético que marcó Riquelme en una contra, y los rojiblancos se metieron en los cuartos de final de la Copa del Rey gracias a que Lunin, el portero del Real Madrid elegido por Ancelotti para este partido, le acabó haciendo el pasillo.