Fue una victoria fea y trabajada. Insípida. Olvidable. Pero, sobre todo, fue una victoria con peaje. Ganó el Real Madrid en Vitoria, sí, pero perderá a Mbappé por lo menos para los próximos dos partidos porque el francés sufrió lo que se conoce como enajenación mental transitoria. Que se le fue la olla, vamos. Su entrada a la tibia de Antonio Blanco le supuso una roja merecidísima, VAR mediante, y ahora la duda está en saber si jugará la final de Copa o los comités se ensañarán con él. El gol de Camavinga dio los tres puntos al equipo de Ancelotti ante un Alavés que se hartó de pegar patadas y que también acabó con diez por la expulsión de Manu Sánchez.
Vinicius y Bellingham descansaron de inicio en Mendizorroza. Y Ancelotti probó un cambio de sistema con la vista puesta en La Remontada. Eso será el miércoles, si Dios quiere, pero antes había que pasar por Vitoria donde esperaba un Alavés rocoso pero con el agua del descenso al cuello. A la alineación del Real Madrid regresaban Lucas Vázquez, Fran García y Tchouaméni y entraba por sorpresa Arda Güler, que no rascará bola ante el Arsenal.
Los blancos necesitaban ganar no sólo para cargarse de moral para lo del miércoles sino para seguir soñando con una Liga que, seamos sinceros, es más difícil que lograr que Pedro Sánchez diga una verdad. Con tal fin –el de ganar, digo– eligió Ancelotti a los siguientes once muchachos: Courtois; Lucas, Rüdiger, Asencio, Fran García; Tchouaméni, Camavinga, Valverde; Güler, Rodrygo y Mbappé.
En plena hora de la siesta arrancó el partido en Mendizorroza. Apretó arriba el Alavés para alegría de su bulliciosa afición. Al Real Madrid le costaba pasar del mediocampo. En el primer buen pase largo del equipo de Ancelotti llegó la polémica. Lo dio Rüdiger, la corrió Arda Güler, no llegó y en su salida a destiempo el meta Owono le rozó ligeramente. El turco se quedó en el suelo como si estuviera herido para ver si colaba. No coló. Jueguen.
Otra del VAR
El Real Madrid le fue cogiendo algo el hilo al duelo pero el Alavés interrumpía con faltas sin sonrojo en plan Bordalás. Rodrygo lo intentó en el 17 en una acción individual en el pico izquierdo del área que resolvió con un tiro al palo corto que desvió a córner Owono. De resultas el mismo llegaría el (presunto) 0-1. Fue feo y eficaz. Lo marcó Asencio en el segundo palo después de un puñado de empujones en el área, entre ellos los protagonizados por Rüdiger y el propio Asencio. Soto Grado, que había dado el gol por bueno, fue advertido por el VAR, siempre raudo y veloz a anularle un gol al Madrid. El colegiado lo vio en el monitor, se retractó y anuló el tanto. Bien hecho.
Decayó el juego con el partido inmerso en una guerra de guerrillas. Lloraba la pelota víctima del maltrato a la que le sometían los pies de Tchouaméni y compañía. Ya habíamos pasado la primera media hora, gracias a Dios. El Real Madrid seguía atascado. Y del atasco le sacó en el 33 un disparo lejano de Camavinga, que se había asomado por la frontal del área para sacar a pasear su zurda tras trazar la pared con Fede Valverde.
El gol picó al Alavés, que se echó al monte. Como también se echó al monte Mbappé en una acción en la que llegó tarde a un cruce con Antonio Blanco. Soto Grado le enseñó la amarilla pero era una roja de manual. Advirtió el VAR al colegiado porque la entrada no tenía excusa ni coartada. Se calentó, se le cruzó el cable y pudo haber lesionado a un compañero, así que Kylian fue expulsado y bien expulsado. Habrá que ver ahora si los comités cargan la mano en la sanción para ver si Mbappé juega la final de Copa o se la pierde.
Roja a Mbappé
Se fueron consumiendo los minutos en las postrimerías de la primera mitad, siguió haciendo faltas el Alavés y Soto Grado comenzó a perder el control del partido, si es que alguna vez lo había tenido. El descanso fue la mejor noticia para el colegiado y para los jugadores del Real Madrid, que comenzaban a perder los nervios y que debían afrontar todo el segundo tiempo con un futbolista menos.
Arrancó la reanudación sin cambios para no perder la costumbre de Ancelotti. Kike García cabeceó alto en el 49 un centro al área. El primer aviso del Alavés. Replegó atrás el Real Madrid mitad para descansar, mitad para proteger el botín. Salieron a calentar Bellingham, Vinicius y Brahim. Ancelotti padre teletrabajaba desde el palco y dejaba el banquillo en manos de su hijo Davide. Mientras, el Alavés seguía acumulando faltas, faltas y más faltas.
A la hora de partido se prepararon Bellingham y Vinicius para ingresar al terreno de juego. Lo hicieron en el 62. Se fueron Arda Güler y Rodrygo. Y la mejor noticia: comenzó a calentar Dani Ceballos. El partido seguía siendo una sucesión de emboscadas. El Alavés se mantenía en pie y el Real Madrid ni sufría. Soto Grado, a lo suyo, se comió una falta como un piano de Manu Sánchez a Vinicius. Era roja, rojísima. Y el colegiado estaba encima. La había visto y no la quiso pitar. Otra vez la advirtió el VAR y otra vez tuvo que rectificar y echar al jugador local.
Al partido todavía le quedaban 20 minutos más el alargue para echarle el cierre. En el 75 entró Brahim por Fran García, así que Camavinga pasaba a ser lateral izquierdo. El Alavés, más que vitoriano, era un equipo vitorino porque no dejaba de pegar cornadas. Pasaban los minutos y el Real Madrid aguantaba sin problemas. En el 86 tuvo Brahim la sentencia, pero su disparo le salió demasiado picudo.
Luego fallaría Bellingham en el 89 un clamoroso mano a mano ante Owono. Tiró al muñeco y el meta del Alavés a sacó con el cuerpo. Fue la última para un Real Madrid que acabó firmando una victoria sufrida para seguir enganchado, al menos matemáticas en mano, a una Liga en la que, no nos engañemos, el Barcelona juega a otra cosa.