Máxima y Guillermo: 20 años de sonrisas tras un comienzo de lágrimas
Se cumplen veinte años de una de las bodas más importantes para la realeza europea. El 2 de febrero de 2002, la ciudad de Ámsterdam acogió el enlace del entonces príncipe heredero, Guillermo Alejandro, con Máxima Zorreguieta. Una boda diferente para los estándares del Gotha pero que era, sin duda, el broche de oro a una historia de amor que había comenzado tres años atrás durante la Feria de Abril de Sevilla.
Máxima y Guillermo con su hija mayor, Amalia. / Gtres
En un principio ni siquiera ellos mismos estaban convencidos de su relación. De hecho, El entonces príncipe pensó que Máxima era una ‘paparazzi’ infiltrada porque estaba sacando fotos de la fiesta, y Máxima le miró como un neerlandés cascarrabias que se molesta por todo. «Fue un amor a tercera vista», bromeó Guillermo años después. «La verdad es que no me parecía nada simpático, pero eso ha cambiado», dijo.
Al margen de esto, lo cierto es que el verdadero problema surgió cuando se quiso anunciar el compromiso. Y es que la boda se convirtió en una cuestión de Estado. Máxima era hija de Jorge Zorreguieta, vinculado al régimen dictatorial de Videla. Su padre no pudo asistir al enlace y aunque Constitución holandesa da al Congreso y el Senado el papel de autorizar las bodas de los miembros de la familia real, el Príncipe no estaba dispuesto a renunciar a la argentina. La solución se encontró con el veto al padre de la hoy reina. Imposible olvidar las lágrimas de Máxima en el altar cuando sonó un tango que le recordaba, irremediablemente, a su tierra y a su padre.
Jorge Zorreguieta en Buenos Aires. / Gtres
A pesar de la negativa del Gobierno, Guillermo no dudó en viajar a Buenos Aires para encontrarse con su futuro suegro. Un viaje que no era del agrado de su madre, la entonces Reina Beatriz, que no tuvo más remedio que aceptar que, o dejaba que su hijo siguiera los dictados de su corazón, o era capaz de renunciar a la sucesión.
Máxima y Guillermo en una imagen de archivo. / Gtres
Con motivo de este aniversario la cadena pública ha emitido el documental Una boda de porcelana, donde se explican las claves de las decisiones del Gobierno en lo que respecta a la presencia de Jorge Zorreguieta y cómo se gestionó la situación respecto a los novios. Una situación delicada que lo que buscaba era llegar a un punto intermedio que fuera del agrado de ambas partes, ya que la presencia de alguien con vínculos con un régimen dictatorial en el enlace de un heredero a la Corona habría sido algo catastrófico para la imagen de la Corona.
Máxima y Guillermo en un acto oficial. / Gtres
En el Gobierno eran conscientes de que, aunque Jorge Zorreguieta no había cometido ningún crimen durante la dictadura de Videla, sí que se le consideraba ‘moralmente’ responsable de los asesinatos, y eso era inaceptable. No obstante, en un primer momento, el padre de Máxima no estaba dispuesto a ausentarse de la boda, aunque finalmente cedió tras una conversación con la pareja: «si mi presencia en tal ceremonia causara problemas políticos que afectaran el futuro de mi hija y su futuro esposo, estaría dispuesto a ausentarme de ese evento», declaró por escrito en un fax. Fue entonces cuando se autorizó la boda. Una boda en la que la novia estaba absolutamente radiante, pero que no contó ni con su madre ni con su padre, que siguieron la ceremonia desde un hotel de la capital británica. Ahora se cumplen dos décadas de un enlace que supuso un antes y un después en el destino de Holanda.