Las incógnitas de la impresionante colección de joyas de Josefina, primera mujer de Napoleón Bonaparte
La primera esposa de Napoleón Bonaparte era una amante de las joyas.
Josefina tenía una impresionante colección de piezas, algunas de las cuales vendió tras el divorcio.
Muchas de sus joyas han acabado en la Familia Real de Suecia.
El estreno de la película de Ridley Scott sobre la vida de Napoleón Bonaparte ha puesto el foco no solo en la figura del que fuera emperador de Francia, sino también en su primera esposa, Josefina, de la que estuvo profundamente enamorado al principio, a pesar de que, con el paso del tiempo la relación fue cambiando hasta acabar en divorcio en el año 1810, poco más de un lustro después de que se proclamara emperador.
Joaquin Phoenix y Ridley Scott juntos. / Gtres
A pesar de que la relación no llegó a buen puerto, la figura de Josefina sigue generando un gran interés que se ha incrementado a raíz de este nuevo filme, en el que la actriz Vanessa Kirby se pone en la piel de la emperatriz. Pero más allá de indagar en el perfil de la esposa de Bonaparte, hay una cuestión relacionada con su figura que siempre ha resultado muy interesante y es lo que se refiere a su impresionante colección de joyas.
Josefina, una amante de las joyas
Sobre la vasta colección de joyas que perteneció a la emperatriz hay mucho mito ya que, además de que tenía una cantidad bastante considerable y de gran, también es cierto que vendió muchas de las piezas en secreto tras su divorcio de Napoleón. Motivo por el cual, a día de hoy continúa siendo complicado demostrar la procedencia de algunas de las alhajas que han llegado hasta nosotros.
Josefina Bonaparte en un retrato. / Gtres
Precisamente eso fue lo que le ocurrió hace algunos años a la prestigiosa casa de subastas Sotheby’s, cuando puso a subasta dos diademas de oro y esmalte que llevaban más de un siglo en una colección privada, aunque se consideraba que en el pasado habían sido de la emperatriz. Desde la casa de subastas advirtieron de esta posibilidad que nunca ha podido ser confirmada, aunque todo apunta a que, al menos una de ellas, podría haber sido un regalo de Carolina Murat, hermana de Napoleón, según una investigación del Museo Victoria & Albert de Londres. No obstante, las piezas eran, claramente del estilo de la época de Josefina e incluso coincidían con las que la emperatriz llevaba en un retrato de Andrea Appiani.
Pero más allá de estas piezas, lo cierto es que Josefina hizo mucho por el gremio de los joyeros, hasta el punto de que su alianza con Marie-Etiénne Nitot fructificó en una de las firmas de joyería más importantes del mundo, Chaumet (ya en 1885). Una casa con más de dos siglos de historia que no ha dudado en rendir tributo a la emperatriz a través de algunas de sus colecciones.
Nitot sobrevivió a la Revolución Francesa y en 1802 se convirtió en el joyero oficial de Napoleón, con especial atención a todas las piezas que diseñó para Josefina, aunque después también para su segunda esposa, María Luisa de Austria.
Las joyas de la Casa Real de Suecia
Sin duda, en Suecia es donde encontramos más piezas con referencia a la emperatriz francesa. Según las investigaciones, tras la muerte de Josefina, muchas de sus alhajas pasaron a su nuera, la princesa Augusta de Baviera, y de ahí a Josefina de Leuchtenberg, su nieta. Fue a través de esta última como llegaron a Suecia, por su matrimonio con el rey Óscar I en 1823, hijo del ministro de guerra francés Jean-Baptiste Jules Bernadotte y de Desideria Clary. Es el caso, por ejemplo, de las amatistas que a día de hoy se ven en el parure que tantas veces ha llevado la princesa Magdalena, pero también la reina Silvia o la princesa Victoria.
Victoria de Sucia con una tiara de amatistas. / Gtres
No obstante, una de las piezas que más llama la atención es la tiara de los camafeos, que forma parte de un conjunto de principios del siglo XIX y que incluye unos pendientes, un collar y una pulsera. Este conjunto es uno de los más llamativos del joyero de la Casa de Bernadotte y, al menos la tiara, se asocia a las bodas reales. La reina Silvia la llevó en su enlace, también la princesa Victoria y otras princesas como Birgitta, hermana del rey Carlos Gustavo.
Es una pieza de gran tamaño con varios camafeos engastados en oro amarillo, con perlas alrededor y motivos florales. Según algunas fuentes, el gran camafeo central cuenta la mítica historia de amor de Cupido y Psique, que consiguieron estar juntos a pesar de la prohibición que existía de entablar relaciones entre humanos y dioses.
Silvia de Suecia con la tiara de los camafeos. / Gtres
No obstante, hay otras piezas como la tiara de esmeraldas de la Familia Real de Noruega o la diadema Brunswick de Hannover -ahora en manos de la princesa Carolina- que también podrían haber pertenecido a Josefina.
La diadema de Grace Kelly
Sin embargo, una de las piezas más importantes del joyero de la emperatriz Josefina es la tiara que lleva en el cuadro de La coronación de Napoleón de Jacques-Louis David que se encuentra en el Louvre. Un lienzo que recrea la ceremonia de coronación del emperador en Notre Dame y en el que Josefina aparece con una diadema de diamantes, mientras que Napoleón lleva una corona de laurel de oro, en referencia a los emperadores romanos.
La procedencia real de la diadema de Josefina no está del todo claro pero, lo cierto es que en los años 40, la prestigiosa firma Van Cleef & Arpels compró una tiara de diamantes de una aristócrata inglesa de la que no trascendió la identidad y que la promocionó como la que Napoleón había regalado a su esposa, según apunta la historiadora Lauren Kiehna en su página web especializada en joyas de la realeza, The Court Jeweller. Esta diadema fue prestada a algunos rostros conocidos de la época como a la madre de JFK pero, en especial, a la princesa Grace Kelly, que la llevó en una gala por el centenario de Montecarlo en 1966.
La coronación de Napoleón. / Gtres
No obstante, la casa de joyería dejó de exponerla cuando se puso en duda su procedencia, aunque en los últimos años, Vincent Meylan,uno de los mayores expertos contemporáneos en joyería real, ha llevado a cabo una serie de investigaciones cuya conclusión es que la tiara sí podría haber pertenecido a Josefina, al menos en parte. Según apunta en un post en su perfil de Instagram, la diadema moderna está modificada con respecto a la original que se ve en el cuadro. Asimismo, recoge las declaraciones de una entrevista de Jacques Arpels, en las que explicaba que la tiara había sido comprada a una mujer inglesa adinerada a cuya familia llegó la pieza tras ser vendida por Eugenia de Montijo, mujer de Napoleón III.
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En el inventario de joyas que Josefina tenía a su muerte en 1814 se hace referencia a una tiara de diamantes de gran tamaño a la que le faltan varios elementos, algo que también se recoge en la lista de joyas que Eugenia de Montijo vendió a través de la casa Christie’s. De la misma manera, aparece en el inventario de piezas de una de las mujeres más ricas de la era victoriana, de la que pasó a Lady Mond que fue la que teóricamente vendió la joya a Arpels.