El Rey Felipe VI y Juan Carlos I: la línea de tiempo de una relación compleja y llena de matices
Felipe VI y Juan Carlos I coincidirán este lunes en Nueva York, aunque con agendas muy distintas
La relación de padre e hijo está marcada por la distancia desde la marcha del emérito a Abu Dabi en 2020
La incógnita es si en esta ocasión habrá un nuevo gesto de acercamiento entre Felipe VI y don Juan Carlos
Nueva York se prepara para ser este lunes, 22 de septiembre, el escenario de una coincidencia cargada de simbolismo y expectación mediática: el Rey Felipe VI y su padre, el Rey emérito Juan Carlos I, estarán en la misma ciudad, aunque sus agendas y sus objetivos no podrían ser más distintos. Por un lado, Don Felipe acudirá a la Asamblea General de Naciones Unidas, donde pronunciará su cuarta intervención ante la ONU en calidad de jefe del Estado español, además de asistir a la recepción ofrecida por el presidente de Estados Unidos y su esposa. Acompañado por el presidente Pedro Sánchez, el monarca se codeará con jefes de Estado y miembros de otras casas reales, en un acto de diplomacia internacional que busca reforzar la imagen de estabilidad institucional de la Corona española.
En paralelo, su progenitor se encuentra también en la Gran Manzana, acompañado de la infanta Elena. El motivo no es otro que asistir a la final del campeonato mundial de vela de 6m, disciplina a la que ha estado ligado toda su vida y que le ha permitido mantener cierta relevancia pública desde su traslado a Abu Dabi en agosto de 2020. Así, la pregunta surge de inmediato: ¿se verán las caras padre e hijo en tierras americanas? La mera posibilidad de un encuentro, aunque fuese fortuito, despierta el interés de la prensa internacional y vuelve a situar en primer plano una relación compleja que desde hace cuatro años ha estado marcada por la distancia geográfica, las tensiones familiares y los titubeantes intentos de normalización.
El inicio del distanciamiento: Abu Dabi como refugio
La marcha de Juan Carlos I a Emiratos Árabes Unidos en agosto de 2020 supuso un antes y un después en la relación con su hijo. Tras meses de escándalos relacionados con el descubrimiento de parte de su patrimonio oculto en el extranjero, el emérito tomó la decisión de abandonar España en busca de discreción. En Zarzuela, Felipe VI trataba de marcar una línea clara de separación con la herencia de su padre, llegando incluso a renunciar públicamente a cualquier legado económico procedente del emérito en marzo de ese mismo año. Desde entonces, los contactos han sido escasos y, cuando se han producido, casi siempre han estado envueltos en un clima de frialdad.
Hubo que esperar casi dos años para que padre e hijo se vieran de nuevo. El primer reencuentro se produjo en mayo de 2022, cuando Juan Carlos I viajó a Sangenjo para participar en una regata. Tras varios días de máxima exposición mediática en Galicia, el emérito se desplazó hasta el Palacio de la Zarzuela, donde Felipe VI le recibió en un encuentro privado. Entonces, la Casa Real quiso subrayar que la reunión fue estrictamente familiar y que el Rey había transmitido a su padre el «perjuicio institucional» que causaban sus movimientos. No hubo imágenes oficiales, ni declaraciones, ni un clima de reconciliación. Fue un encuentro frío, que dejó claro que el distanciamiento no solo era físico.
Londres y la Reina Isabel II: septiembre de 2022
Unos meses después, en septiembre de 2022, padre e hijo volvieron a coincidir, esta vez en el funeral de la Reina Isabel II en Londres. Sentados juntos por protocolo en la abadía de Westminster, evitaron cualquier gesto de complicidad frente a las cámaras. La tensión era evidente: el reencuentro se producía en un contexto solemne, pero también cargado de simbolismo político.
Funeral de Constantino de Grecia: enero de 2023
La siguiente coincidencia llegó en enero de 2023, durante la misa en honor a Constantino de Grecia, en Windsor. Aunque las imágenes oficiales de Zarzuela evitaron mostrar cercanía entre ambos, una cámara captó a Felipe VI despidiéndose de su padre con dos besos. Fue un gesto espontáneo, que contrastaba con la voluntad institucional de mantener al emérito en un segundo plano.
Ese mismo año se produjeron encuentros de carácter más íntimo, como la celebración del 60 cumpleaños de la infanta Elena en un restaurante de Madrid o la fiesta privada por la mayoría de edad de la princesa Leonor en El Pardo. En ambas ocasiones, la familia al completo compartió mesa, pero sin permitir la difusión de imágenes oficiales. El contraste llegó en enero, cuando el emérito filtró fotografías de la celebración de su propio cumpleaños a una revista, rompiendo la promesa de discreción hecha a su hijo y generando un nuevo motivo de fricción.
El abrazo en Windsor: febrero de 2024
La imagen que muchos esperaban llegó en febrero de 2024, de nuevo en Windsor y con motivo del primer aniversario de la muerte de Constantino de Grecia. Allí, padre e hijo salieron juntos de la capilla, cogidos del brazo, en una estampa que transmitía cierta cercanía y que muchos interpretaron como un gesto calculado para mostrar que la relación entraba en una nueva etapa.
Por primera vez en mucho tiempo, Felipe VI no delegó en un ayudante el acompañamiento de su padre, sino que fue él mismo quien le ofreció su brazo. La fotografía dio la vuelta al mundo y fue leída como un intento de escenificar una reconciliación que hasta entonces parecía imposible.
La nieta como puente: el encuentro en Marín
Uno de los momentos más significativos se produjo meses después, en Marín, donde Felipe VI, la Reina Letizia y la princesa Leonor compartieron un rato con el emérito. Fue el propio Juan Carlos quien había pedido expresamente ver a su nieta, que se encontraba en la Escuela Naval continuando con su formación militar. La Casa Real confirmó la reunión y la calificó de «breve encuentro familiar y privado», consciente de la carga simbólica que suponía mostrar al abuelo junto a la heredera al trono. El mensaje era claro: aunque las distancias persistan, hay una voluntad de recomponer ciertos lazos en el seno de la familia.
Encuentros casuales y funerales
En septiembre de 2024, la muerte de Fernando Gómez-Acebo, primo de Felipe VI e hijo de la infanta Pilar, volvió a reunir a padre e hijo en Madrid en un contexto de duelo familiar. Aunque no se difundieron imágenes oficiales, ambos asistieron al funeral celebrado en la capital, donde se encontraron con el resto de la familia Borbón en un ambiente de recogimiento. Apenas unas semanas después, la casualidad quiso que coincidieran en el aeropuerto de Vitoria: Felipe VI regresaba de un acto oficial en el País Vasco y Juan Carlos I hacía escala en su viaje desde Galicia tras participar en una regata. El cruce fue breve y sin ceremonial, pero suficiente para alimentar titulares y reforzar la percepción de que, pese a la distancia mantenida durante años, la relación entre ambos va encontrando espacios de normalización, incluso en encuentros fortuitos que parecen salidos del azar.
La lista de coincidencias es larga: funerales, aniversarios familiares, competiciones de vela. Todos ellos han servido para dibujar un mapa de una relación marcada por la prudencia, el cálculo y los equilibrios entre lo personal y lo institucional. Así, el posible cruce en Nueva York se suma ahora a esta secuencia de reencuentros. No parece probable que haya un encuentro oficial: la agenda del Rey está volcada en la diplomacia internacional y en la recepción con los Trump, mientras que el emérito tiene como prioridad su pasión por la vela. Sin embargo, el mero hecho de que ambos coincidan en la misma ciudad, en un contexto internacional y bajo la lupa de la prensa mundial, alimenta la intriga.