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Charlène, Alberto y el resto de los Grimaldi han vuelto a reaparecer públicamente en un acto de envergadura. Aún perdura su presencia en el colorido Baile de la Rosa, que este año tuvo más acento español que nunca con la presencia de Isabel Pantoja, pero ahora era tiempo de dejar atrás las celebraciones y centrarse en las conmemoraciones. La Familia Real se ha reunido para llevar a cabo una misa homenaje a la memoria de Rainiero III de Mónaco, fallecido en 2005 y cuyo centenario del nacimiento se cumple el próximo 31 de mayo.
Los hijos y nietos del Rey han querido rendirle tributo desde este miércoles santo por la tarde, con una misa en la Catedral de Mónaco, el lugar donde el anterior jefe de Estado monegasco fue enterrado junto a su mujer, la inolvidable Grace Kelly, tras su muerte un día como hoy hace 18 años. Allí fueron recibidos por Dominique-Marie Jean Michel David, el arzobispo que ofició la misa.
El protagonismo en el servicio religioso ha estado repartido. Por un lado, Carolina de Mónaco acaparó mucha atención por un doble motivo: haberse convertido en abuela tras el nacimiento de la primera hija de Louis y Marie Ducruet, así como su reciente nombramiento como presidenta del comité de conmemoración del centenario de su padre. El 2023 está siendo un año de mucha solemnidad en torno a la figura de Rainiero III.
Los primeros en llegar a la iglesia donde se ha llevado a cabo la misa eran Alberto II y Charlène, quienes mostraban una sonrisa y una gran complicidad entre ellos. La princesa se decantaba por un look formado por falda larga semitransparente con un original estampado a cuadros y top a juego, que combinaba con salones negros y abrigo en color gris;
Era la reaparición de la sudafricana después de haberse ausentado en el Nuevo Museo Nacional de Mónaco para ver la exposición de George Condo Humanoids en Villa Paloma, algo que se ha convertido ya en tradición para ella. Desde que se recuperase, Charlène elige dónde y cuándo, por lo que no es habitual que forme parte de todos los cónclaves familiares. Sin embargo, esta ocasión sí que merecía de su presencia.
Precisamente, la ex nadadora dejó la que a nuestro juicio fue la imagen del día, su sentido abrazo con Carlota Casiraghi. La hija de Carolina de Mónaco lució un vestido de tweed, muy probablemente de Chanel y se fundió en los hombros de Charlène. Con este cariñoso gesto, la mujer de Alberto ha querido zanjar cualquier tipo de rumor en torno a una mala relación con su familia política. Desde hace años ha tenido que acostumbrarse a convivir con los rumores y la necesidad constante de desmentir crisis y conflictos varios con los Grimaldi.
Por cierto, quienes tampoco se perdieron la misa fueron unas elegantes hijas de Estefanía de Mónaco, Pauline Ducruet y Camille Gottlieb.