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Carolina de Mónaco: las claves de los 65 años de una ‘reina en la sombra’

Carolina Mónaco
Carolina de Mónaco en una imagen de archivo.
  • Andrea Mori
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Es una de las mujeres más admiradas del mundo, no solo por su elegancia innata, sino por su clase y su capacidad para afrontar las circunstancias más adversas. Carolina de Mónaco cumple sesenta y cinco años y lo hace en uno de los momentos más complicados para el Principado y en una encrucijada en su vida. Después de unos años en los que la Princesa ha mantenido un ligero perfil bajo, los últimos tiempos ha vuelto al foco mediático. La ausencia de Charlene debido a su enfermedad, además de las polémicas en las que se ha visto envuelto el que todavía es su marido, Ernesto de Hannover -con quien curiosamente se casó el mismo día de su cumpleaños en el año 1999- han hecho que Carolina tenga que retomar un papel que dejó a un lado desde que su hermano se casara con la exnadadora.

Carolina

Carolina de Mónaco en una imagen de archivo. / Gtres

A pesar de que nunca ha sido, de iure, primera dama de Mónaco, tras la muerte de Grace Kelly, la Princesa se convirtió en el mejor apoyo primero de su padre, el príncipe Rainiero, y después de su hermano, el príncipe Alberto. Ahora que cumple sesenta y cinco años y con Charlene cada vez más cerca de regresar a casa -hay quien comenta que podría ser antes del Día de Santa Devota-, son muchas las curiosidades de la vida de la Princesa que son desconocidas para la mayoría de las personas.

Aunque es una de las personas más fotografiadas del mundo, desde que nació, Carolina de Mónaco no se siente especialmente cómoda ni con las cámaras ni con los entornos rígidos y el estricto protocolo. La Princesa, sin embargo, es capaz de desenvolverse con soltura en cualquier entorno.

Carolina de Mónaco junto a algunos de sus nietos. / Gtres

Carolina fue la mayor de los hijos de los príncipes Rainiero y Grace Kelly y durante unos meses fue la heredera al trono de Mónaco. Un privilegio que perdió con la llegada de su hermano. Desde su más tierna infancia ha sido un icono de estilo y todavía sigue siendo capaz de dar lecciones de elegancia. De hecho, no solo ha llevado ropa de Alta Costura desde pequeña, en concreto, de Dior, sino que, a los doce años, el diario The New York Times le dedicó un amplio reportaje con abrigos de piel, algo que hoy en día sería impensable. La Princesa, que durante varios años estuvo al cuidado de una niñera con la que tenía una relación muy especial, fue siempre muy buena estudiante -estudió Filosofía, Biología y Psicología-, así como una gran deportista. Una pasión que ha sabido transmitir a sus hijos.

A medida que avanzaban los años, Carolina destacó por su belleza y su estilo innato. A los diecisiete fue protagonista de una importante fiesta en París. Fue a partir de ese momento cuando comenzó a acaparar aún más atención y se empezó a hablar de sus romances. Su madre incluso intentó fomentar una relación con Carlos de Inglaterra, porque soñaba con que su hija fuera consorte en alguna gran monarquía europea, pero el intentó no fructiferó.

De quien sí se enamoró fue de Philippe Junot. Con él se casó en el año 1978, a pesar de la negativa de sus padres. La boda estuvo plagada de polémicas y el divorcio no tardó en llegar. Carolina encontraría el amor junto a Stefano Casiraghi en 1983, aunque este matrimonio terminaría en tragedia.  La Princesa se casó con Casiraghi ya esperando su primer hijo el 29 de diciembre de 1983 y, solo cinco meses después, el 8 de junio de 1984, nacía Andrea Casiraghi. El enlace no fue considerado legal por la Iglesia Católica hasta el año 1992, momento en el que sus hijos ya fueron reconocidos como legítimos.

Carolina de Mónaco

Carolina de Mónaco con su padre. / Gtres

Tras la muerte de Casiraghi, Carolina decidió pasar una etapa alejada de todo, en un pueblo de la Provenza. Un retiro voluntario que no abandonó hasta que comenzó su relación con Ernesto de Hannover, con quien se casaba en 1999. El Príncipe tuvo que pedir su aprobación a la Reina Isabel y Carolina pasó a ser princesa de Hannover. Con el Príncipe ha sido madre de su hija, Alexandra, la única que lleva título de princesa. A pesar de que la pareja está de facto separada, no se ha divorciado, ni se espera que lo haga. De hecho, Ernesto ha empezado una nueva vida en Madrid y mantiene una relación con la hija de Pitita Ridruejo. Desde la separación de Ernesto no se le ha conocido pareja, más allá de unos rumores con el galerista italiano Gerard Faggionato en 2010.

A pesar de estar más que acostumbrada a los focos y a los flashes, en el año 2004 consiguió que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos le diera la victoria en su batalla judicial contra la prensa alemana. Los jueces de la Corte de Estrasburgo dictaminaron que unas imágenes de la Princesa violaban su  derecho a la vida privada y familiar, que se encuentra garantizado por el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Ahora sopla sesenta y cinco velas ejerciendo de nuevo como primera dama a tiempo parcial -con el apoyo también de la princesa Estefanía-, una tarea que asume con absoluta maestría. No obstante, no es ningún secreto que desde hace años vive mucho más volcada en su vida privada, en su faceta de abuela y en el cuidado de sus nietos. Una tarea que retomará de manera plena en cuanto se produzca el retorno de la princesa Charlene.

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