El blog de Paloma García-Pelayo

Clan Jurado: del testamento de Rocío al pacto secreto

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La cita fue en Montealto, la vivienda que Rocío Jurado poseía en la urbanización madrileña La Moraleja. 21 días antes despedían para siempre a la artista de Chipiona quien fallecía en la habitación medicalizada que habían preparado para ella en esa misma casa, tras casi dos años de lucha contra el cáncer. La albacea testamentaria convocó a la familia para la lectura de las últimas voluntades de la matriarca Jurado. Faltaba una semana para que acabara mayo de 2006. Gloria y Amador Mohedano, con sus respectivos cónyuges, José Ortega Cano y Rocío Carrasco se reunían en la casa familiar. Tristeza profunda por la muerte de Rocío y también nervios a flor de piel. Cada cual, con sus expectativas, con sus dudas, con sus deseos. Fue un día triste, de desilusión para unos y unas y de sorpresas para otros y otras. Las últimas voluntades de la Jurado rompen en mil pedazos la solo aparente paz familiar. En la docuserie ‘Rocío. Contar la verdad para seguir viva’, Rocío Carrasco lo recordaba: “A partir de ese día, con mi familia termina explotando. Cada uno termina por un sitio, algunos juntos y otros por nuestro camino”.

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

El clan Jurado comienza a segregarse en grupos: de un lado, Gloria y Amador Mohedano; los hermanísimos – a quiénes Rocío adoraba- se enfrentaban a los tres hijos de la artista, Rocío Carrasco y los menores, José Fernando y Gloria Camila, tutelados por su padre, José Ortega Can. ¿Por qué peleaban? Vayamos al principio del fin. Tras la rueda de prensa que Jurado convocó el 17 de septiembre de 2004, en la que comunicó que padecía cáncer y que tras ser operada por el equipo del doctor Emilio de Vicente continuaría el tratamiento en Houston, Rocío salió de casa con un objetivo: dejar redactado y firmado su testamento. Nadie de su familia lo supo.

Dejó todo en manos de Ana Iglesias, abogada de profesión y amiga personal. A ella le confió sus últimas voluntades, la nombró albacea, contadora y repartidora. La abogada tenía, no solo la misión de ejecutar y velar por el cumplimiento de su voluntad, sino de realizar la partición de la herencia. Dos años después, Iglesias abrió el sobre aquel día de mayo en casa Jurado y leyó en orden, una por una, las disposiciones de Rocío Jurado: la legítima, a los 3 hijos; el tercio de mejora, para Rocío Carrasco, su hija mayor; el de libre disposición, para Amador y Gloria, para su ahijado Fernando y para su secretario personal y amigo incondicional, Juan de la Rosa. Su viudo, no aparecía como heredero. Ortega ni estaba ni se le esperaba.

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

Y sí, aquel día explotó todo. Rocío adjudicó bienes concretos a cada uno de sus herederos. La finca Los Naranjos, otorgada a Gloria y Amador Mohedano, superaba el valor de la casa de La Moraleja, legada como legítima a los 3 hijos. Dado que la ley no permite que se adjudique a los no legitimarios (hijos y viudo, en este caso) ningún bien que supere el tercio del total de la masa hereditaria, la albacea decidió fraccionar Los Naranjos en 5 partes, de manera que la legítima quedara compensada. Significaba reducir la parte de Gloria y Amador. Del 50 por ciento con el que contaban ambos, pasaban a ostentar el 38 por ciento cada uno y sus sobrinos el resto; Rocío Carrasco, el 12 por ciento, y Gloria Camila y José Fernando un 6 por ciento cada uno. Y no, no estaban de acuerdo. Si su hermana Rocío les había dejado la finca, ellos la querían tal cual. Así me lo aseguró en conversación telefónica Gloria Mohedano. Su marido, José Antonio Rodríguez, tomó el mando de la confrontación. Amén de declaraciones poco conciliadoras en los medios, pidió una segunda tasación a la baja. Esa finca no valía tanto y si en un futuro el terreno se recalificaba como edificable, ese momento no había llegado y no estaban dispuestos a admitirlo.

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

Rocío Jurado en una imagen de archivo./Gtres

Un año después llegó la paz. Aquí no ha pasado nada y nos hemos puesto de acuerdo. Primero firmaron la partición y el 22 de mayo de 2007 emitieron un comunicado en el que aseguraban que acataban la ley, que aceptaban las 5 partes señaladas por la albacea y desmentían el enfrentamiento familiar. Pero sí pasó. De lo comunicado públicamente, no quedó nada. Llegaron a un acuerdo privado y Amador y Gloria recuperaron la totalidad de la finca. Ortega, que representaba a sus dos hijos menores cedió; Rocío Carrasco, también. ¿Cómo negociaron aquel pacto secreto? Según mi información, en aquellos tiempos, Ortega no pudo rechazar la oferta que se le puso sobre la mesa. Asuntos de familia. Motivos personales que condicionaban su decisión. Rocío Carrasco era heredera universal. Compartir con un pequeño porcentaje del terreno de Los Naranjos no era su prioridad. Aquí paz y después, Gloria… y Amador. Quizá en otoño sabremos más.

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