Las 10 imágenes con Álex que Ana Obregón jamás olvidará
Abrimos el precioso álbum de fotos que cuenta cómo un hijo se convirtió en el amor de la vida de su madre
Dicen que ningún amor muere y que solo cambia de lugar en la memoria. No es difícil imaginar que eso es lo que le sucederá a Ana Obregón con su hijo. Durante los 27 años de vida de Álex Lequio ambos han gozado de una relación estrecha y han ejemplarizado el concepto de amor madre-hijo y viceversa. Han vivido momentos de felicidad, de tristeza, de éxtasis y de decepción, pero momentos que al fin y al cabo se quedan perennes en la retina. Pero la cara más agria de la vida ha hecho separar sus caminos una fatídica víspera de San Isidro. Álex perdía la batalla con el cáncer y dos días después tocaba darle el último adiós en un emotivo e íntimo entierro.
Un 23 de junio de 1992 llegaba al mundo Álex Lequio. Un niño que iba a cambiar para siempre la vida de su madre. Desde el primer momento lo mimó y le dio todo el amor que llevaba dentro. Con el tiempo, Ana acabaría confesando que llegó a pensar que su hijo era un milagro porque un doctor le dijo que jamás podría quedarse embarazada.
La actriz le dio la mano a su recién nacido, jamás se la soltaría. Y eso que tuvieron que estar separados un tiempo cuando Álex decidió irse a estudiar a Estados Unidos. Nunca lo estarían del todo porque su unión no entendía de kilómetros. Sin embargo, cuando su hijo se graduó en la prestigiosa universidad de Duke, Ana Obregón confesó haber vivido uno de los mejores momentos de su vida: «Ha sido lo más emocionante de mi vida después de haber sido madre». Por aquel entonces ya sabía que su hijo regresaba a casa para plasmar sus ideas y sus sueños en forma de empresa. Puro amor de madre.
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Y es que si por algo se ha caracterizado Álex Lequio es por ser una persona feliz, optimista, sonriente, lleno de vitalidad y con ganas de exprimir cada segundo que le ha regalado la vida. Quizás todos deberíamos aprender algo de una actitud que le hizo fuerte cuando ni el guerrero más valiente y corajudo habría sacado fuerzas para luchar.
Ana García Obregón dignifica el papel de madre luchadora y buena prueba de ello es que ha decidido pasar sola la primera noche tras enterrar a su hijo. No quería compañía y no temía que se le vinieran encima las paredes de su casa de La Moraleja que tantos recuerdos alberga junto a Álex. Recuerdos en forma de imágenes que son y serán imborrables, que permitirán mantener vivo el legado de su hijo por y para siempre. Porque ningún amor muere, solo cambia de lugar en la memoria.