Carlo Gesualdo: un genio del Renacimiento que acabó siendo un asesino
La historia de Carlo Gesualdo es una de las más llamativas del Renacimiento. Noble desde la cuna, Gesualdo pasó sin pena ni gloria por la música de su tiempo, y fue con el tiempo cuando los analistas de la música clásica lo consideraron como uno de los músicos más destacados de la época, siempre por delante de su tiempo.
Gesualdo fue príncipe de Venosa y conde de Conza. Sus piezas de música sacra están consideradas como excepcionales, algo que no se pudo escuchar de nuevo hasta finales del siglo XIX. Además, Gesualdo nació rico, por lo que componía sin ninguna pretensión de riqueza.
Pero la vida de Carlo Gesualdo fue mucho más allá que el simple acto de hacer música. Su vida privada, posiblemente, le privó de ser uno de los grandes de la música de toda la historia.
Sospechas de adulterio
En 1586 la vida de Carlo Gesualdo cambió por completo. El músico y noble se casó con su prima María de Ávalos, según los cronistas, toda una belleza de la época e hija del duque de Pescara.
De este matrimonio nacería su único hijo, Emanuele. Pero el destino le tenía preparada una dura prueba que no supo afrontar. Enamorado de su mujer, Gesualdo comenzó a encontrar a su amada distante, y a descubrir algunas mentiras que lo llevarían hasta el asesinato de esta.
María de Ávalos conoció al conde Rubo, Fabrizio Carafa, también casado. Ambos comenzaron una relación de amantes que los llevaba a verse a menudo a escondidas de sus cónyuges, sobre todo por el sentido del honor y del castigo en el que Gesualdo había sido educado.
Asesinato de los amantes
Cuando Gesualdo conoció el adulterio, no acudió a su esposa para tratar con ella el tema, prefirió tender una trampa a los amantes y sorprenderles juntos.
Carlo avisó a su esposa que saldría de caza, por lo que se quedaría sola en casa. El plan, medido al mínimo detalle, salió a la perfección para Gesualdo.
El conde esperó en casa hasta que sorprendió a la pareja en su cama. Una vez allí, los ajustició y los mutiló.
La posición de Gesualdo, y las normas de derecho de la época, hicieron que el conde saliera totalmente airoso de tal asesinado.
Fue el virrey de Nápoles, Juan de Zuñiga, quien le brindó apoyo, y unos días después de abrirse el caso, acabó sin detenciones y con Gesualdo en la calle.
La vida posterior al asesinato de su mujer fue un calvario para Gesualdo que se lanzó a la flagelación y a la culpa. Volvió a casarse y tuvo otros dos hijos que acabaron muriendo en extrañas circunstancias.
Gesualdo buscó el camino de la expiación a través de la flagelación, juegos masoquistas e incluso acercándose a la brujería. Su música quedó a un lado completamente.
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