A eso de las 13:00 horas del pasado 14 de enero el azar deparaba que el Real Madrid volviese a Salamanca 21 años después. Los blancos tenían que viajar a tierras charras para medirse a un equipo de nueva generación como Unionistas en medio de un auténtico caos en los estamentos políticos, sociales y deportivos de todos los entes de la ciudad. Pero la pesadilla vivida desde ese día mereció la pena. Los blanquinegros no ganaron, pero honraron la Copa del Rey y compitieron de tú a tú contra un Real Madrid que con su alineación y su intensidad respetó al rival y al torneo.
Era 1999 cuando el Real Madrid, entrenado entonces por J.B. Toshack, visitaba el estadio El Helmántico para medirse a la ya fallecida Unión Deportiva Salamanca. Los blancos empataron a uno con gol de Raúl en un día que quedó marcado por la famosa frase del entrenador de galés de «los mismos once cabrones de siempre». Desde ese día no habían vuelto a la ciudad universitaria.
Esta vez lo blancos no jugaron en El Helmántico, el estadio que enorgullecía a toda la ciudad hasta hace unos años. Ahora, la rivalidad entre Unionistas y el Salamanca CF UDS, hace que la mitad de la ciudad vea en el campo en el que tantas veces soñaron, celebraron y lloraron la casa de un equipo rival que ha «usurpado» la identidad de un equipo desaparecido. El Real Madrid, pese a la perplejidad de mucha gente tenía que jugar en Las Pistas, nunca puso ni una sola pega a jugar en un campo con un césped en mal estadio, rodeado de una gran pista de atletismo, con tan sólo 4.000 localidades y ubicado a 50 metros del mítico recinto salmantino que ha acogido hasta en tres ocasiones a la selección española. Un partido muy incómodo para los blancos y con la polémica servida.
¿Cómo permitir que se jugase un partido contra el Real Madrid en unas instalaciones tan humildes? ¿Cómo privar a la ciudad de poder asistir a ver al equipo 13 veces campeón de Europa? Ayuntamiento, Unionistas, Federación, Salamanca CF UDS y hasta el Real Madrid, que ofreció el Bernabéu, tuvieron mucho que decir. Pero al final imperó la voluntad de los agraciados, como su presidente explicaba a OKDIARIO antes del partido. Pese a las presiones querían jugar en su casa y así fue. Y mereció la pena.
Igual que mereció la pena soportar el frío que los 4.000 valientes tuvieron que soportar en las desangeladas gradas a las 21:00 horas de la noche de un 22 de enero. Igual que también lo mereció las eternas colas para que los socios recogieran sus entradas o el tremendo madrugón y la gélida espera de los que a las cuatro de la mañana ya esperaban en la sede de Unionistas para hacerse con una de las últimas localidades.
También ha merecido la pena para Unionistas es sufrimiento para organizar un partido que les quedaba grande. El choque contra el Real Madrid ha servido para mostrar al mundo su filosofía de club y mostrar y reivindicar el trabajo que muchos voluntarios dedican de manera desinteresada al club que homenajea al que era el de sus amores. Y la sensación de celebrar un gol, que era el empate, quedará para siempre al grito de «¡Sí se puede!».
Y para el Real Madrid también mereció la pena, aunque sólo sea porque sus estrellas hayan podido comprobar la realidad del fútbol modesto. Es imposible pensar que tras visitar Las Pistas los jugadores blancos no hayan recordado sus inicios futbolísticos y lo afortunados que son de tener unas instalaciones como las que disponen en Valdebebas y en el Bernabéu. Y también porque quizá con el que menos se podía contar apareció.
Lo que muchos veían como un castigo para Bale se acabó convirtiendo en una redención. El galés, ‘fuera’ del equipo en las últimas semanas no se escondió en el partido que probablemente menos le apetecía jugar. Marcó cuatro meses después y no se borró después de hacerse daño en un tobillo en una de sus primeras intervenciones en el partido. Gareth continuó, marcó y volvió a probarse tras el descanso, aunque ahí sí se vio obligado a marcharse del campo. Tampoco se esperaba a Brahim, que acabó rescatando al Madrid cuando la cosa se puso seria.
El partido también ha merecido la pena para los periodistas que hemos cubierto el partido. Para recordar lo que ha cambiado la profesión y agradecer a los equipos, como Unionistas, que ponen todo de su parte para facilitar el trabajo. Y para sentir lo huérfano que se siente uno sin un enchufe donde cargar el ordenador, sin una conexión wifi a la que conectarse, una cabina donde refugiarse, incluso sin un pupitre donde apoyarse para escribir estas letras.
Si algo tiene la Copa del Rey es poder brindar la oportunidad de que un equipo pequeño sueñe con eliminar al más grande. Porque aunque no se consiguió la hazaña Salamanca ha vuelto a sentir ilusión por el fútbol. Y si para ello hay que pasar frío, combatir con las presiones o retroceder en el tiempo, al final merece la pena.