Colorín, colorado, esta Liga se ha acabado. El Real Madrid se llevó el Clásico con una remontada espectacular ante el Barcelona, que pone punto y final a una Liga que tenía encargada hace tiempo. El Barcelona se adelantó dos veces en el Bernabéu, pero el equipo de Ancelotti dio la vuelta al marcador con un gol de Bellingham en el 91. Partidazo descomunal de Lucas Vázquez que provocó un penalti, marcó un gol y dio una asistencia.
Con el corazón aún con agujetas por lo del martes en el Etihad, el Bernabéu se preparaba para el Clásico. El puto Clásico que diría un adolescente. Vale que era un poco de mentirijillas por los ocho puntazos de ventaja del Real Madrid sobre el Barcelona, que sí. Pero «un hombre en la cama siempre es un hombre en la cama», como le decía Luis Ciges a Antonio Resines en Amanece que no es poco. Y un Clásico siempre es un Clásico.
Llegaba en Real Madrid sumergido en la marmita de la euforia y el Barcelona chapoteando en su propia frustración. Unos, con el subidón de haber derrotado al monstruoso City de Guardiola. Los otros, con el bajón de haber desperdiciado dos goles de ventaja ante un PSG con un Mbappé casi en excedencia. Las sensaciones cosían el cartel de favorito al pecho del Madrid ante un Barcelona en plena guerra civil en el vestuario y con un entrenador en retirada.
Vinicius empató el Clásico para el Madrid en el primer penalti en contra del Barça en toda la Ligahttps://t.co/EpOBk4nD0Y
— okdiario.com (@okdiario) April 21, 2024
Y hablando de entrenadores, a Ancelotti le dio por inventar. El viejo Carletto ideó una defensa con un extremo (Lucas), un central (Rudiger) y dos mediocentros (Tchouaméni y Camavinga). Y ni siquiera parecía una locura sino una genialidad. En el mediocampo juntaba a Kroos con Modric, solución que solo usó en el derbi del Metropolitano (la única derrota del Madrid esta temporada). Fede Valverde y Bellingham harían los coros en los costados a la pareja de viejos rockeros. Arriba repetían Rodrygo y Vinicius, con ganas de correr hacia la portería contraria después de matarse corriendo hacia la propia en el Etihad.
En el Barcelona Xavi sacrificaba a Pedri, sempiterno convaleciente, para equilibrar el centro del campo con Christensen, que no tiene ADN Barça, pero abarca mucho campo. A su lado colocaba a De Jong, el Xavi de Xavi, y a Gündogan, que da más juego fuera del campo que dentro. No había novedades en la defensa que escoltaba a Ter Stegen formada por Koundé, Araujo, el nene Cubarsí y Cancelo. Arriba, Lamine Yamal, el otro menor del Barça (21 años más joven que Modric), Raphinha y el viejo Lewandowski, porque los goleadores no son eternos pero casi.
El Barça pega primero
Nos dieron las nueve, Soto Grado hizo sonar el silbato y arrancó el Clásico ante un Bernabéu a reventar. Faltaría más. A presionar salieron ambos equipos y estrecharon el campo hasta hacerlo de fútbol sala. Un par de errores en la salida del balón de Lunin primero y de Vinicius después pusieron el congojo en el Bernabéu. Y el susto se convirtió en muerte a los cinco minutos después de que Lunin se tragara un córner en una salida defectuosa y la pelota llegara al segundo palo. Allí se apoyó Christensen sobre la espalda de Kroos y cabeceó a placer. Ni el árbitro ni el VAR quisieron ver falta, así que el 0-1 subió al marcador.
Con el Clásico en su contra, el Real Madrid se echó al monte. Retrocedió el Barcelona para tomarse un respiro y buscar la velocidad en las contras. Un cabezazo de Vinicius en el 12 a una falta lateral botada por Kroos fue el primer aviso del equipo de Ancelotti. Respondió el Barça con una acción individual de Lamine Yamal que desbordó a Camavinga y se plantó solo ante Lunin, que abortó su tiro con el pie.
Pasado el cuarto de hora Lucas Vázquez se inventó una jugada individual en la que sentó primero a Cancelo y después ante el cruce de Cubarsí buscó muy pillo el contacto. Lo hubo, pero más por la intención del madridista de encontrar el choque que por la del central de derribarle. Soto Grado se quedó sólo con el toque de una pierna con la otra, que lo hubo, pero no interpretó bien la jugada. Pitó penalti. Lo marcó Vinicius, a pesar de que su tiro iba algo centrado y que Ter Stegen le adivinó el sitio. Pues nada, 1-1 y Clásico nuevo.
El Real Madrid recuperó el pulso del juego y el Barcelona acusó el sopapo. Otro susto azulgrana a la salida de otro córner que Lunin, con el error del 0-1 en su mochila, decidió no atacar. Lewandowski cabeceó de espaldas y su remate rozó el travesaño por la parte exterior. El Bernabéu ahogó un suspiro. El cuarto córner fue otro suplicio. Lo remató a la remanguillé Lamine Yamal y lo sacó sobre la línea Lunin. El VAR revisó todas las tomas y no encontró ninguna que fuera lo bastante concluyente como para dar gol.
En el 33 Camavinga vio una amarilla por cruzarse ante Lamine Yamal, que le estaba dando la tarde en ese costado. La falta la sacó Raphinha y la echó arriba. Se recompuso el Real Madrid y volvió a crecer asido a la pelota. Y eso que Bellingham se pasó el primer tiempo absolutamente desaparecido. O casi, porque una recuperación suya en el 45 provocó una ocasión postrera que desperdiciaron entre Vinicius y Rodrygo.
Tablas al descanso
Esa acción y una pelota dividida entre Fede Valverde y De Jong, en la que el holandés salió mal parado, fueron las dos últimas jugadas con las que se abrochó la primera mitad. Salió en su lugar Pedri y en el descanso también entró Fermín por Christensen. Con el centro del campo nuevo el Barça trató de recuperar los mandos del Clásico.
Bellingham avisó en el 50 con un zurdazo lejano que le salió demasiado al medio. Koundé sujetaba a Vinicius como Araujo en sus mejores tiempos. En ataque todo pasaba por la inspiración de Lamine Yamal, que buscaba al amonestado Camavinga. El Clásico empezaba a romperse con espacios para los dos equipos.
La tuvo Vinicius en el 55 tras galopar 60 metros a por un lanzamiento medido de Bellingham. Llegó algo fundido al área, se escoró y su disparo se fue al techo retráctil del Bernabéu. Una hora nos habíamos cenado de Clásico y nos había sabido a poca cosa. El empate llenaba la panza del Madrid y dejaba famélico al Barça. Xavi reaccionó sacando del campo a Lewandowski y metiendo a Joao Félix.
En el 65 Ferran Torres falló un gol cantado en el mano a mano con Lunin. Bien cuerpeado por Camavinga, el internacional español la echó fuera, aunque había arrancado en posición ilegal. Fue el preludio del 1-2, que llegaría cinco minutos después tras un centro de Lamine Yamal que sacó Lunin con apuros. Su despeje al centro lo aprovechó Fermín para marcar a placer.
Reaccionó Ancelotti con un doble cambio: Fran García por Camavinga y Brahim por Kroos. El tanto picó al Real Madrid, que reaccionó a la heroica. Y para héroe uno silencioso que siempre está: Lucas Vázquez. El canterano aprovechó una jugada coral terminada con un centro medido de Vinicius para marcar de media volea en el segundo palo. Pues nada: 2-2 y Clásico nuevo otra vez.
De Fermín a Lucas Vázquez
Cambio ultradefensivo de Ancelotti: Militao por Rodrygo. Tchouaméni subió al centro del campo y Brahim pasaba a acompañar a Vini y Bellingham en ataque. El partido se había roto y Vinicius tuvo en sus egoístas botas el 3-2. No se la quiso dar a Brahim y prefirió fusilar a Ter Stegen, que metió una mano que salvaba al Barcelona.
En el 81 enfadó Ancelotti a Vinicius al sacarle del campo para meter a Joselu. El brasileño no entendía que su entrenador le sustituyera aunque Carletto trató de explicárselo al otro lado de la banda. En el 86 el Real Madrid falló un tres en uno: Militao, Bellingham y Joselu. Menos mal que los tres estaban en fuera de juego porque no atinó ninguno.
En el 91 llegó el delirio en el Bernabéu con el gol de Bellingham, que marcó en el segundo palo tras una genial asistencia de Lucas Vázquez. El Real Madrid culminaba otra de sus tradicionales remontadas y daba al Barcelona donde más duele. La Liga, una vez más, se quedaba en la capital de España porque ya tiene dueño a falta de saber la fecha del alirón: el Real Madrid.