Ni 2 ni 3: ésta es la presión exacta a la que deben ir las ruedas del coche para ahorrar combustible en invierno
Con la llegada del invierno y el descenso de las temperaturas, el mantenimiento del coche se vuelve más importante que nunca para garantizar la seguridad. Uno de los aspectos que muchos conductores pasan por alto (pero que influye directamente en el consumo de combustible, la adherencia y la vida útil de los neumáticos) es la presión del aire en las ruedas. Aunque a simple vista parezca un detalle menor, una presión inadecuada puede incrementar el gasto de carburante hasta en un 10 % y comprometer la estabilidad del vehículo.
Durante los meses más fríos del año, el aire del interior de los neumáticos se contrae debido a las bajas temperaturas, provocando una caída natural de la presión. Los expertos calculan que, por cada descenso de 10 °C en la temperatura ambiente, la presión se puede reducir unos 0,07 bares. Esto conlleva mayor resistencia a la rodadura, más consumo de carburante, peor frenada y un desgaste irregular que acorta la vida útil de los neumáticos. En invierno, donde la adherencia ya es de por sí más baja, esta falta de presión puede aumentar el riesgo de deslizamientos y pérdida de control en curvas o frenadas bruscas.
La presión ideal que deben tener las ruedas del coche en invierno
Michelin, uno de los principales fabricantes de neumáticos del mundo, recomienda revisar la presión al menos una vez al mes. Según la marca francesa, la presión ideal en invierno es aquella que resulta de añadir unos 0,2 bares más a la cifra que indica el fabricante del vehículo. Por ejemplo, si el manual de un coche recomienda 2,3 bares en las ruedas delanteras, en invierno conviene inflarlas a 2,5 bares. Ahora bien, hay que tener cuidado, ya que un exceso de presión también puede resultar perjudicial.
Los especialistas señalan que la presión siempre se debe comprobar siempre con los neumáticos fríos, es decir, cuando el coche ha recorrido menos de tres kilómetros. Si la medición se hace tras un trayecto largo, el aire caliente se expande dentro del neumático y la lectura mostrará un valor superior al real. Otro detalle importante es utilizar siempre el mismo manómetro para obtener mediciones más fiables.
También es importante recordar que las cuatro ruedas no siempre llevan la misma presión. En muchos modelos, los neumáticos delanteros requieren más aire que los traseros debido al reparto de peso y tracción. En vehículos eléctricos, por ejemplo, el peso extra de las baterías puede requerir una presión diferente a la de los coches de combustión.
Los efectos de una presión incorrecta
Circular con poca presión provoca una mayor deformación del neumático y un contacto excesivo con el asfalto. Esto genera más fricción, calor y desgaste, lo que puede afectar tanto a la eficiencia como a la seguridad. Según datos de la DGT, los vehículos con neumáticos desinflados consumen entre un 3 % y un 5 % más de combustible y necesitan más distancia para frenar. Por el contrario, una presión demasiado alta reduce la zona de contacto con el pavimento, lo que puede generar una pérdida de adherencia, vibraciones y una sensación de inestabilidad.
Consejos de la DGT
«El neumático es un elemento básico en un vehículo, del que depende esencialmente la adherencia al firme en todas las circunstancias posibles, resultando fundamental para la seguridad dinámica, ya que permite frenar con eficacia. Como explica Pedro Álvarez, director de marketing de Michelin, «el neumático es el nexo de unión entre el coche y la carretera, por lo que tiene que ser seguro, duradero y sostenible. Por ello, este elemento de alta tecnología debe estar siempre en buen estado y con las presiones recomendadas por el fabricante». Aunque aparentemente el neumático no ha variado mucho a lo largo de la historia, su evolución ha sido constante, introduciendo compuestos que mejoran su comportamiento a cualquier temperatura, su resistencia y su capacidad de adaptación a la climatología cambiante. También el diseño de la huella ha avanzado, optimizando la evacuación del agua y la adherencia en firmes resbaladizos y con frío extremo.
Por nuestra seguridad, conviene revisar el estado de los neumáticos al menos una vez al mes y siempre antes de un viaje largo, comprobando la presión adecuada y su desgaste. Su vida útil ronda entre 40.000 y 50.000 km, dependiendo del tipo, uso y mantenimiento. Un mal inflado, una alineación incorrecta o golpes contra bordillos pueden reducir su duración y comprometer la estabilidad del vehículo. Además, elegir neumáticos de baja calidad puede traducirse en menor agarre y durabilidad, por lo que ahorrar en ellos no es una buena inversión».
Finalmente, para quienes circulan habitualmente por zonas frías o de montaña, los expertos recomiendan el uso de neumáticos de invierno. Estos modelos están fabricados con compuestos que mantienen su elasticidad a bajas temperaturas y un dibujo que mejora el agarre sobre nieve o hielo. La DGT recomienda su uso cuando las temperaturas bajan de los 7 °C de manera habitual.
