Ángel Nieto, 70 años de pasión: de su madre a su último gran amor
“En el amor he vivido quizá las cosas más bonitas que me han pasado. Cuando me enamoro soy probablemente más apasionado que con las motos”. Esta frase cargada de significado es una de las declaraciones más profundas de Ángel Nieto. Se la concedió al suplemento ‘XL Semanal’ en 2005 y con ella rompía esa máxima de no mostrar a la prensa más de lo necesario. No dudó en reprocharle a su querido sobrino Fonsi Nieto en su intervención en ‘Mi casa es la tuya’ que el joven se había dejado deslumbrar por los focos de la fama y eso le había pasado factura. Eso a él no le ocurrió y reconoce que así ha sido mucho más feliz. “Todo ese glamour que ellos tienen no lo cambio por lo bien que lo he pasado yo. Además, el precio que pagan no compensa, se divierten la mitad de lo que me he divertido yo”, declaró en una ocasión.
Nieto ha hecho gala de esa diversión, de que en su día fue un ‘rebolera’, como le gusta definirse, pero serio en el amor. Dos grandes mujeres ocuparon el corazón del 13 veces campeón del mundo en motociclismo. Ellas, en la sombra, han sido su verdadero triunfo en la vida porque gracias a ellas tiene a sus tres hijos.
Ángel Nieto con su mujer Pepa Aguilar acudieron a una recepción con el presidente Felipe González / Gtres
Ángel Nieto se casó con Pepi Aguilar el 11 de junio de 1975. Las crónicas de la época hablaban de una boda secreta. Una boda que se mantuvo oculta hasta unas horas antes de que se celebrase. Un chivatazo de última hora provocó lo que los novios querían evitar a toda costa, que en su boda hubiera más periodistas que invitados, pero así fue. “No queríamos que nadie se enterase para evitar tumultos. Solamente unos pocos amigos sabían que íbamos a casarnos”, dijo el piloto el día de su enlace ante los micrófonos. Mantener aquella ceremonia celebrada en una ermita de Robledo de Chavela (Madrid) parecía una utopía. Rocío Jurado y Pedro Carrasco, íntimo amigo del novio, eran los testigos del enlace y su presencia, como no podía ser de otra manera, revolucionó los medios de comunicación.
Ángel Nieto se casó ese día muy enamorado. Llevaba 10 años saliendo con Pepi, a la que había conocido siendo muy joven cuando ambos trabajaban en Vallecas, ella como dependienta en una droguería y él en un taller de coches. De su matrimonio nacieron dos hijos, Gelete y Pablo, pero en los años 90 se separaron. Nunca se divorciaron.
La pareja en la fiesta ‘Flower Power’ de Pacha Ibiza en 2008 / Gtres
Apenas trascendieron los motivos de la ruptura y la discreción que no había logrado con su boda sí la consiguió con su separación. Unos años después confesó en una sincera entrevista qué ocurrió entre ellos: “Me fui de casa porque me enamoré de Belinda a lo bestia. Como un caballo de carreras. El amor te da mucha vida, pero también muchos problemas. A Pepa la quiero mucho y le tengo un gran respeto”.
El huracán Belinda había entrado en la vida de Ángel Nieto. Con ella vivió una segunda juventud y cuando ya había cumplido los 50 fue padre de un niño que se llama Hugo y que, aunque en un principio mostró interés por las motos, hoy parece que se decanta por otro deporte: el tenis.
Ángel y Belinda han formado una de las parejas más estables del panorama nacional. Ella siempre le ha acompañado a cada uno de los actos a los que el piloto ha sido invitado y durante estos 20 años de idilio han sido inseparables.
Su ‘tercera mujer’
Teresa Roldán, madre de Ángel Nieto / Mediaset
No sería justo hablar de las mujeres de Ángel Nieto sin mencionar a su madre, Teresa Roldán. A sus 100 años la vimos dedicar unas bonitas palabras a su hijo en el programa de Bertín Osborne. Confesó que no le gustaban las motos y que. Como es lógico, ha vivido en vilo con la profesión que había escogido. A Ángel se le llenaba la boca a la hora de hablar de su progenitora. Valoraba lo mucho que se había sacrificado vendiendo huevos para sacar a sus hijos adelante y también recuerda cómo le emocionaba los regalos que él le hacía por el día de la madre: “La única fecha verdaderamente especial que había para mí era el Día de la Madre. Un día antes, yo vendía en la tienda de al lado todas las botellas vacías de gaseosa que iba recogiendo durante el año y con lo que me daban le compraba una postal preciosa de la Virgen María, con brillantitos y así. Todos los años le regalaba una y le escribía cosas por detrás”.