¿Se nace príncipe o se hace Rey? La ceremonia que marcó el destino de Felipe VI y Leonor hace 48 años
El 1 de noviembre de 1977, Felipe de Borbón fue proclamado Príncipe de Asturias en Covadonga
La princesa Leonor asume gradualmente responsabilidades públicas, especialmente en los premios Princesa de Asturias
La solemnidad y valores aprendidos por Felipe en Covadonga se reflejan hoy en su reinado y en la formación de Leonor

El 1 de noviembre de 1977, un niño de apenas nueve años, Felipe de Borbón y Grecia, recibió oficialmente el título de príncipe de Asturias, marcando el inicio de un destino que lo conduciría al trono de España. La explanada del santuario de Covadonga, tras más de 140 años sin acoger esta tradición, se llenó de solemnidad y simbolismo: no era solo la proclamación de un heredero, sino un acto cargado de historia, emoción y política en un país que empezaba a transitar hacia la democracia. Aquella mañana gris asturiana enseñó que ser príncipe no es solo un privilegio de nacimiento: es un proceso de formación, aprendizaje y compromiso, un camino que transformaría al niño en un rey consciente de su legado y de la responsabilidad que su papel implica ante los españoles.
Hoy, más de cuatro décadas después, la huella de aquel acto se percibe claramente en la figura de su hija, la princesa Leonor, quien ha ido asumiendo gradualmente responsabilidades públicas y protocolares como Princesa de Asturias. En los premios Princesa de Asturias, Felipe VI ha ido cediendo protagonismo a su hija: desde intervenciones breves, hasta discursos completos, culminando en 2025 cuando Leonor pronunció las palabras de cierre de la gala, demostrando madurez y consolidando su papel como futura heredera del trono. Este «relevo gradual» muestra que la tradición instaurada en Covadonga no es solo un acto ceremonial, sino un modelo de preparación institucional, adaptado al siglo XXI.

La princesa Leonor y el Rey Felipe VI. (Foto: Gtres)
Contexto histórico: la España de 1977
La ceremonia no se comprendía plenamente sin entender el contexto político de la época. España atravesaba una etapa de transición democrática apenas dos años después de la muerte de Franco. Adolfo Suárez se había convertido en presidente del Gobierno y se habían celebrado las primeras elecciones democráticas en junio de 1977. La sociedad vivía entre la ilusión por la democracia y el miedo por la violencia terrorista y la inestabilidad económica.
La proclamación de Felipe como príncipe de Asturias fue, por tanto, un acto de gran carga política y simbólica. La monarquía, que había sido reinstaurada por Juan Carlos I tras el exilio y la dictadura, necesitaba consolidar su legitimidad. La ceremonia de Covadonga combinaba historia, religión y política, reforzando la figura del heredero y enviando un mensaje de continuidad y estabilidad.




El entonces príncipe Felipe en Covadonga. (Foto: Gtres)
De Covadonga a los Premios Princesa de Asturias: el relevo generacional
La princesa Leonor, nacida en 2005 durante el reinado de su abuelo Juan Carlos, sigue los pasos de su padre en múltiples niveles: educación, formación militar y asunción gradual de responsabilidades institucionales. Su presencia en los Premios Princesa de Asturias se ha convertido en el ejemplo más visible de este relevo simbólico y real. Desde que Felipe VI accedió al trono en 2014, Leonor ha ido asumiendo un papel cada vez más activo: en los primeros años, solo acompañaba a su padre en actos públicos; posteriormente, pronunció discursos breves; y, en 2025, cerró la ceremonia con palabras propias, un gesto que simboliza la transferencia progresiva de responsabilidades.
Este proceso refleja la misma solemnidad y preparación que su padre vivió en Covadonga, pero adaptada a los tiempos modernos, donde la cercanía con el público y la visibilidad mediática son esenciales. Existen numerosos paralelismos entre las experiencias de Felipe y Leonor: ambos estudiaron en el Colegio de Santa María de los Rosales, completaron estudios internacionales y recibieron formación militar. La diferencia fundamental radica en el contexto histórico: mientras Felipe asumió sus primeros roles en un país que aún consolidaba su democracia, Leonor se prepara para una monarquía plenamente institucionalizada y con un enfoque más moderno en comunicación y cercanía social.




El Rey Juan Carlos I, junto al Rey Felipe VI y la princesa Leonor. (Foto: Gtres)
Los premios Princesa de Asturias permiten observar este paralelismo en acción: la solemnidad del acto se mantiene, pero se combina con un lenguaje y unos valores adaptados al presente. Leonor ha enfatizado la educación en valores, la democracia, la libertad frente al miedo y el respeto por la diversidad, consolidando un modelo de monarquía que armoniza tradición y modernidad, siguiendo la estela que su padre trazó en Covadonga hace más de cuatro décadas.
La influencia de Covadonga en la percepción pública de Felipe VI
La imagen pública de Felipe VI no solo se forjó en Covadonga, sino que se ha consolidado a lo largo de décadas gracias a un estilo de liderazgo que combina seriedad, cercanía y responsabilidad. Momentos críticos como la DANA de Paiporta, donde permaneció en contacto directo con los afectados, o su papel en la crisis catalana, han reforzado la percepción de un rey que “da la cara” cuando otros se retiran. Su capacidad para equilibrar solemnidad con empatía lo ha distinguido frente a figuras políticas contemporáneas.
A nivel internacional, el Barómetro del Real Instituto Elcano coloca a Felipe como el líder europeo mejor valorado, con 5,5 puntos sobre 10, superando a dirigentes como Carlos III de Inglaterra o Ursula von der Leyen. En países como Rumanía, su valoración alcanza 6,9, y también obtiene calificaciones positivas en Bélgica, España e Italia. Este reconocimiento refleja su habilidad para proyectar una imagen de estabilidad y confianza, que va más allá de la política nacional y lo posiciona como referente europeo en diplomacia y liderazgo.




El Rey Felipe VI en un acto oficial en Valencia. (Foto: Gtres)
Su carácter, definido por la disciplina, la prudencia y un compromiso constante con los valores democráticos, se percibe también en su relación con la ciudadanía: combina ceremonialidad con cercanía, y un enfoque pedagógico que busca transmitir responsabilidad y ejemplo personal. La reputación de Felipe VI se sustenta en esta coherencia entre estilo, acción y mensaje, consolidando la monarquía española como institución estable y respetada, y proyectando un modelo de liderazgo que ahora se traslada a la siguiente generación, con Leonor iniciando su relevo institucional.