Desde que estallara el caso Nóos en noviembre de 2011, Iñaki Urdangarin nunca más volvió a ser el que era. El prestigio de aquel “yerno perfecto” de los Reyes de España se derrumbaba automáticamente y, junto con su esposa, pasó de codearse con las grandes esferas a tener que “exiliarse” primero en Washington y luego en Ginebra.Dicen que la cara es el reflejo del alma, y su radical cambio de vida ha hecho mella en el rostro del exduque de Palma. De hecho, su aspecto físico ha ido evolucionando a medida que iba avanzando el proceso judicial.
El cambio de Urdangarin no ha sido constante hasta el día de hoy, sino que ha tenido un punto de inflexión y últimamente ha recuperado su aspecto. Ese momento clave fue entre los años 2011 y 2013, cuando apreciamos a un Iñaki demacrado, mucho más delgado y esquelético que siempre.