Felipe y Letizia, encerrados y poca broma
Don Felipe y doña Letizia, junto a sus hijas, pasarán la Semana Santa en casa por primera vez en 17 años juntos. Una situación causada por la crisis del coronavirus que dejará un hueco en el album de fotos habitual de la Familia Real
Poca broma con esta situación trágica que vivimos, pero la mente me lleva este Domingo de Resurrección, inevitablemente, a la Catedral de Palma de Mallorca. Son muchos años de aguardar, como periodista, esa imagen de la Familia Real posando al concluir la Misa de Pascua. Una cita obligada para los Reyes (antes lo fue para don Juan Carlos y doña Sofía) a la que siempre asisten, aunque ni siquiera estén en Palma disfrutando de las vacaciones de Semana Santa. Sí, muchos años – la mayoría de ellos desde que se casaron en 2004 – don Felipe y doña Letizia desaparecían del mapa en una de sus escapadas anuales secretas. Este año, esta terrible pandemia, que iguala a todos y no entiende de privilegios, los confina en casa, como a todos los españoles. Poca broma, pero, será el primer año en muchos que sabremos de su paradero.
Casa Real no informa de las actividades privadas de los Reyes, faltaría más. Cierto es que, en ocasiones, ni siquiera ellos disponen de toda la información; es la mejor manera de evitar filtraciones. Desde que Letizia llegó a la vida del entonces príncipe Felipe, a finales de 2002, despistar a la prensa ha sido una de sus grandes intenciones y objetivos. Suele conseguirlo. Conoce bien al gremio y cuenta con armas poderosas para ejercer desde el otro lado.
Este año recordarán, probablemente, su última escapada a Roma por estas fechas. Ahora, todos nos refugiamos en los recuerdos. Pocos años después de que don Felipe se casara con la otrora periodista, recibí una llamada en la que me aseguraban cien por cien que los entonces Príncipes de Asturias habían viajado a Jordania. Había comenzado la Semana Santa, pero no todos podemos tomarnos los 8 días de vacaciones, así que me pilló trabajando. ¿Jordania? “Sí, van a Aqaba” (la residencia veraniega de la Familia Real jordana). Era una de sus escapadas secretas. Fue imposible obtener una imagen, pero el destino sí lo pudimos confirmar. Volaron de vuelta con el tiempo justo para llegar a la Eucaristía en Mallorca. El Algarve portugués, concretamente el Castillo de San Joao de Arade, propiedad de su buen amigo Vasco de Quevedo Pereira Countinho, ha sido otro de los lugares escogidos para desaparecer en Semana Santa. El parentésis secreto que han perseguido cada año, en otras ocasiones los llevó a Courchevel, estación de esquí en Los Alpes franceses, a Astún, en el Pirineo Aragonés, o Miami, por poner algún ejemplo más. Ahora, todo ha cambiado. No hay privilegios para nadie y sí mucha necesidad de la responsabilidad de todos.
Domingo de Pascua y también inevitable, recordar aquel rifirrafe entre reinas que dejó hace 3 Semanas Santas la imagen de Letizia de España por los suelos. Ni su cuidado estilismo, ni su mejor sonrisa pudo maquillar ni ocultar el malestar de la mayoría de los españoles al ver, una y otra vez -porque las imágenes se repitieron hasta la saciedad- ese gesto irrespetuoso, inapropiado e innecesario hacia su suegra y reina, doña Sofía, a las puertas del templo mallorquín. Con el tiempo, parece que aquella ruptura se ha ido recomponiendo, no sin esfuerzo. ¿Recuerdan la llegada al hospital una semana después para visitar al rey Juan Carlos recién operado? ¿Y la compra en el mercado de Palma, nuera y suegra con las 2 infantas, ese mismo verano? Puestas en escena reparadoras a ojos de todos. Sin embargo, la cicatriz, como las grietas de un valioso jarrón que tras hacerse añicos intentas soldar con pegamento, permanece visible. Cada uno a sus cosas y en sus casas. Y en eso están este Domingo de Pascua, como el resto de los españoles.
Los Reyes se sometieron a la prueba de la COVID-19 tras conocerse que la ministra Montero dio positivo. El riesgo llegaba a Palacio. El día 6 de marzo la reina Letizia estuvo con ella al compartir una reunión de trabajo de la Asociacion para la Prevención y Atención a la mujer prostituta, en la sede de la Uned, ubicada en las antiguas escuelas Pías de San Fernando en el barrio madrileño de Lavapiés. A la salida, las dos mujeres se despidieron con un par de besos. ¿Pero en qué estaban pensando estas dos señoras de altos sueldos públicos? ¿En la maldita foto solo? Más de tres semanas antes de su beso guay, el 12 de febrero, la GSMA, la asociación de operadores que organiza anualmente el Mobile World Congress (MWC), cancelaba la cita prevista en Barcelona los días 24 y 27 de febrero. John Hoffman, su director ejecutivo sentenciaba en un comunicado enviado a los medios: «Con el debido respeto al ambiente seguro y saludable en Barcelona y el país anfitrión, GSMA (la organización) canceló el MWC Barcelona ante la preocupación global con respecto al brote de coronavirus”. Poca broma. Sí, y sé que ningún mandatario, tan seguros ellos, tan en sus cargos, tan votados por todos nosotros, tomó medidas mejores de las que nos han llevado a sufrir muchos miles de muertos y de desgracias en poco más de un mes. Cuánta ineficacia e imprudencia.
La reina Letizia ha estado confinada en su habitación, se supone, los 14 días preceptivos -entre el 11 y el 26 de marzo- y ha vuelto a la actividad desde los despachos de su residencia. El Rey ha visitado el hospital de campaña – el milagro de Ifema – y también se ha reunido con la autoridad militar, en la sede del Mando de Operaciones en la base de Retamares de Pozuelo de Alarcón, además de mantener a diario videoconferencias con interlocutores políticos, médicos y sociales. Me consta que están muy preocupados y que siguen la evolución de la pandemia. En su discurso del pasado día 18, el Rey dijo: «Sé que es fácil decirlo, y también sé que no es nada fácil hacerlo en estas circunstancias: organizarse cada uno en su trabajo, en su casa, con su familia, o con sus hijos. Pero es lo que debemos hacer por el bien de todos. Porque todos y cada uno somos parte de la solución de esta crisis». Pues eso, todos en casa. Poca broma.