Durant destruye a Australia con la misma táctica que condenó a España

La selección de baloncesto de Estados Unidos accedió por cuarta vez consecutiva a la final de los Juegos Olímpicos. El equipo norteamericano arrasó (97-78) a Australia en una segunda parte majestuosa en la que se marchó en el marcador por una distancia sideral después de ir perdiendo por 15 puntos en el segundo cuarto evocando a su duelo contra España. Contra los pupilos de Scariolo llegaron a ir cayendo por nueve puntos antes de despertar y hacer trizas las esperanzas de los Gasol de retirarse con una medalla olímpica.

En esta ocasión, Australia se puso por delante en el marcador con el 26-41 obligando a Gregg Popovich a pedir un tiempo muerto ante la pasividad defensiva de los suyos, que habían encajado semejante cantidad de puntos en apenas 15 minutos. Tanto Patty Mills como el renacido Dante Exum habían obrado a sus anchas, algo que se iba a terminar bien rápido.

De la mano de Kevin Durant (23 puntos), Estados Unidos empezó a entrar en ritmo de anotación hasta conseguir un parcial de 16-4 antes del receso que anticiparía lo que vendría en la segunda mitad. Los norteamericanos se quitaron las cadenas empezando una secuencia de juego veloz y con acierto en los triples en transición.

Al inicio de la segunda mitad, Estados Unidos encontró al finalista de la NBA Devin Booker como el principal aliado de Durant para juntos proceder a lograr un parcial de 32-10 en el tercer periodo que terminó por hundir a los oceánicos. En apenas 15 minutos, los vigentes campeones olímpicos le habían endosado un 48-14 de global a sus rivales. Nadie puede reponerse de eso.

El último cuarto fue un auténtico trámite para Estados Unidos para alcanzar otra final olímpica más, la cuarta consecutiva. Desde que tuvo lugar la tragedia de Atenas en 2004, este equipo no ha vuelto a fallar a su cita con lo más alto del podio. Y eso que este año pocos aventuraban un desenlace exitoso tras perder dos amistosos y el primer partido del campeonato ante Francia. Durant y compañía han callado muchas bocas.