El cielo de Catar se iluminó de blanco cuando Modric, capitán del Real Madrid, levantó la Copa Intercontinental después de vencer al Pachuca mexicano. Es la historia y destino de este club, que puede deambular desubicado sin encontrar su mejor versión que cuando atisba un trofeo, lo atrapa.
Mbappé, del mismo modo que lo hizo hace a dos años en la final del Mundial, volvió a ver puerta. Vinicius y Bellingham precintaron el partido y echaron el telón a un 2024 que se salda con cinco títulos en la vitrina blanca. Un tercio de los que 15 que ha conquistado Ancelotti, el entrenador más laureado de la historia del club blanco.
Cuando Modric tiñó de blanco un estadio, el de Lusail, que estaba inundado de serpentina, la buena sintonía invadió a los futbolistas del Real Madrid. Necesitan una buena dosis de ello tras unas semanas irregulares y danzando sobre el alambre. Allí, en Catar, situado en las primeras filas del estadio, un aficionado trató de vacilar a la plantilla blanca al portar la camiseta del Barcelona.
El dorsal, no dejó indiferente a nadie, 4-0, en referencia a la goleada endosada por el equipo de Flick al de Ancelotti en el último clásico de lIga disputado en el Santiago Bernabéu. El hincha esperó a la entrega de medallas para mostrar la camiseta y dibujar con el resultado con los dedos de la mano.
Ambos gestos llamaron la atención de los jugadores del Real Madrid, especialmente de uno de ellos. Antonio Rüdiger, que tuvo la reacción más espontánea, ya que mientras todos sus compañeros estaban disfrutando del baño de masas con la afición, no pudo aguantar la risa cuando le recordaron la goleada.
Además, se quitó la medalla del cuello para enseñársela al aficionado desde la distancia. El central alemán también protagonizó una jocosa pelea con Camavinga durante la celebración de la Intercontinental. Ambos acabaron por los suelos junto a Vinicius y Bellingham, que pasaron por ahí y recibieron.