El Real Madrid trituró al Barcelona y se metió en la final de la Copa del Rey con un histórico 0-4 en el Camp Nou. El repaso del equipo de Ancelotti al de Xavi en la segunda mitad fue sencillamente antológico. Los blancos pudieron lograr media docena, pero Ter Stegen lo evitó. Benzema marcó tres goles y medio, porque el primero lo comparte con Vinicius. Alaba aportó jerarquía en defensa, Modric manejó el Clásico en el segundo tiempo y el Barça se descompuso en una segunda parte infame.
Ancelotti se la jugaba y se la jugó. Le dio por inventar. Puerta grande o enfermería, aunque Carletto sabe que tiene una vida extra en Brasil. Su experimento para ganar en el Camp Nou y llevar al menos la semifinal a la prórroga fue situar a Camavinga como lateral zurdo, un sitio que ni le va ni le gusta, y a Kroos como pivote escoltado por Modric y Fede Valverde. Era una apuesta arriesgada, un all in que podría llevar al Real Madrid a la final de la Copa o a una noche de pasión.
Condenaba al banquillo a tipos que habían venido jugando desde el Mundial como Nacho, Rüdiger, Tchouaméni, Ceballos o Asensio, que veían al morlaco azulgrana desde la barrera, dispuestos a saltar al ruedo en cuanto cambiara el tercio. Por situarles, jugaban: Courtois; Carvajal, Militao, Alaba, Camavinga; Kroos, Modric, Valverde; Rodrygo, Vinicius y Benzema.
Enfrente el Barcelona de Xavi Hernández, envuelto en la piel de cordero con cuatro vueltas, como si fuera papel film, pero con el golito de ventaja que le otorgaba la victoria en el Bernabéu. Sin el cartel de favoritos y sin Christensen, De Jong, Pedri ni Dembélé, cuatro bajas de intocables en el once. Lo recomponía el técnico azulgrana con la presencia de Marcos Alonso como central de emergencia, Kessié y Sergi Roberto como escoltas de Busquets y el bullicioso Gavi arriba junto a Raphinha y Lewandowski. También estaba, faltaría más, Araujo como ese papel secante que absorbe a Vinicius y le inmoviliza como una camisa de fuerza.
Por fin nos dieron las nueve de la noche y arrancó el Clásico. Y el Real Madrid salió como un grupo de cuarentones de despedida de soltero: a tumba abierta. Respondió el Barcelona con una contra de vértigo que abortó Camavinga en el área pequeña. Y luego reclamaron los azulgrana una mano de Alaba dentro del área, que tenía apoyada en el suelo. El Camp Nou a coro reclamó penalti, pero Martínez Munuera se mantuvo firme. No había penalti.
Correcalles
El vértigo y la asfixia se adueñaron de un Clásico que tuvo más emoción y juego en cinco minutos que la ida en 90. Camavinga, que regaló una pelota a Lewandowski de esas que denotan su falta de oficio, se resintió de un tirón muscular y Ancelotti, que pasa de Nacho como Pedro Sánchez de las ministras de Podemos, puso a calentar a Rüdiger.
El Barcelona se hizo con los mandos del partido y encerró al Real Madrid, que fio su suerte a las contras. Con Vinicius anulado y acomplejado por Araujo, la presencia de Rodrygo podía resultar definitiva. El Clásico se convirtió en un correcalles entretenido y divertido. También indescifrable. En el desgobierno lucían las carreras atolondradas de Gavi y la jerarquía de Alaba.
Sufrían los veteranos. Busquets y Modric ni la olían, mientras que Benzema estaba en el Clásico de oyente. El Real Madrid echaba en falta la mafia del francés y la efervescencia perdida del croata, quizá en su último baile. Sufría el Barcelona para detectar a un Rodrygo que era como Ayuso en el PP: un alma libre.
El duelo, entre la velocidad y la pendencia, seguía 0-0. Entretenido como una junta de vecinos pero sin ocasiones. Vinicius y Gavi vieron sendas amarillas por enzarzarse en una riña de niñatos como si estuvieran a la salida de un after con Froilán. Araujo seguía manejando a Vini como quien juega con su sobrino. Y el Real Madrid, con Benzema de cuerpo presente, le echaba mucho en falta.
El Barcelona intentaba manejar el partido y se topaba al llegar al área con un Alaba inconmensurable que ponía cordura al efusivo desorden de Militao, que es un bote de Mentos en una Coca-Cola. Como por ensalmo nos metimos en el minuto 40 sin con mucha emoción pero sin cosas en las áreas. Cada vez que apretaban los de Xavi emergía Alaba para abortar el peligro.
El Madrid golpea primero
Llegamos al 45 y se cumplió la ley del fútbol. Una jugada en el área del Real Madrid la sacó milagrosamente Courtois con una mano mágica. Milagrosa. De esas que sólo están al alcance del mejor portero del mundo. Mientras el Barcelona se lamentaba de la ocasión perdida, los blancos aceleraron el contragolpe. Lo hizo Vinicius sin que nadie le saliera al paso. Condujo y aceleró. Aceleró y condujo. Abrió para Benzema, que le devolvió la pared. El brasileño remató a gol y, cuando la pelota ya estaba dentro, la remachó Karim por si acaso. El Madrid se ponía por delante en el Camp Nou como quien no quiere la cosa.
Eran ya los minutos de prolongación pero Martínez Munuera pitó el camino del descanso cuando Rodrygo se iba solito a marcar el segundo. Así que con el Real Madrid en pleno indignado con el colegiado nos fuimos al descanso. Del que regresamos, tomado el obligatorio respiro y con la eliminatoria igualada, sin cambios ni en los azulgranas ni en los blancos.
Ceballos, Asensio y Nacho calentaban en el Madrid. Ansu Fati también lo hacía en el Barcelona. El equipo de Ancelotti comenzó a manejar el Clásico ante un Barça replegado. Era como si el equipo de Xavi hubiese perdido todo el fuelle en el intermedio. Y lo acabó pagando caro.
Modric se hizo con un balón si dueño en en centro del campo, pegado a la banda derecha. Condujo sin que nadie se le cruzara ni le estorbara. Hasta Sergi Roberto le dejó pasar. El croata se plantó en la frontal y se la dejó a Benzema, que pasaba por allí libre de marca. Karim recibió y despacito se la colocó en la derecha y se sacó un disparo cruzado ante el que no pudo reaccionar Ter Stegen. Pues 0-2 y el Madrid con un pie en la final de Copa nada más comenzar la segunda parte.
La hora de Benzema
El Camp Nou, iracundo y estupefacto, trató de empujar al Barcelona, que se echó al monte con tanta fe como desacierto. El Real Madrid, tan imperfecto como lento es su entrenador, se replegó atrás. Araujo se echó al Barça a su espalda y él solito metió el miedo en el cuerpo a la zaga blanca, que se encomendaba a Courtois, siempre de guardia como la funeraria.
El Real Madrid se encomendó a Vinicius. El brasileño, motivado y suelto, vio cómo Kessié le hacía un penalti obsceno y estúpido en el 57. Lo celebró como si hubiera marcado en el Camp Nou. La pena máxima la ejecutó Benzema para anotar el 0-3 y poner a los blancos con pie y medio en la final copera.
El Barça acusó el tanto y pudo encajar el cuarto en una pérdida de balón estúpida de Marcos Alonso que derivó en una asistencia a puerta vacía de Modric a Rodrygo. El brasileño no llegó por tres palmos. El Camp Nou era como un mal banco: no daba crédito. Xavi reaccionó, quizá un poco tarde, y metió a Eric García y Ferran Torres por Marcos Alonso y Raphinha. El Real Madrid se veía en la final pero echó un par de pasitos atrás.
El Barcelona tiró de orgullo para tratar de enjugar la diferencia que le alejaba de la final. Los de Xavi Hernández necesitaban dos goles para llevar el Clásico a la prórroga. Nos plantamos en el 73 y a Ancelotti le sonó la alarma del Nokia. Quitó a Rodrygo para meter a Marco Asensio, el primer cambio en el Real Madrid.
El Clásico era blanco como la túnica de El Cautivo. Benzema, solito a pase de Asensio, perdonó en cuarto ante Ter Stegen en el 75. El Barcelona estaba si no muerto, moribundo. Minuto y medio después la tuvo Asensio pero el meta azulgrana evitó el cuarto con una parada monumental. Por fin en el 80, con el Barça más partido que Podemos, llegó el cuarto del Real Madrid. De Modric a Vinicius, que aceleró la jugada, se la puso a Benzema y esta vez Karim no perdonó ante Ter Stegen al que batió con un toque sutil. Era su particular hat-trick y la rúbrica definitiva al Clásico.
Con el 0-4 el Camp Nou comenzó a vaciarse como una rave al quinto día. El Real Madrid no quiso hacer más sangre en los minutos finales. Ancelotti tuvo que retirar a Vinicius, que se metió en otra pendencia con Araujo, para evitar males mayores. Con la eliminatoria superada y el Camp Nou conquistado, a los blancos sólo les quedaba llegar indemnes a la final de Copa, cosa que hicieron después de una exhibición física ante un Barça que demostró que está llegando a la recta final de temporada muy justito de fuelle.
El Real Madrid dejó mudo al Camp Nou y crucificó a un Barcelona que se aferra a la Liga, que ya tiene ganada, como la única alegría que se va a llevar esta temporada. La Copa y la Champions todavía pueden visitar a La Cibeles.