El Mundial será una prueba de supervivencia; la amenaza de agotamiento, físico y emocional, planea sobre aquellos centrocampistas veteranos que combinan técnica, presencia y un dinamismo que impide cualquier marca al hombre. Modric quizás no tenga para tres partidos cada ocho días a ritmo, tampoco un sostenido de noventa minutos como los de antes, pero sabe elegir los momentos. Pieza angular, el más allá tras Toni Kroos, la antesala de Karim Benzema. Ese es Luka Modric.
Diez días de soledad. Una lesión menor. Nada relevante salvo la injustificada exposición del seleccionar croata. Todos los minutos para Modric, no. Nunca, menos antes de un evento que será el primer adiós de su líder. Criterio, dinamismo, lectura del juego, agilidad mental y una calidad técnica diferencial convierten a Modric en uno de los que nunca tendrán sustituto. Jugará otro, otro portará el 10 en un par de temporadas, pero ninguno será como Luka. Sin él, toca adaptarse y jugar a otra cosa, surge el espacio para otro que, como Modric, juegue y haga jugar y no sufra vértigo para identificar qué ritmo es el adecuado para ganar. Clase especial.
Sin el croata, ¿quién? Toda crisis conlleva una oportunidad. Surge un espacio, un hueco libre donde ningún otro como Ceballos para ser el paso intermedio entre Kroos y Benzema. Dani tiene pausa, manejo y no la pierde. Su entrada coincide con el regreso de Karim y ahí la lectura es sencilla, bola rápida a Benzema. Soltar rápido – sin ansiedad ni precipitación – y buscar ese balón en ventaja al goleador es la condición ya que, antes de ser el sustituto de Modric, conviene hacerse socio del todopoderoso Karim.