«No pasa nada, estamos vacunaos». La frase no es mía, la escuché esta mañana en la caja del Mercadona a una señora no sé si decir mayor, pero era mayor, de esas que llevan la mascarilla por debajo de la nariz y derrapan con el carrito de la compra más que Lewis Hamilton. Y la frase, puede que también la señora, viene al pelo para hablar de Ancelotti, que llega al Real Madrid también vacunao.
Y no sólo porque su edad, 61 años, haya colocado a Carletto en uno de esos grupos de riesgo y, por tanto, preferentes para recibir la vacuna del coronavirus, sino porque para entrenar al Real Madrid no basta sólo con las dos dosis de AstraZeneca que le habrán puesto a Ancelotti, hay que estar vacunao de muchas más cosas.
Primero, hay que estar vacunao contra las críticas y ahí Ancelotti tiene más concha que un galápago. En su primera etapa le dieron (le dimos, quiero decir) palos para construir no ya un fuerte, sino Marina D’Or, ciudad de vacaciones. Ancelotti las encajó con su media sonrisa y la ceja levantada como al que todo le resbala.
Segundo, hay que estar vacunao contra el fuego amigo, que en el Real Madrid hay mucha gente de gatillo fácil. Muchos más que el presidente y con más mala leche. Hay veces en que las críticas desde dentro son igual de feroces que desde fuera, con la diferencia que las de fuera vienen escritas, radiadas o televisadas.
Tercero, hay que estar vacunao en llevar plantillas plagadas de divos y de egos. Ahí Ancelotti también tiene el culo pelao, que diría el gran Luis Aragonés. Si supo hacer convivir a Bale, Benzema y Cristiano al mismo tiempo, ya tiene la mili hecha.
Y cuarto, vacunao contra un Bernabéu que recuperará el público en septiembre… si Dios quiere. Las pitadas que se ahorró el Real Madrid de Zidane en esta última temporada y media se habrían escuchado hasta en Toledo. A Ancelotti, que las ha vivido de todos los colores, no le asustan.
Vuelve con la carrera hecha, sin tener que demostrar nada a nadie y con la luz pagada, así que podrá darse el gustazo de un último baile en el Real Madrid antes de colgar definitivamente el cronómetro.
Le desearía suerte, pero de eso Ancelotti ha ido toda su vida sobrao.