El baloncesto español vive un cambio de ciclo. La Copa del Rey vuelve a ser el testigo de excepción de un relevo entre Real Madrid y Barcelona. Hace nueve años, en el Palau Sant Jordi, los blancos dieron por finiquitada una exitosa era culé que les llevó a ganar ligas, copas y hasta una Euroliga en un equipo liderado por Juan Carlos Navarro y Erazem Lorbek. Dos veinteañeros, hoy treinteañeros, como Sergio Llull y Jaycee Carroll derrumbaron la puerta e inauguraron nueve años de éxitos blancos culminados en 20 títulos oficiales.
El Barcelona, tras años y años de penuria, puede decir oficialmente que le ha dado la vuelta a la situación y que ahora son ellos los que mandan en la baloncesto español. Los culés lograron un título de Copa asaltando el fortín blanco con un insultante superioridad llegando a ir ganando por 23 puntos en el segundo cuarto y no dando ninguna opción a los blancos.
La sensación de impotencia es gigante para un equipo madridista que lo ha ganado todo en estos años bajo la dirección de Pablo Laso. La edad y las lesiones pasan factura a un conjunto cuya columna vertebral del inicio de la hegemonía supera los 35 años y donde los últimos fichajes tardarán en dar un rendimiento óptimo para alcanzar los estándares madridistas.
El partido se inició con Alberto Abalde anotando cinco puntos que daban alas a los que creían que no habría transición para el Madrid en esta temporada. El Barça, sin embargo, apenas se vio sorprendido por el enérgico arranque blanco y a base de defensa fueron encarrilando el partido con un parcial de 0-10 en el primer periodo.
Ese zarpazo sumió al Madrid en un mar de dudas. Tavares era incapaz de dominar en la pintura, los triples no entraban ni por casualidad y la baja de Rudy les restaba garra en defensa. El Barça, lejos de bajar el ritmo con los suplentes, fue incrementando su ventaja a la decena de puntos al inicio del segundo periodo. Laso barajó a todo su banquillo en busca del quinteto que diese con la tecla y lo que se encontró es que el Barça seguía haciendo más grande su colchón hasta alcanzar el 29-52 al borde del descanso. Incluso con Mirotic lesionado, los culés parecían inalcanzables.
La casta del campeón
El Madrid estaba abatido ante un rival que le superaba por físico, por tiro y por defensa. No había manera posible de que el Madrid compitiese con este Barça totalmente concienciado. No se trata de sólo de la superioridad de las individualidades culés –el big-three compuesto por Mirotic-Higgins-Calathes es de NBA–, sino también de un gen competitivo que poco a poco el técnico Jasikevicius ha ido implantando en su cabeza.
Como buen campeón, los blancos intentaron la machada en un tercer cuarto que fue una guerra de guerrillas. Hubo momentos de brillantez en el triple que permitieron acercarse a los anfitriones a 13 puntos, pero el Barça siempre tenía respuesta cuando las cosas se ponían medianamente complicadas. Los culés tienen un perímetro que anota a voluntad y eso es un arma que pocos equipos de Europa pueden contrarrestar a día de hoy.
A los blancos no les quedaba otra que luchar o ser masacrados entrando en el cuarto final 19 puntos abajo. Decidieron pelear a sabiendas de que lo que intentaban era un imposible. Laso apostó por los jóvenes que están llamados a darle la vuelta a esto y respondieron con defensa y ganas. Los Alocén, Garuba y Abalde consiguieron poner cierta inquietud en los azulgrana reduciendo la renta hasta los 11 puntos de desventaja a cinco minutos del final.
El conato de remontada fue un espejismo. Inmediatamente Higgins y Calathes se volvían a poner a producir puntos y más puntos para negarle siquiera a los blancos la opción de estar por debajo de la distancia psicológica de la decena de puntos. El Madrid, por muy duro que parezca, estuvo más tiempo durante el duelo perdiendo por más de 10 puntos que no estando a tiro.
El Barça pudo saborear finalmente un triunfo en una final de Copa sin la polémica que vivió en las dos anteriores logradas frente a los blancos. En aquella ocasión, los árbitros tuvieron una parte en el triunfo azulgrana, en esta es mérito total y absoluto de sus estrellas con un Higgins que terminó como MVP con sus 20 puntos. El baloncesto español afronta un cambio de ciclo. El Real Madrid ha entregado su corona.