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Luto en el mundo animal: adiós a esta ave europea con la primera extinción global

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

El mundo ha perdido otra joya de su biodiversidad: el zarapito fino (Numenius tenuirostris), una elegante ave migratoria europea que surcaba los cielos de Europa, Asia occidental y el norte de África. Durante siglos, su inconfundible silueta y su pico curvado fueron una imagen habitual en los humedales de Siberia, donde se reproducía antes de emprender su largo viaje invernal hacia regiones mediterráneas. Pero algo cambió en el último siglo. Poco a poco, las poblaciones disminuyeron hasta que, de manera abrupta, el zarapito fino dejó de aparecer.

No hubo una señal de advertencia, no se encontraron cuerpos ni rastros definitivos. Sólo el silencio, el vacío de su ausencia. A pesar de décadas de expediciones y estudios, la ciencia ha llegado a una conclusión devastadora: la extinción del zarapito fino es un hecho casi seguro, con un 96% de probabilidad de desaparición total. Es la primera vez en la historia que un ave continental europea se extingue a nivel global en tiempos modernos. Pero, ¿qué lo llevó a la desaparición? ¿Fue un fenómeno natural o una consecuencia más de la intervención humana?

La extinción de esta ave europea

El zarapito fino era una ave limícola. Con una longitud de entre 36 y 41 centímetros y una envergadura de 77 a 88 centímetros, su plumaje era marrón con motas más claras en el vientre y más oscuras en el dorso. Su característica más distintiva era su pico largo, curvado hacia abajo y más delgado que el de otros zarapitos. Se cree que migraba entre Siberia y el Mediterráneo y habitaba en zonas húmedas, marismas y estepas. Su alimentación incluía insectos, moluscos y pequeños crustáceos.

Su vida estaba ligada a un ciclo migratorio extenso, que lo llevaba desde Siberia occidental hasta las costas del Mediterráneo. Durante la época de reproducción, anidaba en humedales y praderas de Rusia y Kazajistán, donde encontraba refugio y alimento en abundancia. Con la llegada del frío, iniciaba un viaje de miles de kilómetros hacia el sur, buscando climas más cálidos en Europa y el norte de África.

Sin embargo, su último avistamiento confirmado se remonta a 1995 en Marruecos. Desde entonces, no ha habido pruebas fehacientes de su existencia. Numerosas expediciones han intentado rastrear a los últimos ejemplares sin éxito. Lo que una vez fue una especie común en sus hábitats, desapareció sin dejar rastro, como si se lo hubiera llevado el viento.

Ante la disminución alarmante de la especie, en 2001 se lanzó el Plan de Acción Nacional liderado por el Instituto Superior para la Protección y la Investigación Ambiental (ISPRA). Sin embargo, para entonces el daño era irreparable. A pesar de los intentos de restaurar hábitats y proteger las pocas zonas donde aún se tenía la esperanza de encontrar ejemplares, el zarapito fino no dio señales de vida.

Desde el año 1500, los científicos calculan que han desaparecido del planeta Tierra más de 150 especies de aves. Sin embargo, la extinción del zarapito fino tiene un significado especial: es la primera vez que un ave continental europea desaparece a nivel global en tiempos modernos. Su caso es una advertencia de las consecuencias de la actividad humana sobre la biodiversidad y de lo frágiles que pueden ser los ecosistemas cuando no se protegen adecuadamente.

Factores

El zarapito fino dependía de los humedales para su reproducción y descanso durante la migración. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, muchos de estos ecosistemas se drenaron y convirtieron en tierras de cultivo o zonas urbanizadas. Las estepas kazajas, que solían ser su refugio, se transformaron en campos de trigo, eliminando su hábitat de cría y reduciendo drásticamente sus posibilidades de supervivencia.

Por otro lado, paradójicamente, a medida que la población del zarapito fino disminuía, la caza de sus ejemplares se intensificaba. Considerado un trofeo para coleccionistas y cazadores, su escasa desconfianza hacia los humanos lo convirtió en un blanco fácil. Durante años, fue una especie común en los mercados de aves del sur de Europa, donde se vendían sus pieles sin conciencia del daño que esto causaba.

Asimismo, el cambio climático agravó aún más la crisis del zarapito fino. Alteraciones en las temperaturas y en la disponibilidad de recursos afectaron sus rutas migratorias y la supervivencia de sus crías. La falta de zonas húmedas adecuadas y la modificación de los patrones climáticos terminaron por debilitar aún más una población que ya estaba en serio peligro.

El zarapito fino ha desaparecido, pero su historia debe servir como una llamada de atención urgente. La pérdida de una especie no es sólo una estadística; es el fin de un linaje evolutivo que tardó millones de años en formarse. Es la desaparición de un eslabón dentro de un ecosistema interconectado que, al debilitarse, puede desencadenar consecuencias impredecibles para otras especies y para el equilibrio de la naturaleza en su conjunto. La conservación no debe ser una acción tardía, sino un compromiso constante.