Bofetadas de placer
Se dice que Picasso, aka Reguero de suicidios, llegó a apagar cigarrillos sobre la piel de alguna de sus (desquiciadas) mujeres; a Dora, parece que la encontraron varias veces inconsciente y golpeada en el suelo, he leído. Sin embargo, nuestra sociedad ha llegado hasta aquí con los museos y las escuelas atascados de referencias positivas de este genio de la estética, y las casas de subastas y los coleccionistas inflándose al negocio que representa su marca.
La cultura de la cancelación nació con intenciones loables supongo, tenía que ver con una ganancia antropológica evidente, con la evolución moral… Pero, al contacto con nuestra naturaleza miserable, rápidamente se ha convertido en postureo ético, sentenciosidad huera, sesgo de confirmación y en definitiva, imbecilidad y ahora lo único importante es exhibir determinados valores con la intención de comunicar el buen talante propio, el de una empresa, o el de una industria, como por ejemplo la de los Oscar, (donde, por cierto, lo más interesante que ha ocurrido en los últimos 10 años ha sido el tapaboca de Will Smith, pero de eso hablaré en mi próximo Okvideo).
La cancelación (fenómeno intolerante y agresivo donde los haya) gusta en general a las personas sedientas de identidad (como por ejemplo los seguidores de la fanática Greta) porque aumenta su estatus social (y hasta económico) devalúa el de los enemigos, y es una máquina (como las tragaperras) de generar recompensas inmediatas para menesterosos intelectuales.
En principio no sería descabellado censurar a los artistas maltratadores y abusones, pero en la práctica es contraproducente porque hay un bien mayor que proteger en la sociedad: el hecho de ser libres para elegir, con criterio o sin él, qué leer o qué escuchar. Cancelar es adoctrinar y finalmente hacernos masa; por eso, aquellos con una necesidad gregaria disparatada, donde no saben quiénes son e intuyen que la respuesta es “nadie” o “borregada” apoyan claramente la desaparición del individuo.
Cabe destacar que para poder cancelar convenientemente, antes deberíamos establecer algunos parámetros sobre lo que es el Bien y el Mal, con la circunstancia terrible, de que actualmente esos conceptos son estadística, lo que la mayoría de la gente (puff) piensa (ayy) que es correcto, con arreglo a su cociente intelectual, sus vivencias, fantasías, resquemores y frustraciones en esta, la era del victimismo, del cursi, y sobre todo del tonto empoderado, donde casi a un ser pensante le inquieta la idea de no ser cancelado de acuerdo a lo que está bien visto y lo que no.
Sabrán que Gandhi era machista y racista, como toda su generación, habría que cancelar a Dalí, por franquista, y a Caravaggio por broncas, al lado del maestro barroco, les aseguro que lo de Smith son… no sé… bofetadas de placer.
Alonso Cano es otro artista tan genial como violento que se casó en segundas nupcias, con treinta tacos, con una niña de doce. Un día la muchacha apareció asesinada. El pintor, escultor y arquitecto fue arrestado y posteriormente liberado, bajo sospecha. Arthur Miller, el gafitas ecuánime, el «protector» de una Marilyn que solo buscaba seguridad; Foster Wallace, Josep Pla… El poeta Ted Hughes también era un maltratador de la que fuera su mujer, Sylvia Plath, que una mañana metió la cabeza en el horno, no sin antes dejar el desayuno preparado y la mesa puesta.
Jack Kerouac, el icono de la generación beat; Normal Mailer, ganador de dos Pulitzer; y el pacifista John Lennon: “Yo solía ser cruel con mi mujer —físicamente— la golpeaba y la mantenía alejada de las cosas que le gustaban” declaró.
¿Existe algún artista cuerdo? Equilibrado quiero decir, amoldable, complaciente, bonachón. Si cancelamos las obras por la biografía desordenada de los artistas, cancelamos el Arte, porque el discurso artístico debe ser, en su búsqueda, contrario al orden, tener colmillo y desgarrar las convenciones, las buenas y las malas. Por suerte, tales inquietudes no habitan en los cerebros contemporizadores de los flemáticos, conformistas, y contentadizos ciudadanos de a pie.
Oigan, ¿y las piezas creadas en el siglo XVIII para los castrati? Wagner, al cubo de la basura, por antisemita. ¿Borramos a los enanos de los cuadros de Velázquez? Sabrán que Disney está trabajando en su Blancanieves en imagen real sin enanitos…
Algunos claman por la retirada del Oscar a Will Smith ¿Excluimos de la Cultura a todos los que traspasen los límites del puritanismo contemporáneo? Me sorprende la hipersensibilidad que tenemos ante la violencia física y la escasísima atención que prestamos a la psicológica y a la agresividad pasiva que campa alegremente donde quiere. ¿Cambiamos de nombre al aeropuerto John F. Kennedy, vetamos las películas de Charlot?
El mayor peligro de la cancelación, forma meliflua de llamar al autoritarismo, no es la auto y hetero censura, la pérdida de la libertad de expresión, del debate y con ellos de gran parte del humor; lo peor es la limitación de la capacidad intelectual y creativa de la comunidad global.
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