La razón por la que puedes dar positivo en un control de alcoholemia aunque no hayas bebido nada
Hay productos cotidianos que contienen pequeñas cantidades de alcohol
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El Gobierno, con el respaldo de la Dirección General de Tráfico (DGT), ha planteado una reducción en los límites de alcoholemia permitidos para todos los conductores. Esta propuesta busca disminuir los niveles actuales de 0,5 gramos por litro en sangre y 0,25 miligramos por litro en aire espirado, a 0,2 g/l y 0,1 mg/l respectivamente. Aunque esta normativa todavía no está en vigor, su aprobación parece viable, aunque con plazos administrativos que podrían retrasarla hasta 2026, dado que requiere modificar tanto el Reglamento de Circulación como la Ley de Seguridad Vial.
Actualmente, las sanciones por superar los límites de alcoholemia incluyen multas que oscilan entre 500 y 1.000 euros, junto con la pérdida de cuatro a seis puntos del carnet, dependiendo del nivel de alcohol detectado. Además, tasas superiores a 0,6 mg/l en aire espirado o 1,2 g/l en sangre pueden acarrear penas de prisión, trabajos comunitarios o suspensión del permiso de conducir. La propuesta no menciona cambios en estas sanciones, por lo que se presume que se mantendrán. La medida también refuerza la idea de tolerancia mínima al alcohol al volante, promoviendo un comportamiento más seguro y responsable en las carreteras.
Positivo en un control de alcohol
Un caso muy curioso compartido en redes sociales ha encendido el debate sobre las posibles causas de dar positivo en un control de alcoholemia sin haber consumido bebidas alcohólicas. Una joven explicó cómo, tras salir de trabajar, sopló en un control y el alcoholímetro marcó 0,11 mg/l de alcohol en aire espirado. Incrédula, recordó su rutina: «Salí de casa temprano, fui al trabajo y no bebí más que agua». A pesar de su explicación, el agente insistió en que tal vez había compartido algo con compañeros. Desesperada, pidió que se repitiera la prueba, arrojando un resultado de 0,10 mg/l, todavía dentro del límite permitido.
Intentando encontrar una explicación, la joven repasó lo que había comido ese día. Finalmente, recordó que su almuerzo incluía carne cocinada con zanahorias y cerveza, consumida aproximadamente una hora y media antes del control. Este hecho la llevó a preguntarse si era posible que un plato cocinado con alcohol pudiera alterar el resultado del alcoholímetro. Sorprendente, los expertos confirman que ciertos alimentos, especialmente los preparados con ingredientes alcohólicos, pueden contener residuos que momentáneamente afecten las mediciones.
Según Álvaro Fernández, farmacéutico y divulgador en redes sociales, otros productos cotidianos como los enjuagues bucales o los sprays para la garganta también podrían influir en los resultados del alcoholímetro. Estos productos contienen pequeñas cantidades de alcohol que, si se usan poco antes de un control, pueden generar resultados positivos aunque no impliquen embriaguez.
Además, existe una rara condición médica conocida como síndrome de la autofermentación. En personas que padecen esta enfermedad, los hidratos de carbono consumidos se convierten en alcohol debido a una fermentación anómala en el sistema digestivo. Aunque poco común, este trastorno puede provocar niveles significativos de alcohol en sangre sin que la persona haya bebido, llegando incluso a generar síntomas similares a la embriaguez.
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El alcohol se absorbe principalmente en el intestino delgado, mientras que el estómago procesa entre un 20 y 25% del total ingerido. Factores como la edad, el peso, el sexo y las circunstancias personales, como estrés o fatiga, también influyen en cómo el cuerpo procesa el alcohol. Por ejemplo, las mujeres y personas con menor peso suelen alcanzar tasas más altas con la misma cantidad de bebida.
Cabe destacar que el alcohol provoca cambios notables en el comportamiento, llevando al conductor a infravalorar sus efectos bajo la idea de que «controla». Esta falsa seguridad incrementa la tolerancia al riesgo y disminuye el sentido de responsabilidad, favoreciendo actitudes impulsivas o agresivas. Bajo los efectos del alcohol, los errores más comunes incluyen no respetar la distancia de seguridad, circular por el carril equivocado, realizar maniobras bruscas o erráticas, y responder tarde a las señales de tráfico.
Las funciones perceptivas también se ven gravemente afectadas. La reducción del campo visual y los movimientos oculares más lentos dificultan captar información esencial de la vía, como señales o luces rojas. Problemas para calcular distancias y velocidades, así como la menor adaptación a los cambios de luz, incrementan el riesgo de accidentes. A esto se suma una alteración en la toma de decisiones, ya que la percepción, el razonamiento y las acciones motoras se ven comprometidos.
Existen numerosas creencias erróneas sobre cómo evitar dar positivo en un control de alcoholemia. Acciones como beber café, masticar chicles o realizar ejercicio no disminuyen los niveles de alcohol en sangre. Asimismo, consumir alcohol lentamente o mezclarlo con alimentos no garantiza una conducción segura.
Conducir bajo los efectos del alcohol no sólo es una infracción legal, sino un riesgo para la vida propia y la del resto de usuarios de la vía. Mantener una tasa de alcoholemia de 0,0 g/l protege a los conductores y contribuye a una convivencia más segura en las carreteras.