EXCLUSIVA | Ahora sí: el último vestigio del amor entre Isabel Pantoja y Julián Muñoz, hecho escombros
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Decía Isabel Pantoja en su declaración ante el juez cuando estaba siendo juzgada por una pieza separada del caso Malaya que su relación entonces con Julián Muñoz –corría 2012- era nula. Nada unía a la otrora pareja y nada quedaba entre ellos más allá de la macabra coincidencia de que los dos terminarían pisando la cárcel. El afán entonces de la tonadillera era borrar cualquier huella de su amor con el exalcalde de Marbella y, aunque se afanó en conseguirlo, lo cierto es que no ha sido hasta ahora, con la completa demolición del chalet de Mi Gitana, cuando el último vestigio de su historia de amor ha quedado casi como sus propias vidas: reducido a escombros. Cruel paralelismo.
Después de dos años de larga espera, el ayuntamiento de Marbella -ese mismo que un día estuvo capitaneado por Muñoz dejando tras de sí la estela todavía imborrable de la corrupción- ha autorizado las licencias necesarias para la completa demolición del inmueble. Mi Gitana es ya hoy una montaña de escombros que poco a poco son evacuados por máquinas para dejar el terreno convertido en un solar. LOOK ha podido ser testigo de lo que queda de esa mansión que escondió el amor furtivo de Isabel y Julián. Las verjas por las que un día los periodistas adivinaban si la pareja estaba o no en casa, se apilan ahora sobre un amasijo de hierro y escombros. Ni rastro de la piscina, la barbacoa, el estudio de grabación y, mucho menos, de la vivienda en sí. Las imágenes que muestra este medio en exclusiva, hablan por sí solas y no pueden resultar más desoladoras. La opulencia de ‘Mi Gitana’ convertida en basura. Los jardines privados más exclusivos de la zona, hechos polvo (en el sentido más literal de la expresión).
Mi Gitana fue en su día uno de los chalets más caros de la urbanización La Pera, en la zona de Nueva Andalucía de Marbella. Allí quisieron refugiarse de miradas indiscretas Julián Muñoz e Isabel Pantoja cuando su romance ya era un hecho e hicieron de aquel escenario la historia de su propia vida. En Mi Gitana disfrutaron de esos días de vino y rosas donde las fiestas con la jet marbellí les convertía en los anfitriones perfectos, pero esa parcela fue también el lugar donde cayeron en desgracia y donde una Isabel Pantoja completamente distinta a la que dijo «dientes, dientes» era detenida por la policía. Cuando las deudas eran ya la realidad de sus vidas y el banco ahogaba a Isabel, decidió venderla y finalmente un empresario británico cumplió su deseo. Tras darle 2,2 millones de euros en efectivo frente a los 3,8 que ella pedía en un principio, la compraventa quedó firmada en marzo de 2015. Pero, ¿y ahora qué? ¿Qué va a ocurrir con el terreno sobre el que se levantó Mi Gitana?
LOOK se ha puesto en contacto con Alejandro de Luna, el representante del desconocido comprador que formalizó la operación en la localidad malagueña. “Una vez demolida, estamos a la espera de la licencia de obra del proyecto que prevé levantarse. Se trata de dos viviendas unifamiliares que, una vez construidas, serán puestas a la venta”, confirma. A pesar de que en un principio se especuló con que este adinerado empresario construiría en la casa de Isabel Pantoja su propio palacete marbellí, finalmente se ha decantado por explotar el terreno y rentabilizar la inversión que llevó a cabo hace ya dos años. “¿Cuándo se empezarán a construir las nuevas viviendas?”, quiere saber este digital. “Primero tiene que terminarse la demolición, que esperemos que se lleve a cabo esta misma semana y después tiene que llegar la autorización de Ayuntamiento para empezar a construir. Esa autorización esperemos que llegue después del verano”, explica De Luna.
Con la demolición de Mi Gitana se cierra uno de los capítulos más dramáticos de la novelesca historia de Isabel Pantoja. La compra de esta casa desencadenó la investigación por blanqueo de capitales que terminó con sus huesos en prisión y supuso el punto de inflexión más importante de su vida tras la muerte de su marido, Francisco Rivera Paquirri. “Yo no tenía por qué tenerla. Yo no quería vivir ahí”, recordó ante el juez la artista. Sus deseos resultaron ser proféticos.