Ana Boyer y el secreto de sus piernas sin celulitis ni piel de naranja: la maderoterapia
Influencers, modelos y celebrities ya la han probado
Pero como no es lo mismo contarlo que vivirlo, nos metimos en cabina y aquí está la experiencia completa
De la mano de Verónica Merino, directora de Dermoestética & Bienestar Luxury, descubrimos por qué esta técnica arrasa

Con una genética envidiable y un apellido que destila elegancia, Ana Boyer no necesita demasiadas presentaciones. Hija de Isabel Preysler, la eterna reina de corazones, y del exministro Miguel Boyer, la sofisticación y el saber estar le vienen de serie. Pero lejos de vivir solo de su linaje, Ana ha sabido construirse un nombre propio en el universo del lifestyle, donde combina discreción, estilo y bienestar con una naturalidad impecable.
Siempre impecable, siempre serena, la esposa de Fernando Verdasco se ha convertido en una referente de belleza tranquila. Y entre sus rituales de autocuidado, hay uno que se ha convertido en su favorito —y en tendencia entre quienes apuestan por lo natural: la maderoterapia. Esta técnica milenaria que ayuda a tonificar, drenar y remodelar el cuerpo sin artificios se ha ganado su espacio en la rutina de Ana. Porque si algo tiene claro, es que el verdadero lujo está en cuidarse… sin prisas, pero sin pausa.
Isabel Preysler y Ana Boyer participaron en el foro «Un encuentro para la cultura en libertad», celebrado en Madrid. (Gtres)
Pero claro, no es lo mismo contarlo que vivirlo. Así que, en aras del periodismo de campo (y de la celulitis propia), nos fuimos a probarla en carne viva. El destino: Dermoestética & Bienestar Luxury, el templo del bienestar dirigido por Verónica Merino, en Pedro Muñoz, pleno corazón de La Mancha —donde, por cierto, los milagros no los hace el Quijote, sino las manos expertas de Vero y sus rodillos de madera.
Nos dimos un par de sesiones —sí, solo un par, porque Verónica, con esa sinceridad que se agradece, ya nos lo advirtió entre sonrisas: “Con una no se notan los resultados… se empiezan a ver a partir de la quinta”. Lo ideal, dice, es la continuidad. Porque esto no es magia: es ciencia estética (y constancia, queridas).


Ana Boyer, durante una sesión de maderoterapia. (Redes Sociales)
La maderoterapia corporal, nos explicó, tiene raíces orientales, donde se usaba como técnica para aliviar dolores musculares y equilibrar la energía del cuerpo. Pero no os imaginéis un spa zen con incienso y flautas de bambú: la versión moderna nació y se perfeccionó en Colombia a finales del siglo XX, y desde entonces ha evolucionado tanto que lo de “rodillos básicos” ya es historia. Hoy las herramientas son tan raras como eficaces, y lo mejor: cada una tiene su función.
En su centro ofrecen distintas variantes: la tradicional, la ADVANCE y la más demandada por las más fit del lugar, la FITT, diseñada especialmente para quien quiere definir su contorno y musculatura con precisión quirúrgica… pero en versión spa. En resumen: salimos algo rojas, bastante más drenadas y con la sensación de que el contorno empezaba, tímidamente, a definirse.
¿Cómo se hace la maderoterapia de Ana Boyer?
Se aplica mediante una serie de maniobras firmes y rítmicas utilizando herramientas de madera especialmente diseñadas: rodillos, copas, tablas modeladoras… Nada de caricias ni masajitos relajantes; aquí se trabaja en serio. Estas herramientas se deslizan sobre piernas, glúteos, abdomen y brazos para activar la circulación, estimular el sistema linfático, reducir la celulitis, eliminar líquidos retenidos y, sobre todo, remodelar la silueta.
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En cada sesión se combina el masaje manual con presión localizada y movimientos enérgicos para movilizar grasa y tonificar el tejido. ¿El resultado? Una piel más firme, contornos más definidos y esa sensación de “me he quitado un par de días de hinchazón encima” que ninguna crema consigue por sí sola. Eso sí, no duele, pero tampoco es como quedarse dormida: aquí se viene a trabajar… y a esculpir.
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Cada sesión de maderoterapia tradicional ronda los 45 euros, mientras que la versión Advance se sitúa en los 65. La opción FITT, más intensiva y personalizada, puede variar entre 80 y 120, dependiendo de la zona a tratar. Teniendo en cuenta que con unas 10 sesiones ya se empiezan a notar resultados visibles, hablamos de una inversión total aproximada de 500 € en el caso básico. Un precio más que razonable en comparación con otros métodos estéticos. Además, como suele tratarse por zonas específicas, el coste puede adaptarse según las necesidades de cada persona.