Mantillas, un cabestrillo y dos ‘misterios’ : todo lo que no recuerdas de la boda de la infanta Elena
Se cumplen veintiséis años del enlace de la infanta Elena y Jaime de Marichalar en la catedral de Sevilla
Han pasado veintiséis años de la que, sin lugar a dudas, fue la primera gran boda real en España en casi ocho décadas. El enlace de la infanta doña Elena y Jaime de Marichalar fue todo un acontecimiento no solo para la ciudad de Sevilla -que se engalanó para la ocasión-, sino para el mundo entero. A pesar de que la historia de amor de los duques de Lugo no ha tenido un final feliz y su matrimonio terminó en divorcio tras el ya histórico “cese temporal de la convivencia”, su boda ha quedado guardada en el recuerdo y grabada en la memoria colectiva como uno de los grandes acontecimientos de las últimas décadas.
Fueron muchos los detalles que marcaron la jornada y que ahora vamos a recordar, en un momento harto complicado sobre todo para doña Elena, inmersa en una gran polémica por haberse vacunado del coronavirus durante una reciente visita al rey Juan Carlos en Abu Dabi.
Aquella soleada mañana del mes de marzo, la ciudad de Sevilla fue testigo de un derroche de glamour y de elegancia. La Infanta escogió un sencillo diseño de Petro Valverde de corte princesa y una joya muy especial, una tiara de inspiración helénica que su suegra, la condesa viuda de Ripalda le había regalado con motivo del compromiso. A pesar de que doña Elena lució la pieza en innumerables ocasiones incluso después de la separación, el pasado año la joya volvió a coronar a dos novias de la familia de Marichalar, las hijas de Amalio, lo que hace pensar que pueda haber devuelto la pieza o bien que la haya prestado para la ocasión. No fue esta la única pieza que estrenó la infanta doña Elena. Además de unos espectaculares pendientes de perlas -que más tarde ha lucido doña Letizia-, la Infanta llevó una pulsera de perlas y diamantes cuya primera propietaria fue otra infanta, Isabel de Borbón y Borbón, “La Chata”. Parece que la pulsera fue un préstamo, ya que Alfonso XIII se la regaló a la abuela de doña Elena, pero esta a su vez se la cedió a la reina Sofía, que le preguntó si se la podía prestar a su hija.
Sin embargo, no todas las miradas se centraron en la infanta Elena. La Reina doña Sofía deslumbró con un vestido azul de gasa del sevillano Toni Benítez, que combinó con mantilla y la falsa Peregrina. Porque la boda de la infanta Elena fue, sin duda, el enlace de las mantillas. Doña Cristina y las infantas Pilar y Margarita también llevaron este accesorio tan castizo.
Al margen de las cuestiones de estilo, hubo otros detalles que marcaron el enlace. El rey Juan Carlos ejerció como padrino de boda, como no podía ser de otra manera, pero lo hizo con el brazo escayolado a raíz de un reciente accidente de esquí en Candanchú, que le obligó a llevar un cabestrillo. El entonces monarca vistió el traje de gala de capitán General de los Ejércitos y el Toisón de Oro, mientras que el príncipe de Asturias, lució el traje de gala de teniente de Navío. Uno de los invitados más destacados fue Carlos de Inglaterra que, sin embargo, no se quedó al almuerzo. Sin duda, un día para el recuerdo, aunque el final de la historia de amor no fuera como se esperaba.