El ‘engaño’ de Letizia
“No te engañes ni dejes que lo hagan; Felipe sabe muy bien con quién se ha casado”, me dijo hace tiempo alguien que bien conoce a la hoy reina Letizia. Un noviazgo de menos de un año no había sido suficiente para saber de verdad cómo era la mujer que había elegido para casarse, pero, tras el primer año de convivencia, supo con quién dormía cada noche. Letizia Ortiz Rocasolano, periodista de profesión, de educación liberal y muy alejada de la monarquía, era la mujer guapa y temperamental que le enamoró en los comienzos de 2003, un tsunami que arrasó su playa de príncipe, tras el desamor obligado de la noruega Eva Sannum.
Don Felipe cumplió su deseo de casarse por amor y aquel maremoto de preciosos ojos seguía (convertidos ya en marido y mujer, príncipe y princesa) generando fuertes corrientes, en este caso, de opinión pública. El tsunami Letizia también arrasó en la playa de Zarzuela y en la de los Rocasolano. Si difícil fue su llegada a Palacio, peor fue la irrupción de la Corona y su condición en la familia de la periodista. Ninguno esperaba semejante destino, ni siquiera la propia Letizia, pero, al fin y al cabo, era su decisión. Las familias tuvieron simplemente que aceptarlo.
Recuerdo perfectamente cómo el día del compromiso oficial, Letizia puso a doña Sofía como modelo y pronunció aquella frase en la que explicaba seguiría el “impagable ejemplo de la reina”. De hecho, doña Sofía apoyó a su hijo de manera incondicional y fue la mano amiga en aquel palacio en el que comenzó a vivir aquel día de octubre de 2003 en el que dejó atrás su vida en el barrio de Valdebernardo a bordo de un taxi que le condujo a Zarzuela.
Mucho se ha hablado de la verdadera relación entre Letizia y sus cuñadas, las infantas Elena y Cristina, pero estamos de acuerdo en que nunca ha parecido que se llevaran bien. Los feos de Letizia, sus comentarios y salidas de pata de banco ya casi son leyenda. No, no hay buena relación con las infantas, pero ¿qué le ha pasado con la Reina Sofía? Las imágenes tomadas en la catedral de Palma el pasado domingo de Resurrección ha dejado para los anales el feo más feo de todos los que haya hecho Letizia hasta ahora, que sepamos, a doña Sofía. El vídeo se convirtió en viral y entiendo que todo el mundo sabe de lo que hablo: la princesa Leonor y la infanta Sofía junto a su abuela reina se disponen a posar para el fotógrafo de Casa Real al finalizar la ceremonia en la catedral de Palma cuando, sorprendentemente, doña Letizia se coloca deliberadamente delante de las tres e impide que las fotografíen; repite la obstrucción varias veces y se acerca a las niñas ante una visiblemente molesta doña Sofía y la mirada atónita y de desconcierto de don Felipe. Para colmo, la princesa Leonor retira el brazo de su abuela con brusquedad ante la pasividad absoluta de su madre. La secuencia es demoledora e ídem los estragos que ha dejado esta réplica del tsunami Letizia.
Reina y nuera se llevaban bien, hicieron por entenderse y por apoyarse, sobre todo en público, pero a pesar de que a mí el número 13 me encanta, para Letizia el 2013 fue su annus horribilis. Su matrimonio vivió la etapa más inestable, fue el verano en el que dejó en Palma al entonces príncipe Felipe y a sus hijas. Fue el peor momento del matrimonio. La familia lo sabía, incluido el rey Juan Carlos. Fue además el año en el que la reina Sofía conoció la historia que cambió las cosas entre ella y su nuera, una historia que detallaba la decisión de Letizia de interrumpir voluntariamente un embarazo antes de conocer a su hijo Felipe, según narró David Rocasolano, primo de la reina Letizia, en ‘Adiós Princesa’ (Foca ediciones), y la estrategia fallida de borrar toda huella de esa decisión, al quebrarse gravemente la confianza entre los primos. Ocurrió en su vida anterior, pero se enteró aquel año, según me explica quien asegura saberlo bien. Una tremenda decepción, algo que no esperaba. Ella que tanto le había apoyado y que contó a Pilar Urbano en ‘La reina, muy de cerca'(Planeta) que la encontraba: «inteligente, viva, dinámica, divertida, entusiasta , atenta, sensitiva, fina y honrada», no daba crédito. Ocultar esa historia, ese ‘engaño’ dolía enormemente. Fue un antes y un después en la relación de confianza entre doña Sofía y la entonces princesa de Asturias. Con su primo rompió para siempre, pero amén de matar al incómodo mensajero, la historia y sus detalles quedaron en la memoria de los sentimientos. El amor por su hijo a quien soñaba Rey, su rol de reina y su profesionalidad guiaron la continuidad de la relación que ya nunca fue como al principio. Los problemas personales de la propia doña Sofía con el rey Juan Carlos afloraron poco después y todo se complicó entre ellas aún más cuando Letizia eliminó a la infanta Cristina de su vida, al estallar el caso Noos e Iñaki Urdangarin resultar imputado. Demasiado para una madre. Pero eso fue posterior a la historia oculta.
No, la relación no es, por lo que me explican, tan ideal como desean transmitir; es difícil. La reina Sofía ve menos de lo que quisiera a sus nietas y ha de avisar siempre que quiera visitarlas. Me cuentan de muy buena fuente que las niñas suelen o solían ir a montar a caballo al picadero que la infanta Elena utiliza en Zarzuela. Letizia daba instrucciones claras: no avisar a doña Sofía y si llama preguntando que digan que las niñas no han venido. Eso no se le hace a una abuela en su propia casa, perdonénme. Y como todo es susceptible de empeorar, ha ocurrido que la tensión y la nada ideal relación entre reinas ha traspasado los muros de Palacio, captadas por una cámara que para mas inri era la oficialmente acreditada para grabar a la Familia en un acto público como es la celebración de la Misa de Pascua, en un año especialmente señalado al asisitir don Juan Carlos por primera vez desde su abdicación en junio de 2014.
El gesto de Letizia en la catedral de Palma, impidiendo la foto de sus hijas con su abuela es irrespetuoso, innecesario, sorprendente y muy revelador. La cara de don Felipe es todo un poema y consciente de que eso no debía estar ocurriendo le dice a su mujer aguantando el tipo “Por favor, déjalo”. Sabe cómo es, me insisten, y la quiere. Dicen que no todos los terremotos bajo la superficie acuática generan maremotos, sino solo aquellos de magnitud considerable con hipocentro en el punto de profundidad adecuado Seguramente el rey Felipe ha calmado tempestades, pero esta vez, era domingo de Resurrección, catedral de Palma y se trataba de su madre- en presencia de sus hijas y de las cámaras acreditadas- a quien adora. Parece que sí, un hipocentro de considerable profundidad.