La gran herencia de David Rockefeller
El apellido Rockefeller es sinónimo de lujo, poder y dinero. Una saga que acaba de perder a uno de sus miembros más importantes, David Rockefeller, último nieto del fundador de la dinastía. Neoyorkino de nacimiento, David falleció el pasado 20 de marzo a los 101 años en la ciudad que le vio nacer, dejando tras de sí una de las fortunas más codiciadas del mundo.
Aunque aún no hay confirmación oficial, todo apunta a que serán sus seis hijos los que se repartan una herencia que abarca grandes capitales, inmuebles, arte e instituciones de renombre. Según la revista Forbes, Rockefeller amasó una fortuna estimada en unos 3.3 billones de dólares, que le hizo ser la 604ª persona más rica del planeta.
David Rockefeller en una imagen de archivo (Gtres).
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A esta fortuna nada desdeñable, hay que sumarle un gran patrimonio. El arte era una de sus grandes pasiones y, entre sus posesiones, se encuentran piezas de Picasso, Monet o Rothko, entre otros. Una amplia colección privada que llegó a ser valorada en 500 millones de dólares.
Su vinculación con el mundo del arte empezó nada más nacer, ya que el edificio en donde vino al mundo acabó siendo el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. A esta institución, que fue fundada por su madre, donó 100 millones de dólares hace un par de años.
El MoMA recibió muchas de sus donaciones. (Moma.org)
A todo esto, hay que sumarle la finca Rockefeller, situada en Kykuit, cerca del río Hudson. Es allí precisamente donde la familia guarda los incalculables tesoros que han acumulado durante cuatro generaciones, incluyendo las obras de artes y la colección Nelson-Atkins.
A pesar de este gran patrimonio, David Rockefeller tenía muy claro que no quería ser recordado por sus bienes materiales, sino “por las cosas constructivas” que hizo por los demás. “Soy consciente de lo afortunado que soy”, confesó una vez en Forbes. “He tenido una vida maravillosa. Estoy convencido de que, si bien lo material puede contribuir mucho a una vida hermosa, si no se tienen amigos y familiares, la vida sería vacía y triste y lo material ya no sería importante”.